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Kulfi y Laia. Asociación Galgo Español. |
Para mí la rutina es lo mejor del mundo. Hace dos años, era de las que pensaba que mi vida era rutinaria y aburrida, siempre sujeta a lo predecible. Pero un día ese deseo de que todo me sorprendiera me fue concedido.
Empecé pasando el día de mi cumpleaños en la sala de urgencias de la Fundación Jiménez Díaz, mi padre tenía dos cánceres en fase terminal, en ese preciso momento mi vida se convirtió en una montaña rusa de emociones. Un día reía y al siguiente lloraba.
Pero el ser humano tiene una maravillosa capacidad de normalizar la situación, de regresar a un nueva rutina o eso creía yo. Mi adorado Fox, mi compañero de quince años, mi peludo amado, muere tras una larga y dolorosa enfermedad de la que hemos hablado en otras ocasiones. Y mejor o peor, intento recuperar una nueva rutina diferente a las otras dos, una que sigue cada mañana sorprendiéndome con el parte médico de mi padre.
Pero las cosas cambian sutilmente y no lo veo porque estoy intentando normalizar la rutina, porque he comprendido que la vida sin sobresaltos es lo mejor que existe.
Dicen que no hay dos sin tres, pero soy el claro ejemplo de que pueden venir cuatro y cinco seguidos. Mi pequeño príncipe entra en un estado de sombras del que yo me creo responsable, y comenzamos una batalla contra la ansiedad y la tristeza que está llegando a su fin tras la adopción de Solei.
Y vuelvo a normalizar la situación, y vuelvo a encontrar una rutina dentro de un caos de terapias, sesiones, oncólogos... Y la vida me sirve una guinda en tan acojonante descontrol. El más pequeño de mis sobrinos cae enfermo, enfermedad que no tiene un nombre ni un tratamiento. Busco desesperada una rutina que normalice tanta tristeza, y pongo un parche aquí y otro allí, tapo agujeros con grietas.
Y un día me doy cuenta que lloro a todas horas, que no deseo hablar con nadie, ni salir de casa, ni mirarme en el espejo y quito todos mis retratos. He envejecido. Nuevas arrugas surcan mi cara, tengo canas y he perdido peso.
Y una amiga me dice: "De lo que te hace feliz, dobla la ración". Y escribo nuevamente, historias de mujeres que como yo se ahogan en un pozo oscuro y luchan como pueden por salir. Y busco un lugar donde encontrar la paz, y la hallo en una asociación que busca voluntarios. Y sigo sin rutina. Ya no tengo miedo al caos, he aprendido a vivir con él, lo que ahora deseo es que no cambie, porque sé que no es posible hacerlo mejor.
No dejéis escapar vuestra rutina.
¡Feliz Viernes!
¡Feliz Viernes!