Ir al contenido principal

Tormenta de Galgos. 14



Decimocuarta entrada de mi blog.

Me acerqué con sigilo al Greñas que no perdía de vista a la pareja que caminaba con tensión por el recinto. Mi sombra se proyectó alargada sobre la de él fundiéndose en un abrazo infinito. Se giró despacio y me miró por encima de las gafas de aviador.
-¡Vaya, vaya 1324!- le tendí el arnés rápido, fue más un lanzamiento.- No esperaba verte en la reunión de “mamacitas”.
El Greñas era amigo de etiquetar, me sonreí divertida por dentro porque por fuera seguía sería y molesta. Aquel hombre que caminaba junto a Lana desprendía tensión, respiraba tirantez y sudaba rigidez, no me gustaba para Lana.
-¿Qué?- me espetó.
-Hacía tiempo que no veía a Lana, esta genial.- desvíe la conversación, quién era yo para decir si aquel hombre era bueno o malo para ella, no le conocía y no podía caer en prejuicios infundados basados en qué, en aire, en un hombre estirado.
-Desde que la sacamos de la perrera.- contestó secamente.
-Se la ve genial.- por primera vez, quería suavizar la conversación y no tensarla hasta sacar a uno de los dos de las casillas.
-Está bien cuidada, mimada y consentida.- rió divertido.
-¿Está contigo?- meneo la cabeza negativamente.- ¿Con tu novia?- a mí que me importaba con quién estuviese, pero necesitaba saberlo.
-Conmigo estaría sola todo el día. Dice mi madre que a mí no se me cae la casa encima, y tiene razón, paro por ella en contadas ocasiones, llamo más hogar a mi furgoneta que a esas cuatro paredes.- se quedó mirándome a los ojos directamente con un gesto seductor en los labios.- No tengo novia.- puso un mohín de tristeza.- Se la llevé a mi hermana.
-¡Genial!-no era capaz de sostenerle la mirada y fingí prestar atención hacia la pista, aunque en realidad le seguía observando por el rabillo del ojo.
-¿Genial lo de la novia o lo de mi hermana?- y rompió en un carcajada sonora cuando me sonrojé y atraganté con mi propia saliva.- Es broma 1324. ¿Por qué decidiste salvar a Lana?
Vacilé si seguir hablando o irme donde las “mamacitas”, no es que me guste mucho el nombre pero me basta por ahora. Sinceramente el Greñas no me desquiciaba como la Rubia, dónde andaría, ni la mantas, o la portes que seguro me mandaba con otro recado a tomar por culo, y no estaba dispuesta a pasarme la mañana como una peonza al son de esa tía. Además me daba el solecito en la espalda y estaba a gustito.
-¿Por qué decidiste salvar a Lana? Me lo debes.- yo debo qué a quién, pero no quería empezar un intercambio dialectico borde y lo deje correr.
-Fue por una historia que leí.
-¿Cuál? No me gusta sacar las palabras con sacacorchos pero no tengo nada mejor que hacer en este momento y me gustaría escuchar esa historia.- se recostó en la verja, entrelazando los brazos sobre el pecho y apoyó una pierna sobre la otra, una pose relajada.- ¡Venga!
-Un grupo de mujeres y niños caminaba por una carretera polvorienta, huían de los señores de la guerra que luchaban por las minas de la región; a su paso arrasaban pueblos enteros quemando cosechas y casas, envenenando los pozos de agua, secuestrando a los niños que podían sostener un arma convirtiéndolos en soldados para la causa, violaban a la mujeres y a las niñas,… - el Greñas se enderezó y metió las manos en los bolsillos.- Varios camiones que escapaban de aquel infierno fueron parando y recogiendo a esas mujeres y esos niños, menos a una madre y sus tres hijos. El último camión pasaba a su lado y ella no extendió la mano para pedir ayuda, ni suplicó por el bebe que llevaba entre los brazos chupando un pecho seco y ajado, ni por el pequeño de tres años que cargado a la espalda de su hermano de siete años se sornaba los mocos y espantaba las moscas de los ojos con una mano huesuda; continuó caminando como si no pasasen por la carretera, como si los que antes formaban un grupo con ella, no hubieses desaparecido en aquellos destartalados camiones. Pero el camión se detuvo a su lado y una mujer saltó de su interior. Hubo una disputa pues el niño de tres años no podía subir, la madre y los otros dos sí, pero aquel niño era hijo de los malos espíritus, un brujo, traería mala suerte a todos ellos, morirían sin alcanzar los campos de refugiados de la ONU, había que dejarle a su suerte en aquella carretera. La madre se negaba a abandonarlo y la mujer no comprendía aquella necedad, aquella superstición absurda.
Guardé silencio. La garganta era esparto y las palabras dolían al salir por mi boca.
-Al final el camión se alejó y allí en la carretera quedaron las dos mujeres junto al niño albino hijo de los malos espíritus. El niño mayor decía adiós con su mano derecha cerrada en un puño, en ella llevaba un papel pulcramente doblado para entregar al primer casco azul que encontrase al llegar al campo, en la izquierda apretaba contra su pecho a su hermano recién nacido. No hubo más camiones, durante kilómetros no se cruzaron con nadie, nadie. Dos días después entraban en un campo de refugiados que tenía kilómetros de distancia, miles de personas aguardaban cualquier tipo de ayuda, se escuchaban lamentos y rezos. ¿Cómo iban a encontrar a los dos niños?
 “Lo primero fue encontrar a los cascos azules que iban y venían con las provisiones que caían desde el cielo con aquellos paracaídas negros. Pero nadie sabía nada de dos niños y una nota. La desesperación se dibujaba en su rostro. Veinticuatro horas más tarde alguien había escuchado algo de una nota escrita en varios idiomas. Eran ellos. Corrieron donde aquel soldado que repartía mendrugos de pan duro indicaba con un dedo enguantado, una tienda de campaña de la cruz roja. Entraron a la carrera, pero allí no estaban, la desolación fue tan grande que la madre cayó al suelo llorando y golpeándose el pecho con los puños cerrados mientras que aquel niño albino intentaba abrazarla con su cuerpecito esquelético. Pero la otra mujer no estaba dispuesta a rendirse todavía, preguntó a unos y otros y un joven casco azul que tenía una infección en la boca, le explicó entre balbuceos que un hombre y sus dos hijas habían llegado con una nota y salido para otro campamento, al español que estaba a un kilometro de allí, en busca de no sabía qué soldado de Jerez de la Frontera. Era fácil unir las piezas, robaron la nota al muchacho y la usaron como salvoconducto para escapar. La mujer no sentía rabia, comprendía la picaresca. Iba a ser imposible encontrar a los niños.
El Greñas no tenía expresión en la cara. Creo que si un avión se hubiese estrelladlo en aquella pista ni cuenta se habría dado. La Rubia hizo acto de presencia por la esquina más alejada, yo me giré para verla llegar con una minifalda vaquera, metida en un top morado y una cazadora de cuero rosa subida en una plataforma de vértigo de color fucsia, nadie dijo que la extravagancia no pudiera ir conjuntada en una gama tonos cromáticos. Traía con ella a Nina que caminaba echándola rápidos vistazos por el rabillo del ojo, ¿quién dijo que los perros no veían más que en blanco y negro?
-¡Dios del amor hermoso!- se me escaparon las palabras por la rendija de los labios.
-¡Hola 1324!- me dijo secamente, tendiendo la correa al Greñas que no dejaba de mirarme.- ¡Toma!
El Greñas cogió la correa sin interés. La Rubia parloteaba sin descanso pero me di cuenta que había un vacio entre él y yo, que no se había roto la conexión, estábamos solos en aquel circulo y la historia estaba flotando en el aire.
-¿Los encontraron?- me sujeto por el hombro cuando intenté salir del circulo. Era suplica lo que mis oídos captaron.
-¿A quién hay que encontrar?- el intentó vano de la Rubia por formar parte del momento hizo que desapareciera en el aire el encanto existente.
Me alejé unos pasos de ellos dos y la Rubia ocupó mi lugar colocando sus altas plataformas en las huellas que dejaron mis zapatillas de deporte.
-¡1324!- gritó el Greñas.
-Tres días más tarde.
-Gracias.
Los finales de las historias deben de ser felices para que la gente tenga esperanza en el futuro.

Entradas populares de este blog

TIBIO TÉMPANO DE NUESTRA CALIDEZ.

Con esta novela me sucedió como con otro escritor que voy leyendo a cachitos, porque son amantes de los diálogos monologuistas, largos y con pocos puntos y aparte. Qué ocurre con esto, pues que se trasforman en páginas y páginas en el eBook, agota la vista y distrae. Empecé leyéndola en el móvil porque me quedé sin luz en mi eBook, pero era muy largo los textos, se hacía pesado, lo dejé por cansancio ocular, ahora sigo las órdenes tajantes de mi familia y amigos, << ¡Cuídate la vista!>>. Llegué a casa y la descargué en el libro electrónico, pero tengo una costumbre, la primera imagen que público es cuando comienzo la lectura, no repito la foto, por eso la imagen no encaja con mi habitual protector florido tan característico en mí. Me enganchó mucho ese primer discurso que nos narra el escritor en boca de Moreno Cabello, que no le gusta nada los medios y se nos presenta como una mujer ruda, profesional y solitaria. Es cierto que la perseverancia de esta investigad...

MOLINOS DE VIENTO.

Me gusta la narrativa de Luján Fraix, en muchas ocasiones su prosa es poética y llena de matices, detalles que te muestran una imagen sin estar cargada de molestas descripciones. Muchas veces me dice que mis lecturas, las que me gustan y emocionan, no corresponden con sus obras, yo discrepo pues disfruto con sus palabras. Me apasiona la historia, y siempre da maravillosas pinceladas, reflejo de su pasión por este tema; en estos cuentos breves nos narra las vicisitudes de dos inmigrantes franceses que huyen de la guerra franco-prusiana, y nos describe sutilmente la situación sociopolítica que se encuentra en la patria que les acoge, Argentina. Aparece también ese personaje tan querido por mí, del que me quedé prendado en La   nodriza esclava, y que he visto en más ocasiones en sus cuentos, creo recordar que en Los duendes de la casa dulce, Isabel Law, y aquí nos vuelve a meter de lleno en la corte de Enrique VIII, una vida dramática en un momento convulso de la historia. En la ...

El otro hijo