Cuadragésima segunda entrada a mi blog. No salí de casa hasta bien entrada la tarde y me fui derecha a ver a la única persona en el mundo incapaz de mentirme. Mi padre. Cuando llegué trabajaba distraído en la trastienda colocando y etiquetando marcos y álbumes de fotos. Entré sigilosa esperando pillarle infraganti pero mi padre es hombre de costumbres que poco sorprende y nunca asombra. Levantó la mirada tranquila cuando me presintió a sus espaldas. Me dedicó esa sonrisa que representaban los años más dulces de mi infancia, donde mi mundo era rosa y los unicornios se escondían en la espesura de los bosques. Le abracé con fuerza como si estuviese a punto de subir a un tren y fueran a pasar años antes de volver a vernos, y aspiré esa colonia de Heno de Pravia que usaba en todas sus versiones, pastilla de jabón para las manos, gel para la ducha y colonia para desinfectar y para perfumar. Era el aroma de mi infancia. El olfato siempre me ha jugado malas pasadas, sobre to...
Me niego a que mis historias se pudran en las carpetas de mi escritorio digital. Algún día morirá mi portátil y con él las vidas de mis personajes. Mi mente es un 80 % de imaginación y un 20 % de realidad, dicho eso te diré que este blog será un caos entretenido. ¡Feliz lectura!