Hay
gente que no me da credibilidad cuando digo que oigo las voces de mis
personajes discutir dentro de mi cabeza, necesito un silencio absoluto para
escucharlas, poder plasmar sobre el papel lo que acontece sus vidas en el
momento que nos ocupa. No es locura señores, es meterse en la piel de cada uno
de ellos, darles a todos su propia personalidad, sus muletillas al hablar, su
timbre de voz y sus diferentes risas. Debo ser empática con sus problemas, sus
dolores y sus anhelos, porque todo ello quedará reflejado en el papel y llegará
al lector tal cual sucede.
Creo
que mi primera novela, adolece un poco del caos, quieres expresar a través de
esos personajes todo lo que te gusta o como deseas que sean las cosas, para mí,
hubiese tenido un gran valor haberme sentado con todo ellos y hablar largo y
tendido sobre los derroteros que tomaba nuestra historia. Tal y como nos narra
la novela que hoy tratamos.
El
escritor quiere imponerse por encima de sus creaciones, de alguna forma ser
Dios, como nos muestra con Richi, pero sufre un bloqueo de creatividad y sus
personajes se dispersas de la trama trazada. Me gusta el enfrentamiento que
supone descubrir que su futuro es tan deprimente, como intentan negociar con su
creador, lo mismo que haríamos cualquiera de nosotros si nos diesen esa
oportunidad durante dos horas.
No
es la primera novela que leo donde los personajes de la obra se encuentra con el escritor que da vida a su existencia, sigue resultándome interesante la confrontación que nace de tal encuentro.