Los ángeles sin
alas
Es
una maravillosa historia que nos recuerda que no estamos solos antes las
adversidades, que tenemos una mano tendida y debemos mirar con el alma. No quiero desvelar mucho más de este maravilloso cuento, pero creo que todos los
que hemos perdido a alguien deseamos saber que no se fueron lejos, que nos
esperan, protegen y que siguen siendo felices.
Voy
a dejaros los últimos minutos que pasé con mi padre escritos en un breve relato.
Se entiende la angustia del que se va sin saber dónde y el que se queda con la
ausencia marcando cada día de su vida.
LA AUSENCIA.
Aguardaba a que el
tiempo pasara tan deprisa que no sintiera el vacío que su muerte había dejado.
La tristeza no era lo peor que
portaba sobre su ánimo, tenía miedo a que llegará la noche y los recuerdos del
pasado se agolparan en su pecho, acentuando su falta; la nostalgia era una soga colocada alrededor de su cuello y cada
mañana oprimía más al no ver sus mensajes por Line, ni sus parte del tiempo en
Facebook, las redes sociales enmudecieron, marcando la soledad en la que estaba sumida.
Sus últimos minutos
asaltaban su cabeza, lo malo pesaba más que todas las risas, bromas y anécdotas
vividas; era un tormento. “¿Dónde iré
ahora?” dijo aferrando su mano con fuerza mientras clavaba sus ojos en los
de ella, buscando una respuesta que ninguno encontraba, “No quiero dejaros, a donde vaya sentiré vuestra ausencia.”, añadió.
Y ella con el
corazón roto y el alma desgarrada en un hilo de voz le dijo, “Te dije que no tuvieras miedo hasta que yo
lo sintiera, yo no lo tengo.- mintió.- Mañana
regresaremos a casa.”. Doce horas después caminaba por un largo pasillo con
una bolsa apretada al pecho, su radio, su colonia y su pijama.
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