El Greñas. Condena.
Si te paras a pensar en todo lo que está
sucediendo, es todo una locura, tan ilógico e irracional, que quien lea cada
mañana estas divagaciones de una mujer con la mente vacía, se sentirá tan
perdida como yo. Pero no puedo aclarar mejor lo que ni yo misma comprendo. Una
mañana tras recuperarme de una intervención, empecé a olvidar para no sufrir, y
tanto olvidé que llegué a otro punto de mi vida donde había sufrido un duro
revés que puso mi mundo patas arriba. Y en ese preciso momento puse mi contador
a cero y empecé a trazar una nueva existencia. ¿Por qué? ¿Tanto estaba
sufriendo?
Hace unos meses vi en la televisión una
película infantil, se titulaba, Del revés. Todos nosotros estamos formados por
cinco pequeños seres: Alegría, Temor,
Tristeza, Asco y Furia. Me siento como si alguien hubiese quitado a
Alegría de mi vida y ese alguien que me robó las ganas de vivir, de
ilusionarme, de levantarme cada mañana, fui yo misma al eliminar de mis
recuerdos al único hombre que completaba mi existencia, el Greñas.
Y viendo al Greñas preparando la llegada de
los rescatados del fin de semana, me pregunto: ¿Qué hago ahora?
Me he esforzado por recordar, he mirado las
fotos y escuchado con atención los fragmentos de nuestra vida en común, el
Greñas los cuenta como si hablase de
otra esposa, de otra yo, y es que en el fondo él sabe que yo no soy aquella
mujer de la que hace años se enamoró. Quizá vea en mí algún resto de ella, un
gesto, una expresión coloquial o una sonrisa familiar, pero no tengo su
esencia, su alma, ni sus recuerdos. Soy alguien nuevo y diferente que cada día
crea nuevos recuerdos. ¿Se podrá vivir solo con los recuerdos del ahora?
Creo que hubiese sido mejor haber muerto. Él
hubiese llorada mi ausencia los primeros meses, digamos años, pero ahora estaría
empezando una nueva vida sabiéndome muerta y enterrada. De esta forma, me tiene
cerca y a la vez tan lejos que jamás logrará alcanzarme. Me he convertido en
una maldición para un hombre bueno. No quiero que sufra pero simplemente con mi
presencia ausente le hago revivir la felicidad que un día tuvo y de la que hoy
carece.
-¿Qué piensas?- me sorprende con la mirada
absorta en el fondo de una taza vacía que hace unos segundos contuvo un té
rojo.
-No se puede cumplir una promesa de cualquier
forma…- creo por cómo me mira que sabe de qué estoy hablando.
-Jamás se puede faltar a la palabra dada.- no
quiere escuchar más y sale de la casa sin añadir nada. Nos agarramos a un clavo
ardiendo con tal de no seguir sufriendo.
Yo soy ese clavo, una sombra de la otra yo, la
real y la autentica, la que murió en aquellas tierras de África una noche de
hace años. Soy un clavo que arde, pues no produce placer ni cura en las heridas
que este hombre carga sobre sus hombros, yo avivo con mi calor ardiente esas
heridas que no cicatrizan.
Quiero salir y ayudarle pero no me siento con
fuerzas para estar a su lado y ver su cuerpo contenido al sentir mi presencia
cerca de él; sus músculos tensos cuando nuestras manos se rozan o nuestros pies
se tropiezan. Ahora veo sus constantes esfuerzos para no abrazarme para no
besarme. Y me duele no poder darle lo que tanto ansía.
¿Qué sucedería si decide marcharse de mi lado
cansado de esperarme?
Miró por la ventana. Le veo llevar cubos de
agua a los cheniles y cargar sacos de pienso que va vaciando en los comederos
mientras juego con la posibilidad de que desaparezca definitivamente de mi
vida. ¿Cómo me siento? Asustada.
Me gusta, me atrae, con él me siento
completa. Y pensando en la idea de que desaparezca de mi vida siento vértigo:
me siento mareada, con ganas de vomita, y me atenaza un miedo que no es
desconocido, un miedo que he sentido antes al pensar en que no volveré a ver su
rostro, a no sentir sus labios sobre los míos ni sus manos sobre mi cuerpo.
Y el aire no entra a mis pulmones y como un
pez fuera del agua boqueo con violencia y me agarró la garganta con fuerza. Y recuerdo
ese mismo miedo de rodillas ante un hombre que me mira con desprecio y me echa
en cara mi veneno occidental, un veneno que mete ideas raras en los niños, un
veneno que amenaza sus negocios de minas ilegales y trata de niñas y mujeres en
mercados de esclavas sexuales. Y escucho un gruñido suave que se hace fiero y
amenazante, que protege a quien un día le dio agua entre las manos y un
mendrugo de pan con chorizo, que le bautizó con un nombre grandioso por su
porte elegante y le coronó con un pañuelo rojo para recordar al amor que dejó
en casa esperándola. Sultán salta por los aires cuando la bala que se dirige a
mi cabeza es interceptada por su cuerpo, pero ese metal frío que atraviesa su
pequeño corazón sale y penetra en mi pecho. Su sangre y la mía se mezcla en la
arena dorada de la sabana africana. Sus ojos se velan cuando mis manos atrapan
su cabeza ignorando una herida que no duele por el impacto, sino por ver a mi
perro yacer muerto por salvar mi vida. El hombre maldice malgastar otra bala para
acabar conmigo. No me cubro, no grito, no suplico. Aprieto con fuerza a Sultán
y le pido que me espere al otro lado, pero antes de abandonar este mundo pienso
en él. Mi mente evoca su imagen. Y me doy cuenta lo mucho que sufrirá mi
ausencia, el dolor que causará mi muerte en el hombre que más amo en este
mundo. Y siento miedo al saber que no volveré a verle, que no estaremos juntos
nunca más. Y lloro. Lloro la ausencia del hombre al que amo más que a mí misma.
Y el hombre disfruta creyéndome suplicar por mi vida, pero no es la mía por la
que suplico, sino por la de él que dejo vacía. Allí donde yo vaya no habrá
dolor ni soledad, a él le condeno a esperar mi regreso que no llegará jamás.
![]() |
Amore. Asociación Galgo Español. |
Y salgo de la casa corriendo en busca de sus
brazos a los que me arrojo sin pensarlo, le aprieto con fuerza contra mi cuerpo
y entre hipos y desesperación artículo una frase que no es ningún consuelo.
-No temí por mi vida al verme tan cerca de la
muerte, sino la ausencia que sufriría al no volver a verte. Y pedí al Cielo y
al Infierno que me permitiesen regresar para decirte lo mucho que te amo. – el Greñas
sujeta mi rostro entre sus manos.- Sé que te amo, solo necesito tiempo para demostrártelo.
Y me besó. Me gustaría decir que sus labios
abrieron esa parte de mi vida cerrada con candado y olvidada, pero no, fue un
recuerdo nuevo con una sensación conocida y familiar. Creo que por hoy ambos
nos conformamos con eso.