Cuadragésima
segunda entrada a mi blog.
No salí de casa hasta bien entrada la tarde y
me fui derecha a ver a la única persona
en el mundo incapaz de mentirme. Mi padre.
Cuando llegué trabajaba distraído en la
trastienda colocando y etiquetando marcos y álbumes de fotos. Entré sigilosa
esperando pillarle infraganti pero mi padre es hombre de costumbres que poco
sorprende y nunca asombra. Levantó la mirada tranquila cuando me presintió a
sus espaldas. Me dedicó esa sonrisa que representaban los años más dulces de mi
infancia, donde mi mundo era rosa y los unicornios se escondían en la espesura
de los bosques. Le abracé con fuerza como si estuviese a punto de subir a un
tren y fueran a pasar años antes de volver a vernos, y aspiré esa colonia de
Heno de Pravia que usaba en todas sus versiones, pastilla de jabón para las
manos, gel para la ducha y colonia para desinfectar y para perfumar. Era el
aroma de mi infancia.
El olfato siempre me ha jugado malas pasadas,
sobre todo en los momentos donde ando arrastrando mi pena como el condenado al
cadalso. Recuerdo con tanta claridad aquellos años, deseaba crecer y ser mayor
para descubrir mundo, ahora daría lo que fuese por volver a ser niña y que mi
única preocupación sea si mi madre de merienda me dará pan con chocolate,
aprovechar el tiempo al máximo con
juegos y risas, pues eso fue lo que marcó mi infancia. Dicen que se
evoca con más claridad los recuerdos que tienen una mayor carga emocional. Tenía
que terminar con aquello, me encanta meterme el dedo en la llaga.
-Papá.-mi tono serio hizo que temblara su
labio superior.- Llevo unos días donde sueño despierta. No son recuerdos de mi
pasado, son fragmentos de una vida que no he vivido.-mi padre miraba a través
del cristal esperando al cliente salvador de un momento donde sabía que
terminaría entre la espada y la pared.- Es complicado de explicar. Siento el
viento sobre la cara, el rocío de la mañana sobre mi ropa, la fatiga de la
espera en mi pecho y la alegría al ver el resultado final, la felicidad al ser
abrazada y… -“sus labios sobre los míos” iba añadir pero me parecía algo subido
de tono para mi padre.- Se supone que son los recuerdos de mi primer rescate
con el Greñas, pero no sucedió así, fueron dos galgos y no un cachorro negro y
miedoso.
-¡Ay cariño!- se lamenta mi padre y me sujeta
la mano con delicadeza.
-Durante todo el día he sentido su presencia.
Al salir de la ducha le vi enroscado en la alfombrilla, al andar por el pasillo
escuché sus pisadas tras las mías,… sé que le gusta dormir sobre mi pie
descalzo, que antes de dormirme le arropo, que su juguete preferido es un
Peluso más grande que él y que compré en el veterinario. Y si buscas Peluso en
el diccionario no encontrarás la definición porque es el nombre que le dimos a
su juguete de cuerdas. Y no me confundo si te digo “dimos”.
-Son sueños…- vaciló.
-¿Sueños tan reales como que tú y yo estamos
aquí hablando? –meneé la cabeza negativamente.- He pensado en el perro que fui
a adoptar con mi ex, del cual no tenía recuerdo si no fuera por esos correos
envenenados que mandó mi examiga. Pero se me antoja color canela y no negro.
-No tengo respuestas.-siento pena de la
angustia que le hago padecer.- Tu madre tiene mejor memoria para estas cosas.
Pudo ser algún perro de una amiga al que cogieras cariño.
-No lo creo.
El tiempo se dilate mientras observo el
nerviosismo de mi padre colocando los pedidos de fotos por orden numérico.
-¿Cuál es tu mejor recuerdo?-le pregunté.
-Cuando nacisteis tú y tu hermana.-y sonríe
tiernamente.
-Mi mejor momento es un recuerdo que nunca
existió.-los ojos de mi padre se llenaron de lágrimas pero estaba demasiado
absorta en terminar.- ¿Estoy volviéndome loca?
-Estás confundida…
-¿Cómo se llama el perro de mi hermana?
-Tu hermana no tiene un perro, es un gato
zalamero, podría pasar por uno de ellos.- intenta desviar mi atención, pero estoy
obcecada en conseguir respuestas.
-En Navidades vi como su marido llevaba uno
en brazos.- mi padre mira al techo.- ¿Cómo se llamaba ese perro?
Y como siempre mi padre es salvado por mi
madre que entra sin aliento en la tienda. Está claro que ha mandado por el móvil
algún tipo de SOS, la casa de mis padres está al otro lado de la calle, lo que ha
tardado en bajar los peldaños de dos en dos.
-¿Cómo no avisas?- me planta dos sonoros
besos.
Ya no hay nada que rascar pero sigo
intentando saber que ocultan con tanto celo.
-¡Mamá! ¿Cómo se llama el perro de mi
hermana?
-Tu hermana tiene un gato, se llama Gollum.-se
quita el abrigo y nos muestra su delantal de cuadros amarillos, tan antiguo que
está blanquecino. – El que llevó a la cena de Navidad era de un amigo.
-¿Cómo se llama?
-¿Qué importancia puede tener eso?-mi padre
carraspea, se a rasca el remolino de la cabeza y sigue recolocando lo colocado.
-¿Cuántas veces tengo que repetir cada
pregunta para qué me contestéis?- pongo cara de fastidio.
-Fox, se llama Fox.-y aquí tengo un clavo al
que agarrarme.
-¿Por qué se lo dejó?- y lo sé. Le asustan
los petardos.
-Tiene miedo a los fuegos artificiales y en esas
fechas la gente los debe encontrar gratis en las cajas de cereales, porque a
todas horas los explotan.- Vamos a casa y te tomas un café con unas rosquillas
que estoy haciendo para tus sobrinos.
Mis sobrinos. ¿Cuándo he tenido sobrinos? No recuerdo
nada de ellos. Estuve en la boda de mi hermana que me lo pasé bomba con mi
examiga y los amigos de mi cuñado, fui a comer varias veces a su casa, lo de
comer es mucho decir, mi no hermana confunde el muy hecho con el churruscado
tirando a carbón. Luego me casé y aquí todo es algo oscuro. Y entonces vuelve a
pasarme de nuevo.
-Te voy a decir una cosa, me mola tu
hermana.- el tono divertido y desenfadado del Greñas me hace sentir repleta.
-Está casada.- le pongo un mohín triste.- Y
te gusta porque lleva pelos de gato hasta en el carnet de identidad.
-Eso es una grosería.- me dice riendo.
-Eres tú que tienes la mente sucia.-le
abrazo.
Le beso en los labios, retiene mi cabeza
cuando me separo unos centímetros y me vuelve a besar con más pasión y avidez,
un beso largo y dulce, un beso con una gran atracción física con un deseo de
llegar más lejos de estar más cerca. Y entreabro la boca mientras mi madre me
observa. Siento sus labios sobre los míos. La suavidad de su piel es una
sensación que me pone los pelos de gallina y no la dejo escapar. Me agarro con
fuerza a este momento, a un recuerdo de otra yo en otro mundo.
Cuando me besó en la frente antes de salir de
los cheniles sentí protección, admiración y respeto. Era un beso familiar y
cotidiano. Pero sueño con besos en el cuello, como cuando le soñé en una cama
repleta de almohadones blancos jugando con un gato negro, con la yema de los
dedos rocé allí donde posó sus labios.
-¿Alguna vez me he quedado con el gato de mi
hermana en mi casa?
-Sí, cuando se iba de viaje.
Por qué siento que esta yo no es real. Soy
una impostora.
![]() |
Minerva. Asociación Galgo Español. |