El
racismo cimenta sus ideas en prejuicios infundados, personas que se sienten amenazadas
ante el desconocimiento y la diferencia. Miedo. Esta idea puedo darla cierto sentido
en el s. VII.
No
hace mucho leí un artículo de El Mundo, a grandes rasgos decía que los
seres humanos comenzamos siendo negros. La pérdida del pelaje cuando el homínido
empezó a caminar erguido, como consecuencia del incremento del ejercicio físico,
fue una adaptación al aumento de la temperatura corporal. Todos nacimos en
África, y esa piel blanca y desnuda, tuvo que acomodarse al medio hostil, oscureciendo
el tono. No entró en discusiones si África era o no el continental tal y como
hoy lo conocemos, pero sí creo que todos tenemos las mismas raíces en ese árbol
genealógico.
Los
niños entre cinco y seis años no reconocen el color de la piel como característica
de la persona. Lo aprendí con mi hijo el mayor. Su amigo es bueno en el
fútbol, simpático y amable. Los niños nacen sin prejuicios porque el racismo es
algo social, no innato.
Descubrí
el racismo, la esclavitud, de la mano de la literatura, La cabaña del Tío Tom. Es una historia
lejana en el tiempo, esto da seguridad al niño, un refugio para seguir pensando
que el mundo es hermoso fuera de nuestro cuarto.
Cuando
se público por capítulos esta novela, La cabaña del Tío Tom, generó entre los
lectores, interés. Esta historia tenía que haber pasado inadvertida pues el
medio que la publicó era insignificante, National Era. Pero el público se
conmocionó.
Una novela desgarradora, que narra con dureza el abuso psicológico, físico y
sexual que soportaron los esclavos. Una historia que cuenta la vida real de
personas que conoció la escritora.
Mi
hijo conoce el racismo, en pleno s. XXI, ¡qué fracaso de humanidad! Avanzamos
al paso del cangrejo. La lectura elegida por el Instituto para que reflexione
sobre el tema, es, Rosa Park, La lucha contra el racismo, de Paola Capriolo.
Rosa Park, una mujer afroamericana que dijo que las cosas podían cambiar. Todo
comenzó en un autobús. Indignado por lo sucedido un jovencísimo Martin Luther
King organizó una oleada de protestas. Treinta mil afroamericanos participaron
en una marcha de nueve kilómetros.
Si preguntamos a nuestro alrededor, nadie es racista, pero que sencillo es el insulto, ¡cállate puto negro! Hay personas muy ignorantes que necesitas despreciar a otras para sentirse mejor, para subir la autoestima o buscando llamar la atención por muy efímera que esta sea. Quizá por mi forma de pensar no comprendía el alcance de la amistad. No es fácil hacerse amigos de otras razas. Por eso es importante hablar del racismo, que conozcan el origen y la lucha de cientos de personas que dieron su vida para lograr la igualdad. No hay gente de primera ni de segunda. No se puede mirar hacia otro lado. Pero hay que estar preparado, qué hago, no hay que alterarse, ni hacer un drama, por dos razones. Una y la más importante, por el amigo, su color de piel no es importante, ni tan siquiera significativo; dos, no se puede alimentar el ego del que actúa con maldad.
Hoy hablamos de personas afroamericanas como si fuera el único racismo, y no es así, solo sigo la línea de los libros mencionados, pero lo sufren también los chinos, los indios, un largo etcétera.
No es locura este último apunte. Mi infancia está llena de comentarios despectivos al color rojizo del pelo de mi padre, incluso de anécdotas tristes, por su cojera, que terminó en una parálisis por padecer de niño poliomielitis.
Una gran lectura que abrirá más de una mente.
Si preguntamos a nuestro alrededor, nadie es racista, pero que sencillo es el insulto, ¡cállate puto negro! Hay personas muy ignorantes que necesitas despreciar a otras para sentirse mejor, para subir la autoestima o buscando llamar la atención por muy efímera que esta sea. Quizá por mi forma de pensar no comprendía el alcance de la amistad. No es fácil hacerse amigos de otras razas. Por eso es importante hablar del racismo, que conozcan el origen y la lucha de cientos de personas que dieron su vida para lograr la igualdad. No hay gente de primera ni de segunda. No se puede mirar hacia otro lado. Pero hay que estar preparado, qué hago, no hay que alterarse, ni hacer un drama, por dos razones. Una y la más importante, por el amigo, su color de piel no es importante, ni tan siquiera significativo; dos, no se puede alimentar el ego del que actúa con maldad.
Hoy hablamos de personas afroamericanas como si fuera el único racismo, y no es así, solo sigo la línea de los libros mencionados, pero lo sufren también los chinos, los indios, un largo etcétera.
No es locura este último apunte. Mi infancia está llena de comentarios despectivos al color rojizo del pelo de mi padre, incluso de anécdotas tristes, por su cojera, que terminó en una parálisis por padecer de niño poliomielitis.
Una gran lectura que abrirá más de una mente.