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Tormenta de Galgos. 39



Trigésima novena entrada a mi blog.

Y salgo del coche y remoloneo mirando la rueda delantera como si entendiese algo de neumáticos, compruebo si están bien hinchadas como si se tratase de la rueda de una bici y miro los dibujos que sé son lo primordial para un buen agarre, lo he visto en un anuncio.
El Greñas me ha mirado de reojo un par de veces, está molesto, no me digáis porque lo sé pero es como si le conociese de toda la vida, su pose tensa y su paso marcando talón, le delatan. Entra a la residencia para coger el resto del material. Sale la Rubia acompañada de la Portes, ambas me saludan con desgana y yo contesto con la misma efusividad, ¡Qué las folle un pez!

Guardan cosas en la furgoneta y recolocan el botiquín, y mi alma se agita, no tengo ni una pizquita de ganas de ir con ellas a ningún  rescate. ¿Para qué coño me necesita a mí si lleva a toda la tropa? ¡Qué ganas de joder la marrana! Pero no me queda otra que avanzar y subirme a esa furgoneta y aguantar mi cabreo.
Suena un whatsapp de mi móvil y como es lo único que tengo para seguir fingiendo que estoy liadísima, lo contesto con rapidez. Sorpresa, sorpresa… mi ex me quiere ver un día de estos, y mi dedo índice que está desconectado de mi cerebro está escribiendo: “¿Cuándo?” y no me lo puedo creer, estoy esperando con impaciencia la respuesta para no subir a esa furgoneta, para tener una escusa y escapar. “Ahora”, me contesta. ¡Gracias al cielo que hay piedad! Me da igual aliarme con el mismo diablo para escapar de la Rubia y la Portes, me hacen sentir siempre incomoda, tensa… ¡Qué las zurzan!

Me giro sobre mis pasos y me encamino de nuevo al coche, lo abro y antes de entrar las digo: “Me voy me surgió algo”. Tienen una expresión bobalicona de alivio que me da rabia irme, las hubiese jodido un poco la mañana pero estoy con el alma algo turbia como para aguantar una pelea dialéctica entre líneas.  

Y para no perdernos en memeces de cómo estaba el tráfico hasta llegar a mi cita en la cafetería de siempre, pues ese es el lugar de nuestros encuentros más felices, avanzo hasta el momento en el que nos sentamos cada uno con su taza humeante en las manos, él un exprés cargado y yo un té verde con tres gotitas de limón. Ya estaba esperándome en la puerta cuando hice acto de presencia. Siempre tan elegantemente vestido, con aquel olor tan penetrante, me sentí como si el tiempo hubiese retrocedido, estábamos frente a frente  como cuando intentaba cortejarme con aquel gusto refinado algo arcaico. ¡Ojalá un bucle temporal borrase de mi vida esos años tan amargos que dejó tras él! Aunque no puedo asegurar que no cometiese los mismos errores. 

-¡Madre mía no te habría conocido en la vida!- lo dice por mi chándal y mi cola de caballo, antes era algo más exquisita vistiendo y más coqueta con mi apariencia, siempre maquillada y con mi melena lisa con las puntas rizadas hacia fuera.
-Me has pillado de rescue.- me mira sin comprender.
-Íbamos de rescate de unos perros.- él asiente divertido.
-Es cierto, alguien me contó que te habías vuelto un perro flauta, pero no me lo creí.- y se ríe ante su propia gracia.
Mi exmarido siempre pensó que los que luchan por los derechos de los animales o incluso de las platas, son los que no tiene neuronas para dedicarlas a nada productivo, los que malgastan los dineros de sus padres y viven del cuento a base de limosnas o en muchos casos de la picaresca.
-Siempre me gustaron los animales.- le digo algo desafiante, pero parece inmune o con la mente en otro lugar.
-Es cierto, eras bastante pesada.- se ríe de nuevo, yo sonrió sin ganas.- Pero hablemos de ti, ¿Cómo te encuentras? Me dijeron que habías salido, y que estabas bastante bien. Siempre me he sentido responsable de lo que sucedió entre nosotros. Eras muy joven y supongo que te faltaba esa madurez… Me lo decía mi hija pero me comporté como un chiquillo caprichoso.- vuelve a reírse.- No le caías bien a nadie de mi familia ni a mis hijos ni a mis hermanos...- ríe de nuevo.- Ni a mi madre y eso que estaba senil, y en sus pocos momentos de lucidez me decía: “A esta chica la falta un hervor”- y ríe sin control.- ¡Cómo la echo de menos! Murió hace dos años. 

Pide otro café, sigue inyectándose cafeína en vena, era capaz de ingerir veinte o más al día sin perder el sueño ni una noche. Yo niego con la cabeza cuando me ofrece la posibilidad de repetir, pero mi tetera sigue llena y mi taza vacía. Sinceramente estoy perpleja de que una vez pudiese amar a un tipejo como este. 

-No me cuentas nada de ti, ¡venga!-me anima con la mano como si fuera un perro al que se le achucha un hueso.
-Poco tengo que contarte…
-¿En qué trabajas?- me aborda como antaño interrumpiéndome sin delicadeza.
-Con mi padre.
-O sea que vives de la caridad de tus padres.- menea la cabeza pesaroso.- Eso es lo que me da rabia, me siento responsable de que tu carrera se fuera a la mierda, pero digo yo ¿qué culpa tengo de que rompieras con el mundo tras lo nuestro? Te ahorcaste tú solita. Ahora no tienes nada donde agarrarte. No es que fueras una lumbrera pero gente con muchas menos luces, están ahí. Vives de tus padres y rodeada de perros y gatos, que visión tan lamentable.
Y creo que lo mejor es que este tipejo con el ego por las nubes hable sin descanso hasta que se me hinchen los ovarios y le reviente la próstata, pero por alguna razón sus palabras me hieren más de lo que yo deseo.
-Me gustaría que me dejaran tus amantes de dar más por culo…
-Eso sí lo he comprobado, tienes un lenguaje soez que me sorprende, con lo mojigata que eras. –sonríe divertido.- ¿Te refieres a la pelma de tu amiga?- confirmo con la mirada.- Hace años que no sé de ella, ¡Señor qué cruz! Otra que quiso hacerme responsable de no tener donde ir cuando lo nuestro llegó a su fin. Supongo que es la desgracia de la gente como yo.- y toma un sorbo de café.- ¿Dónde has dejado a tu paladín? Hablando de gilipollas, y usando este vocabulario que tan bien dominas ahora, estoy cansado de sus amenazas.

Y sueña mi móvil mientras pienso de quién está hablando. Veo la pantalla, es el Greñas y corto. Sigo pensando quién es ese paladín. Y suena el móvil de nuevo. Corto. Tanta interrupción parece molestar a mi exmarido que nunca llevo bien no ser el centro del mundo, parece que hasta las llamadas a mi móvil hacen sombra a tanto ego.

-¿A quién te refieres con paladín? –me clava los ojos en los míos. Suena de nuevo esa llamada persistente y repetitiva.
-¡Contesta!- me ordena.
Y cojo el teléfono porque quiero respuestas.  
-¿Qué quieres?- le digo de mal talante por tanta intromisión.
-¿Dónde estás?- me grita.
-¡A ti qué coño te importa!- levanto la voz convirtiéndonos en el centro de la cafetería. – Estoy tomando café con mi ex. Ya tenías suficiente ayuda. ¡Joder!
Pero el Greñas me ha colgado. ¡Manda huevos!
-¿Quién era?- pregunta interesado pero incomodo, supongo que será por los ojos que nos miran con curiosidad.
-Un tío que trabaja en la residencia.
Llama al camarero y pide la cuenta. Algo ha cambiado. Está nervioso. Suena su móvil y mira la pantalla, seguidamente se levanta coloca un billete de veinte euros sobre su taza y se acerca a mí besándome la frente. Me sonríe tiernamente como un padre lo haría con su hija pequeña que no va al colegio por tener un resfriado.
-No sabía la verdad. Lo siento.- se coloca la chaqueta.- Espero que vuelvas a ser la que eras.Salé a la carrera y coge un taxi. 

Yo no sé qué pensar.

Minerva. Asociación Galgo Español.

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