Me
gusta como el escritor juega con el lector. Sin decir nada me predispone en
contra, me encanta el engaño al que me somete, pero es curiosa como la mente se
protege ante el segundo relato y ya no se fía de lo evidente.
En
el primero surge la rabia y la impotencia cuando sientes la carretilla
deslizarse por ese camino de arena lleno de socavones. Esperas que de la
espesura del bosque y del recinto cerrado detenga alguien al asesino que camina
desvelando su vida junto a Soledad. Pero la mentira más común es aquella con la
que se engaña uno mismo.
Cuando
descubro la trampa, es tarde, he caído como una pardilla, me llevé por ese afán
de ver la novela negra en todos los rincones, me dejé seducir, engatusar, me ha
sorprendido, y en un relato tan corto, me encanta.
No
puedo cometer el mismo error en la segunda historia, ya conozco como se las
gastas y voy con la artillería cargada. Soy la única culpable por dejarse
engañar, pero ahora surge la desconfianza, un caballero que se alza en mi mente
para protegerme.