Hace
tiempo leí un artículo que contaba el auge de las novelas que versan sobre el
medio rural. Cien por cien de acuerdo, las últimas lecturas que me han enganchado, como hacía años no me sucedía, cuentan historias de nuestros pueblos, de
sus gentes y costumbres.
La
novela de hoy la devoré en una hora y poco. Su lectura es muy fluida y aunque
necesita una revisión de estilo, esto no impidió que me enganchase a su trama.
El
trasfondo de esta historia es pura psicología del pensamiento de los pueblos
cerrados, no puedo revelar mucho más porque es la clave para entender la novela
y quiero que os quedéis con las ganas de abrir la portada y sumergiros en sus
palabras.
El
final fue sorprendente, no me lo esperaba y esto es lo que más me fascina de
una lectura. No es incoherente, ni mucho menos, si relees la obra te das cuenta
que todo cuadra.
Estoy
cansada de abrir novelas y ver como los personajes caminan por lugares que no
conocen, y donde no fluye nada con naturalidad, por eso me fascina que me hablen
de pueblos que visito regularmente como Comillas, Camposanto o cualquier pueblo
de Castilla la Mancha. Se nota perfectamente cuando el escritor sabe de lo que
habla, porque cada uno de los personajes se mueve con soltura por los caminos,
las callejuelas empedradas y en las fiestas de los pueblos.