Cuadragésima Primera entrada a mi blog.
Pedir ayuda.
¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda? Está
claro, pedir ayuda es el segundo paso, el primero es reconocer que tenemos un
problema. Para reconocer un problema previamente tenemos que analizarnos y
valorar nuestro estado de ánimo, incluso reflexionar sobre lo que nos empeñamos
en ocultarnos a nosotros mismos. ¿Y si mi problema no tiene solución? ¿Para qué
voy a airearlo? Todos los obstáculos pueden saltarse, vadearse o incluso
eliminarlos a cabezazos, y si otro lo puede hacer ¿cómo no voy a ser capaz yo?
Además, nadie calza mis zapatos para poder ponerse en mi piel, eso de la
empatía, lo vamos a dejar a un lado, el que nunca ha sufrido no sabe lo que es
el dolor y no se puede poner en mi pellejo. También pienso que cuanto más se
habla de una cosa más bombo le damos, es hacer una bola de nieve inmensa, y
entonces no habrá quien la pare ladera abajo. Cualquier tipo de ayuda que
reciba de otro, hará que este se crea dueño de mi persona, y termine
aconsejando en cualquier nimiedad, privándome de mi libertad como sujeto. ¡Paso
de pedir ayuda!
Antes de pedir ayuda lo primero es solucionar
este remordimiento que me acompaña desde que discutí con el Greñas y cedí al
embrujo del mismo diablo. ¿Qué es el remordimiento? Según la RAE, es un
sentimiento de culpa que tiene una persona por algo que ha hecho y que la
intranquiliza. Pues es totalmente correcto, tengo remordimiento. Pero a mí este
sentimiento me persigue tanto de día como de noche, si lo hago porque lo hice y
si no lo hago porque no lo hice, esto hace que siempre me debata entre el “Sí y
el no”, incapaz de tomar una decisión por la carga que posteriormente conlleva.
Si no hubiese ido a cantarle las cuarentas al Greñas, me encontraría en
idéntica situación, pero con la desazón de no haber puesto los puntos sobre las
“i”. Y ahora para calmar mi yo interior debo deshacer lo hecho, quizá pidiendo
perdón, arrodillándome y suplicando que olvide todo lo que sucedió; modificar
mi conducta no suele acarrear nada bueno, me sentiré fatal por ceder ante mi yo
cargante y desquiciado, y vuelta a empezar.
Siempre pienso que mis faltas son
imperdonables, tanto por alusión como
por omisión, y por lo tanto nadie me
puede perdonar. Mis padres dicen que busco la perfección y esto me hace a estar
insatisfecha con todo lo que hago, no creo ni mucho menos que sea así. Simplemente
pienso que las expectativas que los demás proyectan sobre mí terminan siendo
una losa pesada y cuando en sus ojos veo la decepción, como ayer con el Greñas,
llega esta sensación de culpa que paraliza mi vida, pues a todas horas revivo
una y otra vez lo sucedido. ¡Ojalá pudiese extirparme la conciencia! Pues su
remordimiento es el que sume mi vida en un paréntesis largo y destructivo.
*Perdóname por lo de ayer.-un breve whatsapp
al Greñas pero no me siento mejor por ello. Y es sincero.
No contesta. Tampoco está en línea. Quizá me
ha bloqueado para desvincularse del todo de mí. Me mata la espera. Aunque si
analizamos lo ocurrido El Greñas se lo buscó al llamarme como un poseso, y si
mi madre se hubiese caído en la calle o a mi padre le hubiesen robado la tienda
o en el peor de los casos mi no hermana hubiese descubierto que era hija
adoptiva y se pierde en busca de sus verdaderas raíces, esto es falso, no caerá
la breva. Podían ser muchos los casos por los que yo hubiera desertado. Cierto que
no era ninguno, escapé por no estar con la Rubia y la Portes, pero él no lo
sabía.
Me mata mi propio yo interno, no hace más que
hablar y hablar sobre lo sucedido, es el peor dialogo que tengo conmigo misma,
cuando me invade la culpa. En el fondo y siendo sincera, me duele el daño
infringido al Greñas, es atento, cordial y siempre dispuesto.
*No hay nada que perdonar.- se ilumina mi
pantalla con su mensaje.- Se me acumulan los sentimientos, quiero llegar a la
meta cuanto antes y luego me doy cuenta que nunca la velocidad fue la solución.
Odio cuando la gente habla sin decir, cuando
tienes que interpretar qué coño están intentando contar, es como mi padre y sus
metáforas con la pesca.
*¡Claro!- pero también podía poner oscuro o
calor o frió. Ni pa pa de lo que quieres que entienda.
*La paciencia siempre fue una constante en mi
personalidad, no podría dedicarme a esto sin paciencia. Pero requiere un
autocontrol de los sentimientos que en ocasiones se desbordan.- un emoticono
con cara de pena, con los ojitos cerrados y mirando al suelo.- Ayer fui
impulsivo y me equivoqué.
*¿Lo que noto son remordimientos?
*No, miedo.
No sé qué decir, que se añade a este desnudo
de la intimidad del Greñas. Nunca tengo la palabra adecuada en la boca ni la
frase de consuelo acertada.
*No volverá a suceder.
*(Me coloca un emoticono de esos con una
expresión triste y resignada)
*Te lo juro.- quiero que comprenda que nunca
volveré a defraudarle que si me comprometo iré aunque la Tierra se parta en dos
mitades.
Y en la soledad de mi habitación tumbada en
la cama pendiente de la respuesta del Greñas que sigue en línea y me lo imagino
mirando mi último mensaje, escucho su voz en la lejanía.
-¿Qué se siente?- su rostro iluminado por los
primeros rayos del sol, muestran la felicidad de la tarea lograda tras horas de
espera y nervios.
-Una gran alegría.- contesto sin resuello.
-Te dije que esto era lo tuyo.- me abraza y
me besa la frente.
Ambos miramos al perro negro con las patas
blancas que nos mira asustado dentro de la jaula.
-Y ahora qué.- miro con tristeza sus ojos
marrones, asustados y temblorosos.- ¿Qué será de él?
-Le buscaremos una protectora. Es joven y
tendrá muchas posibilidades. ¡Y es bien parecido!- le tiende los dedos por los
alambres y no duda en olfatearlos pasando sus ojos de uno a otro con interés.
-Creo que no.- me mira el Greñas con
curiosidad.- Este es nuestro. Se llamará Fox.
El Greñas ríe divertido me coge de la cintura
y giramos abrazados. Me deja en el suelo y asiente feliz. Y me besa los labios
con ardor. Siento su piel sobre la mía, sus besos saben a menta, reconocería
ese sabor en cualquier prueba a ciegas.
El móvil me regresa a la realidad.
*¿Quieres regresar con tu Ex?
¡Joder! ¿Qué dice? ¿Tan ambigua soy? ¿Con tan
poca personalidad me ve?
Miro la pantalla y algo en esa pregunta me
resulta familiar, como un deja vu. Esa pregunta se repite en mi cabeza cientos
de veces, la veo escrita otras tantas y me veo contestando en todas lo mismo:
*No. Nunca. –y creo que debo sincerarme.-
Siento un vacío constante. La ausencia de alguien. Me preguntaba si era su
cariño el que añoraba, su compañía la que recordaba… pero ayer descubrí que no
es a él a quien busco y no encuentro. Llámame loca, pero siento que estoy
incompleta. ¡Buenos días! Mañana no iré a residencia, no estoy con fuerzas.
Espero que lo comprendas.
*Descansa. Y gracias.
Podía preguntar por qué me da las gracias,
pero por hoy está todo dicho.
¿Y ahora qué hago con todo lo que me está
sucediendo?
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Samsa. Asociación Galgo Español. |