El Greñas. La
bala.
No es nada fácil asumir que diez años de tu
vida los has pasado en… ¿Dónde he pasado todo ese tiempo?
-Sinceramente no sé si quiero saber más.
Hablamos de diez años. ¡He perdido diez años de mi vida!- paseé nerviosa por el
salón.- ¿Por qué no recuerdo esta casa?
-Nunca has vivido en ella.- dijo con pesar
mirándose las manos y frotando las cicatrices causadas por las quemaduras de
las cuerdas.
-¿Nunca?- si hubiera soñado alguna vez un
lugar que pudiese llamar hogar, sería tal y como era la casa del Greñas.
Se levantó del sofá donde se había sentado
dejando caer la cabeza entre las manos, justo antes de yo empezar a caminar sin
rumbo. Rebuscó en un cajón de la librería y sacó un cuaderno descolorido y algo
manoseado. La mano le temblaba cuando me lo tendió, creo que para él era tan
duro como para mí pasar por diez años de olvido.
-Lo he visto antes…
Era el mismo cuaderno que había visto antes
de llegar a esta casa. Aquel donde anotaba mi otra yo los árboles que hacían
falta para cubrir el sendero de la entrada. Pasé con delicadeza cada hoja observando
los diseños realizados por una mano poco diestra pero con una idea clara de lo
que quería. Allí estaba dibujado hasta el último de los detalles, no solo la
casa por fuera y la distribución de árboles, barbacoa y mesas de jardín,
también los pormenores en las habitaciones, salón, comedor y baños.
-Intenté copiar hasta el último…- se ahogaron
las palabras.
-¿Cuánto lleva terminada?- me senté a su lado
con el mismo espíritu del que consuela a un amigo al que se le ha muerto su
mujer.
-Todo estaba previsto para tú llegada.
Faltaban los retoques finales pero los daríamos juntos.- tragó saliva o
lágrimas de su garganta.
-¿Vine mucho?- no me era familiar nada.
-Veníamos todos los fines de semana y
supervisábamos los avances.- sonrió divertido.- Paseábamos entre los palets
imaginando lo que haríamos en cuanto tuviésemos la casa lista. Una mega fiesta
para nuestra familia y amigos.
-Amigos.- hoy sería una fiesta algo falta de
gente.
-Te están esperando.- me acarició la mejilla.
-No los echo de menos, no recuerdo… bueno… La
puta del chocho al rojo…- una expresión confusa pasó fugaz por su rostro.-
¿Sabes quién es?
-Sí. La conozco muy bien.- había enfado en su
tono.
- ¿Y a mi ex?- sus ojos verdes se
oscurecieron y su mirada se volvió fría.
-También. – le sostuve la mirada para que
siguiera hablando - No es que no quiera contártelo todo, es que… He tenido
tantas ganas de retorcerles el pescuezo a los dos, tantas.- no puedo decir que
sea odio pero si rabia contenida lo que dejaba escapar entre gestos y palabras.-
En otra de tus otras….
-Yo las defino como las otras “yo”, o mi yo
del mundo paralelo.- el Greñas rió.
-Tiene que ser un infierno lo que tienes en
esa cabecita.- me acarició. Cuanto amor desprendía cada gesto y cada frase
suya.
-No creas.- mentí sin mucho éxito.
-Tu otra yo, despertó dispuesta a regresar
con él. Por aquel entonces estaba con otra diferente a tu amiga, que la
despachó al poco tiempo. Creo que dedica a cada conquista tres años, y porque en el último año solapa a
otra para no perder comba.- asco, había en su voz, desprecio.- Le pareció
divertido darte otra oportunidad, te invitó a cenar, al teatro…
-Pero ya estábamos divorciados. ¿Estaba
casada contigo?- el asiente con los puños cerrados.- ¿Él lo sabía?- vuelve a
asentir.- Y accedió a salir conmigo. ¿Él sabía que yo estaba loca?
-¡Tú no estás loca!- gritó.
-Perdón.- se arrodilló ante mí y me cogió las
manos entre las suyas.
-No estás loca. Nunca has estado loca. Si lo
estuviste fue esa locura que te lleva a amar tan profundamente que te vuelcas
en los demás sin mirar tu propio interés, que te lleva a seguirme a los
rescates de una veintena de perros en un poblado gitano y que te lleva a cruzar
África en ayuda de unos niños. - posa su frente sobre la mía.- Esa es tu
locura, la locura que me enamoró de ti.
-¿Me acosté con él?- esquivó mi mirada.-
¡Joder! -me siento sucia sin saber por qué. Y me deshago en lágrimas.- ¡Dios!
No recuerdo nada.
-No te sientas mal. No eras tú.
Aquello sonaba cómico. Si no era yo, ¿quién
era?
-Tengo ganas de partirle la geta. Es un
cerdo. Cuando le vi el otro día… me pareció que buscaba…
-¿Por qué quedaste con él?
-Echaba de menos unas emociones, unos
sentimientos… quería vibrar, sentirme amada… pensé que era a él al que añoraba
y al que buscaba.- le miré a los ojos.- Yo no tengo recuerdos de lo nuestro en
mi cabeza, pequeños destellos que parecen sueños, pero si tengo sensaciones,
sentimientos de lo que significa estar enamorada y ser correspondida. Pensé que
era su ausencia la que añoraba, pero al tenerlo delante de mí en aquella
cafetería,… eras tú el que una y otra vez se me venía a la cabeza.- tenía tanta
rabia contenida, descubrir que de alguna forma se había aprovechado de mí. Que
por segunda vez me había usado a su antojo y desechado como basura inservible. Quería
gritar.- ¡Le partiría las piernas!
-Creo que todavía se resiente de los
puñetazos que le planté en la cara, y porque el Galguero me cogió de la espalda
porque hubiera acabado en el hospital con alguna costilla rota.- sonreí feliz,
sinceramente, imaginarme al Greñas protegiendo mi honor, era muy romántico.
-¿Por qué discutías el otro día con La puta
del chocho rojo?- se sorprendió al saber que yo les había descubierto.- Os vi
por casualidad desde el autobús.
-No tenía derecho a enviarte aquellos
emailes. Todo eso pasó hace demasiado tiempo.- se irguió y paseó la mirada por
la sala, estaba cansado.
-¿Qué explicación te dio? – no tenía sentido
que después de tantos años continuara con aquello.- ¿Sabes que quedamos una
mañana?
-Sí, me lo dijo.- meneó la cabeza enfadado.-
La he dicho miles de veces que te dejase en paz. La primera vez fue culpa de
ella que cayeses de nuevo en coma. Luego se sintió culpable, como el hijo de
puta de tu ex, que cree que puede purgar su castigo intentando volver en el
tiempo. En cambio ella piensa que ponerte las cartas sobre la mesa sin tapujos
ni suavizando los detalles escabrosos te hará recuperar la amnesia que sufres.
¡Malditos sean!
-¡Manda huevos! Es una buenísima actriz, me
pidió que firmara los papeles del divorcio.- el Greñas no tenía expresión en la
cara.- ¿Qué me sucedió?
-Antes o después tendremos que abordar lo inevitable.-
se sentó a mi lado y colocó su mano sobre mi rodilla apretándola con suavidad y
mirando a través de la ventana. – Nos enteramos por amigos tuyos de las
noticias. Tú hermana tenía una palpitación, creo que la teníamos todos. Ululaba
por el aire como un pájaro de mal agüero, una sombra que nos anunciaba la
pesadilla que íbamos a vivir.- se frotó la frente con la palma de la mano. – La
llamada nos sobresaltó a las tres de la madrugada. Las primeras noticias eran
confusas y desalentadoras. La guerrilla atacó al poblado por la noche y no
había dejado a nadie con vida. Yo no sé las veces que llamamos a la Embajada, a
las ONG de la zona, a todo el que pudimos. Pero todos nos decían lo mismo:
Todos están muertos. Creí volverme loco.- respeté el largo paréntesis que
necesitó para recuperarse.- Un día después, desesperado de escuchar las
noticias que llegaban del lugar mostraban la
barbaría sufrida, recibimos una
llamada de la Embajada. Un casco azul español, El Jerezano le llamaban, te
había encontrado bajo el cuerpo sin vida de un perro blanco, Sultán. Tu estado
era crítico, tenías un disparo…- su voz se quebró en un llanto. Le abracé con
fuerza.- Alguien te metió una bala en la cabeza.
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Emmy. Asociación Galgo Español. |
Oí en la lejanía al aullido de dolor de
Sultán que caía en mis brazos. Vi la sonrisa de un hombre que se relamía los
labios antes de disparar de nuevo su fusil sobre mí. Vi el fogonazo y el
retroceso del cuerpo de aquel hombre sin nombre y sentí el frío en mi cabeza.
Después oscuridad y silencio.