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Mostrando entradas de febrero, 2017

Tormenta de Galgos. El Greñas. Condena.

El Greñas. Condena. Si te paras a pensar en todo lo que está sucediendo, es todo una locura, tan ilógico e irracional, que quien lea cada mañana estas divagaciones de una mujer con la mente vacía, se sentirá tan perdida como yo. Pero no puedo aclarar mejor lo que ni yo misma comprendo. Una mañana tras recuperarme de una intervención, empecé a olvidar para no sufrir, y tanto olvidé que llegué a otro punto de mi vida donde había sufrido un duro revés que puso mi mundo patas arriba. Y en ese preciso momento puse mi contador a cero y empecé a trazar una nueva existencia. ¿Por qué? ¿Tanto estaba sufriendo? Hace unos meses vi en la televisión una película infantil, se titulaba, Del revés. Todos nosotros estamos formados por cinco pequeños seres: Alegría, Temor,   Tristeza, Asco y Furia. Me siento como si alguien hubiese quitado a Alegría de mi vida y ese alguien que me robó las ganas de vivir, de ilusionarme, de levantarme cada mañana, fui yo misma al eliminar de mis recuerdos al

Paciencia y constancia.

  Solei es el nuevo miembro de la familia desdel 18 de febrero y hoy por hoy tiene toda nuestra atención, no solo en mimos y cuidados, también en cimentar la base que mantendrá nuestro bienestar, tanto el de ella como el nuestro.  Los primeros días son cruciales y los primeros meses los más difíciles de esta convivencia. Muchos se rinden y con el tiempo se arrepienten porque tenemos peludos adultos que muerden los muebles, defecan por cualquier sitio, mendigan a la hora de la comida entre sollozos y aullidos, ladran sin descanso cuando se les deja solos o gruñen mostrando los dientes cuando les retiran del sofá al sentarse sus dueños.  Es ahora cuando tenemos que volcar nuestros esfuerzos en conseguir que esta convivencia sea larga y placentera para todos, y cuando digo todos los incluyo sobre todo a ellos. El mendigar a la hora de la comida les genera estrés, la ausencia del dueño produce ansiedad, defecar por los rincones genera malestar entre los dueños que captan los peludo

Cerramos hasta el lunes próximo.

Por motivos familiares, no retomaremos nuestros breves relatos de desayuno hasta el próximo lunes. Lamento dejar nuestra historia en el aire justo cuando estamos tan cerca del desenlace. Un saludo a todos los que cada mañana seguís estas líneas que sólo buscan entretener. Gracias.

La depresión no es cuestión de humanos.

Tayo. Asociación Galgo Español. Dejan de comer, disminuye su actividad física e incluso lloran sin descanso. Depresión: profunda tristeza, perdida de interés, y disminución de funciones físicas; esta es la definición que dan de la depresión. Cuando llegan a nosotros cumplen al dedillo cada una de las palabras escritas. Muchos de nuestros galgos pasan las dos primeras semana encerrados en sus cheniles sin querer salir. La tristeza que sufren puede hacer que se les olvide alimentarse. Durante años han realizado un trabajo al servicio de un dueño, que les ha podido tratar mejor o peor, pero esa era su familia, a la que estaban ligados, con otros peludos y un espacio conocido. Y una mañana, como muchas otras, le suben a su transportín y le llevan a mitad de la nada. Allí le sueltan y depende del caso, unos se montan en su coche y ponen kilómetros de por medio y otros disparan sus armas sobre ellos para ahuyentarles, y si persisten en no abandonarles pues se les mete una bala en el

Tormenta de Galgos. El Greñas. Celos.

El Greñas. Celos. Y rompí a llorar entre gritos y convulsiones histéricos, a golpear mi cabeza con el puño cerrado. A suplicar que dejase de doler, que los recuerdos desapareciesen y que aquella brecha en mi corazón que llevaba años sangrando se cerrase. La furgoneta se paró y sentí los brazos del Greñas abrazar mi cuerpo tembloroso, pero yo no deseaba caricias, no quería que me tocasen… quería desaparecer en lo más profundo de la tierra. Abrí la puerta y salí corriendo por el arcén de la carretera. Tropecé y caí varias veces, y cuando valoraba arrojarme a las ruedas de un camión que se acercaba a gran velocidad, las manos del Greñas me sujetaron por la cintura. Sentí el roce de sus labios en mi oído y un suave susurro, un sonido que salía del pecho, una “ese” larga y mansa que se perdía en mi alma. -¡Duele! Duele tanto, duele siempre, de día y de noche, aunque en la oscuridad es más cruel si cabe. Y esta tristeza que me invade me deja sin fuerzas, me pesan los brazos, las p

Tormenta de Galgos. El Greñas. Vacíos.

El Greñas. Vacíos. No recuerdo que mi vida pasase ante mis ojos como en una película, quizá porque aunque me diesen por muerta, yo seguía viva, había prometido regresar a casa, y una promesa por nada del mundo se rompe. Pasé meses en el hospital con mi vida pendiente de un hilo. Quedaba esperar las secuelas que aquel proyectil dejaría en mi cerebro. -El neurocirujano nos dio tan pocas esperanzas de que despertaras. Hice tratos con el mismo diablo para no dejarte marchar.-tocar su mejilla con aquella barba de tres días, era tan familiar. -¿Me extrajeron la bala?- el Greñas dudó en contestar, pero al final se decidió a menear la cabeza negativamente.- ¿Tengo la bala en la cabeza? -La bala no importaba, era el deterioro ocasionado. Te operaron, dos largas horas en quirófano para corregir los daños, la bala tenía la peor de las ubicaciones, era más seguro dejarla que intentar extraerla. Luego te sumieron en una sedación profunda, un coma inducido, para evitar que el cerebr

Tormenta de Galgos. El Greñas. La bala.

El Greñas. La bala. No es nada fácil asumir que diez años de tu vida los has pasado en… ¿Dónde he pasado todo ese tiempo? -Sinceramente no sé si quiero saber más. Hablamos de diez años. ¡He perdido diez años de mi vida!- paseé nerviosa por el salón.- ¿Por qué no recuerdo esta casa? -Nunca has vivido en ella.- dijo con pesar mirándose las manos y frotando las cicatrices causadas por las quemaduras de las cuerdas. -¿Nunca?- si hubiera soñado alguna vez un lugar que pudiese llamar hogar, sería tal y como era la casa del Greñas. Se levantó del sofá donde se había sentado dejando caer la cabeza entre las manos, justo antes de yo empezar a caminar sin rumbo. Rebuscó en un cajón de la librería y sacó un cuaderno descolorido y algo manoseado. La mano le temblaba cuando me lo tendió, creo que para él era tan duro como para mí pasar por diez años de olvido. -Lo he visto antes… Era el mismo cuaderno que había visto antes de llegar a esta casa. Aquel donde anotaba mi otra yo l