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Mostrando entradas de marzo, 2017

La rutina.

Kulfi y Laia. Asociación Galgo Español. Para mí la rutina es lo mejor del mundo. Hace dos años, era de las que pensaba que mi vida era rutinaria y aburrida, siempre sujeta a lo predecible. Pero un día ese deseo de que todo me sorprendiera me fue concedido.  Empecé pasando el día de mi cumpleaños en la sala de urgencias de la Fundación Jiménez Díaz, mi padre tenía dos cánceres en fase terminal, en ese preciso momento mi vida se convirtió en una montaña rusa de emociones. Un día reía y al siguiente lloraba.  Pero el ser humano tiene una maravillosa capacidad de normalizar la situación, de regresar a un nueva rutina o eso creía yo. Mi adorado Fox, mi compañero de quince años, mi peludo amado, muere tras una larga y dolorosa enfermedad de la que hemos hablado en otras ocasiones. Y mejor o peor, intento recuperar una nueva rutina diferente a las otras dos, una que sigue cada mañana sorprendiéndome con el parte médico de mi padre.  Pero las cosas cambian sutilmente y no lo veo po

Tormenta de Galgos. El Greñas. Blogs.

El Greñas. Blogs. Tengo miedo de cerrar los ojos. Tengo miedo de descansar la cabeza sobre la almohada. Tengo miedo de dormirme y despertar siendo otra yo. Y tengo miedo porque no me quito de la cabeza el jersey. Una y otra vez regreso al recuerdo de la prenda de lana, con vivos colores, al tacto suave y cálido que sintió Vaquita al acurrucarse sobre él. Y de esta idea voy hilvanando el resto hasta llegar al cuerpo sin vida de la galguita cubierto con la chaqueta de la Hippie. Y el Galguero se ha ido no sin antes llamar a la hermana del Greñas que vino en un abrir y cerrar de ojos. Y antes de salir por la puerta me dedicó una última mirada y una frase lapidaria: “Procura no resetearte. No se merece llegar a casa y ver su sueño reducido a cenizas y sus esperanzas en un nuevo resurgir.”. La hermana del Greñas le empujo hacia la puerta y se quedaron un rato riñendo en voz baja, no tenía ningún deseo de saber el motivo de tan acalorada discusión pero era evidente que el tema cen

Tormenta de Galgos. El Greñas. Jersey.

El Greñas. Jersey. Creo que durante todo este tiempo he contado cientos de fragmentos de los recuerdos de mi otro yo, y eran tan horribles que he llegado a comprender que el olvido formara parte de la terapia para curar el daño emocional que sufrí. Y a qué viene esto, pues porque esta nueva yo no tenía nada que necesitase ser olvidado has cinco minutos después de despertar bajo las bofetadas y meneos del Galguero que tiene la sutilidad de un orangután. Han pasado las horas y es noche cerrada y no encuentro las palabras que definan el dolor que sentí al ver aquel cuerpo escuálido tapado con la chaqueta hecha de retales de la Hippie. Y no la he rebautizado, es que todos la conocen con ese sobre nombre porque parece sacada de los años 60-70. Viste de tantos colores que resulta imposible no pensar que antes de abrir el armario consume alguna droga alucinógena, como el LSD. Su forma de hablar pausada y sus movimientos lentos, ciertamente creo que va fumada. Desperté zarandeada

La resaca del puente.

 El fin de semana ha sido intenso y pasa factura. Hemos disfrutado de una ruta de senderismo de 6km, de las sencillas, donde enseñamos a Solei lo afortunados que somos por disfrutar de un entorno tan hermoso como es la Sierra de Gredos.  ¡Feliz martes!

Tormenta de Galgos. El Greñas. Odio.

El Greñas. Odio. Son las tres de la madrugada y como no sé en qué malgastar mi tiempo para no morir en la espera, llevo horas metida en el Facebook. Y estoy hasta los cojones de: “como soy fea no me darás un me gusta, como soy tonto no me darás un me gusta”, quién caerá en estas memeces. No es más que un acto picaresco de conseguir fans para luego venderlos por euros, cuantos más fans tiene una página más valor tiene para las empresas de publicidad. No puedo explicar cómo funciona porque lo he leído tres veces y sigo sin coger los entresijos de este negocio millonario que nace en las redes y los “me gusta”. Yo abrí una página y conseguí 120 seguidores, con el tiempo me sentí engañada cuando aquellos que creía amigos nunca me siguieron, pero tenían la desvergüenza de enviarme las páginas de otros amigos para que yo los siguiera. La cerré. Cuántos prometieron ayudarme en mi sueño, cuántos se llenaron la boca cuantificando sus seguidores en las redes, cuantas palabras vacías qu

Nico necesita un hogar.

Nico. Asociación Galgo Español. Nico fue el primer galgo que paseé por los caminos de la residencia. Recuerdo su paso tímido y asustadizo ante la presencia de Ramón, como le miraba por el rabillo del ojo con la cabeza pegada al suelo y reculaba aumentando la distancia. No es que Ramón le hubiese hecho daño, es que Nico tenía miedo al hombre,  a la figura varonil, al gesto rudo y la voz grave.  Cariñoso. Pero Nico es de esos seres que tiene esperanza, esperanza en encontrar al ser humano que le abra no solo su hogar, también su corazón y no pueda dejarlo marchar jamás. Guardó en algún rincón de su cabeza todo lo sufrido para mostrarnos un animal cariñoso, dócil y sereno, amante del colchón y el edredón. Seductor. Y durante los últimos meses ha vivido con una familia y se ha adaptado a la vida hogareña, a los paseos largos de correa, a las caricias y arrumacos, y a la cama caliente y sin corriente.  Ahora se nos termina este periodo por motivos que no vienen al caso,

Tormenta de Galgos. El Greñas. Esperar.

El Greñas. Esperar. Nadie contesta a mis mensajes y mis llamadas reciben una y otra vez el mismo tono mortecino de esa voz digital: “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura”. Y no voy a lucubrar de si es a mí sola o a todo el mundo. He decidido ser una persona normal y esperar a la llamada del Greñas. Pero a mí lo de esperar se me da fatal. Ya no me quedan padrastros en los dedos ni uñas tampoco. Sigo esperando. Dicen que quién espera, desespera. Y, ¡qué razón tiene! La vida está cargada de momentos de espera. Recuerdo las tardes esperando al autobús para ir a la Universidad, siempre con retraso y no digo nada con los paros injustificados del tren y sus largas esperas en mitad de una vía rumbo a ningún sitio, atrapada allí viendo pasar las horas y perdiéndome clases. Supongo que me resignaba. Pero yo jamás acepté como irremediables aquellas tardanzas injustificadas sobre el horario previsto del trasporte. No, no me resigne. Me entraba agobio, mucho agobio.