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Tormenta de Galgos. El Greñas. Blogs.



El Greñas. Blogs.

Tengo miedo de cerrar los ojos. Tengo miedo de descansar la cabeza sobre la almohada. Tengo miedo de dormirme y despertar siendo otra yo. Y tengo miedo porque no me quito de la cabeza el jersey. Una y otra vez regreso al recuerdo de la prenda de lana, con vivos colores, al tacto suave y cálido que sintió Vaquita al acurrucarse sobre él. Y de esta idea voy hilvanando el resto hasta llegar al cuerpo sin vida de la galguita cubierto con la chaqueta de la Hippie.
Y el Galguero se ha ido no sin antes llamar a la hermana del Greñas que vino en un abrir y cerrar de ojos. Y antes de salir por la puerta me dedicó una última mirada y una frase lapidaria: “Procura no resetearte. No se merece llegar a casa y ver su sueño reducido a cenizas y sus esperanzas en un nuevo resurgir.”. La hermana del Greñas le empujo hacia la puerta y se quedaron un rato riñendo en voz baja, no tenía ningún deseo de saber el motivo de tan acalorada discusión pero era evidente que el tema central era yo.
Ya está entrando las horas amables de la tarde, la noche queda en un recuerdo perpetuo pero lejano y la amargura de la mañana por el miedo a desaparecer en algún recoveco de mi cabeza, ha cesado. Estoy en un estado de casi Nirvana, una falsa calma entre sueños. Reconduzco mis pensamientos a momentos felices y escasos y no me permito ni pensar en el Greñas, por miedo a sucumbir de nuevo en alguna tragedia o drama de los que oculto, olvido o invento.
He mirado mi móvil y los mensajes del Greñas siguen en un solo visto. Mis llamadas sin respuesta. Creo que la Rubia me ha bloqueado pues no veo la foto de su perfil, aunque tampoco lo tengo muy claro pues yo esto de las nuevas comunicaciones como que las aprendo cada año y se me olvidan al siguiente, ya me entendéis aquellos que me seguís cada mañana.
Me he ocultado de la mirada escrutadora de la hermana, encerrándome en la habitación y engañándola con que me iba a dormir un ratito, pero no puedo dejarme vencer por el cansancio acumulado, no sé cómo funciona esto de reescribir una y otra vez mi historia, pero no quiero despertar dentro de dos meses sin saber quién es mi verdadero marido, ni que el odio que siento por mi hermana está mal direccionado. No quiero volver a empezar.
Empecé escribiendo en el blog para descargar mi mente, mis miedos y hacer un poco de terapia de mi misma. Pero ahora creo que lo hacía inconscientemente para tener un recuerdo de esta yo que no quiere desaparecer.
Y con este pensamiento me asalta la duda. Yo, en mi esencia soy la que soy, tengo las mismas batallas, heridas y pasiones. Siempre tropiezo en la misma piedra. Yo siempre soy yo.
Y abro el Google. Encuentro tres correos diferentes que me pertenecen sin ninguna duda: uno es mi nombre, el otro es un mote cariñoso que me puso mi hermana, y el último, sin contar el que tengo ahora que rebautice por 1324 en honor al Greñas, es el nombre con el que mi exmarido me llamaba en nuestros años de vino y rosas. Y cada uno de esos correos tiene un blog. Me caen gotas de sudor por la frente y no es de calor.
El primero es de mis tiempos de universitaria abducida por los unicornios y los arcos iris, es una serie de escritos pasteleros de mis sueños por conquistar el mundo con mi cámara y mis impactantes artículos. Este lo he olvidado por lo ridículo de las frases y las fotos, eran tiempos donde las hormonas seguían alteradas por la amplitud de un mundo que se abría tras las faldas de mi madre.
El segundo es de un yo, que tiene miedo a salir del entorno familiar, de la seguridad del hogar. Un yo que acaba de regresar de Tierra Hostil y se enfrenta a un divorcio. Un yo que no recuerda al Greñas pero habla de un muchacho que la persigue por la calle y la vigila desde su furgoneta blanca. Es un yo atormentado que no quiero enfrentarse al mundo. Un yo desesperado que acude cada mañana a terapia y cada quince días al psiquiatra. Un yo que planea suicidarse porque siente un vacio constante en el pecho y una ausencia en la cama. Que escucha voces en la noche que la llaman. Una yo que termina el blog con una carta desesperada a unos padres que la aman, que ruega que la perdonen por lo que está dispuesta a hacer pero que siente que no pertenece de algún modo a este mundo, que se siente muerta, es más que cree que murió en aquellas tierras pero a la Muerte se le olvido privarla de la vida cuando se llevó su alma. Y tras esas letras de auxilio, se hace el silencio. Cuatro meses después se abre el tercero de mis blogs.
Este es diferente, es un yo encabezonado en recuperar a sus exmarido, en librarse de todo aquel que se oponga a su unión. Pero es un yo confuso, pues sueña con un hombre joven que la seduce y la ama cada noche. Se sorprende mirando a los hombres con pelo largo castaño. Incluso ha fantaseado en la ducha con él y no ha dudado en masturbarse bajo el agua y acariciarse los senos como lo haría un muchacho con las palmas de la mano marcadas por quemaduras de soga.  Ella se sorprenda del realismo de sus sueños. En una de sus entradas cuenta que en un bar se ha cruzado con un muchacho que la ha mirado con tal intensidad que sintió humedecerse la entrepierna, pensó que la regla le había jugado una mala pasada y en realidad eran aquellos ojos verdes que la miraron hasta las entrañas las que causaron tal efecto en su cuerpo.  Ahora no puede dejar de soñar con esos ojos. Y aunque está dispuesta a regresar con su exmarido, hay algo que la inquieta de ese muchacho que se cruza una y otra vez en su vida. No es que lo vea constantemente, pero siente su presencia, siente sus ojos clavados en su nuca, un roce en la espalda en una parada de metro, o un susurro en una discoteca de moda. Esta cerca de ella. Y cuanto más cerca lo siente, más intensos son los sueños. Hacen el amor durante horas, y no puede evitar levantarse con un deseo desesperado de que la posea el muchacho de intensos ojos verdes.
Y suena mi móvil rompiendo la supresa por encontrar una yo cargada de sexualidad. Y parece que el destino me favorece. El Greñas me busca en la distancia como yo en las redes.

Samsa. Asociación Galgo Español.

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