Nunca he pretendido parecerme al hombre, ni maldigo mi
existencia como mujer, por muy difícil que resulten las cosas. Mil veces
naciera y tantas querría ser lo que soy.
No veo esta lucha como
una competición. No quiero que las cosas se tornen y dentro de una década ellos
tengan que echarse a la calle reclamando justicia, leyes que les protejan
contra el abuso y el maltrato, ni penas más duras contra el asesinato. Porque
tengo un hijo, y le amo más que a mi vida. Si hoy me levanto y grito ¡Basta ya!, es para que mi hija, elija
su camino con libertad y seguridad, sin miedo ni discriminación por su género.
Y si la tortilla se gira en un futuro remoto, que no deseo visualizar, lo
haría también por él. No quiero ni imaginar ese mundo, no os confundáis de
razones, si lo hiciese, significaría que la lucha de hoy fue desoída, enterrada
y sometida, y las mujeres llegaron a un punto sin retorno.
Es ilógico que, en el
siglo XXI, tengamos que luchar por nuestros derechos.
Si las leyes son desiguales, se derogan, y si no lo son, se aplican. Porque si
seguimos interpretando la justicia como Dios nos da a entender, estamos más
cerca de un mundo distópico.
Siempre aprovecho para
dejaros alguna de mis lecturas. Si esta obra me pareció curiosa fue por la
investigación que realizó sobre las mujeres. Puedo discrepar en algún punto o
en su forma de redactar, pero no quito valor a su trabajo.