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Asociación Galgo Español. |
Lo primero que me enseñaron en la Residencia es a no tener prisa, a no forzar las cosas y a mirar cada señal de calma. Cuando un perro no acude a nuestra llamada, nosotros elevamos la voz un poco más y pensamos: "Me torea, me desobedece....", aumenta nuestro nerviosismo porque tenemos prisa para ir al trabajo o simplemente porque vemos en la actitud de nuestro perro una indisciplina intolerable e inaceptable; luego se acerca despacio, con el hocico pegado al suelo o mirando hacia los lados evitando cualquier contacto visual con nosotros, ¡Maldices!
Pero aquí aprendí que recuperar la confianza en el ser humano lleva su tiempo, que el galgo, como cualquier otro perro, tiene unas señales naturales que nos comunican su estado pero no las comprendemos y lo primero que debemos es aprender esas señales.
Cuando un galgo clava el hocico en el suelo nos está diciendo:
"Estoy en paz, no busco problemas.".
Cuando mira hacia los lados, nos dice:
"Estoy en paz."
Cuando un perro hace sus movimientos más lentos intenta tranquilizarnos, trasmitirnos la calma que hemos perdido, sin movimientos bruscos ni agresivos.
No proyectemos nuestros defectos en ellos, nunca intentan enojarnos si no ayudarnos como pueden.
El Greñas dice que tengo un "don", el mismo que me falta con los de mi especie.
Trabajo semanalmente con ellos y no dejo de instruirme.
He aprendido a tragarme las lágrimas cuando los veo llegar; cuando se esconden en lo más profundo del chenil y pegan su frente a la pared, escuchas su sollozo profundo que sale de lo más hondo de su garganta; cuando rehusan tu caricia con terror y tiemblan si te acercas. Busco consuelo en las palabras del Greñas: "Nosotros somos el principio de una nueva vida", pero solo tienen sentido cuando con el paso de los días que suman semanas les ves acercarse una mañana y poner su hocico humedo bajo tu mano inerte, cuando después de acariciar sus cabecitas te miran a los ojos, y ya no hay miedo.
¡Feliz lunes!