Maravillosa
novela que me tuvo absorta en su lectura. Difícil de dejar de leer, con una
narrativa sencilla, fluida e intensa. Me gusta la historia de amor de Micaela y
Héctor, que dejaba cada rato suspendida por las tareas obligadas y retomaba con
esa sensación que te inunda en la buena lectura, quieres saber el final pero
que no termine la novela.
Pero
si tengo que remarcar algo de la novela, algo que destarar sobre todo lo
anterior, es la proximidad de la historia que se relata, la descripción sociopolítica
de un país que es este, y no otro lejano que conozca de los libros de historia.
Me fascinó que se ambientara en pueblos de la cornisa Cantábrica que recorro
cada cierto tiempo, lugares que visito y admiro por su cultura y gastronomía,
pueblos que forman parte de mi propia historia, de mis raíces, de mis anécdotas.
Recuerdo
en el verano del 2016 la visita que hice a Comillas. La suerte que tuvimos de encontrar una plaza en un parquin nada más llegar, tras media hora de caravana
para acceder a la villa. La admiración de todos nosotros al ver aquellas casas
de los indianos que salpican las calles, algunas, hoy olvidadas y casi en ruinas
pero que conservar el señorío de otros tiempos a pesar de sus cristales rotos y
sus contraventanas desvencijadas. La visita a ese edificio modernista conocido
como El Capricho, que tanto llamó la atención de mis hijos, por sus grandes
girasoles y sus ventanales, el sonido de los pájaros, campanillas en un
ingenioso invento que mi hija quiso apropiarse para sus ventanas.
Me
encanta la cercanía de esta novela, poder visualizar el escenario que describe,
como los rincones que menciona. Donde se ve la madurez de la
escritora con relación a su primera novela, leída no hace muchos meses. Se nota detrás
de esta obra, las horas de investigación y documentación. Grata lectura, mejor
debate esta noche en el restaurante La Española en Boadilla del Monte, donde la
Asociación Cultural Caballo Verde organiza una tertulia literaria con la
asistencia de la escritora, María Montesinos.