Sobre la mesa, con
los últimos restos de la cena, yacía
el cuerpo sin vida de un escritor.
Sorprendió a críticos
y lectores, que reseñaban su obra de “basura”, contando las últimas cuatro
horas de la existencia de una joven asesinada despiadadamente. “El tatuaje”. El realismo narrado hacía que
sintieran el miedo, la angustia y el dolor de la víctima. Dejando con la rabia
del crimen sin justicia, de la pista sin respuesta.
El éxito le embriagó.
El correo con la
fotografía de una mujer hermosa prometiéndole un amanecer inolvidable no le produjo ningún resquemor. Los besos, las
caricias fueron el preámbulo de un juego amoroso que se tornó furia cuando
desnudo le ató a la silla.
Cada párrafo de la
novela fue representado en su piel ajada. Todos los cortes, quemaduras y golpes,
incluso reprodujo cada letra del tatuaje, TACHY. Y acuclillada ante el escritor de moda
susurró, ¿Dime dónde la enterraste?
Ella marcó con su dedo índice cada
uno de las letras que formaban su nombre. Una promesa de amor eterno.
En la chimenea ardía la reseña, Magnifica novela negra, dura, terrible, sin ninguna
concesión al lector, a la justicia o a la víctima. Sin respiro en la narración.
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Para Janis S. |