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DIARIO DEL VIAJERO.


Voy a ser sincera, odio los zombies, o zombis, en español. No veo películas que traten sobre este género y jamás vi un solo capítulo de The Walking Deal, por mucho que mis conocidos me animaron, me niego en redondo. No quiero que los muertos se levanten de las tumbas ni se paseen por las calles devorando a sus antiguos congéneres. Por eso cuando vi por donde iban los tiros, pensé << ¡Ay, Dios mío! Mi primera lectura sobre “los muertos que caminan. >>. Pero no, se pincelan levemente, aunque el escritor me confirmó que la segunda parte caerá de lleno en este mundo sobrenatural.
Me enganchó la trama, de entre muchas preguntas que se fueron contestando a medida que avanza la novela, lo que demostraba que tal obra estaba bien estructurada y desarrollada, la primera, ¿Cómo llegó el virus a Méjico?, la esperaba casi tamborileando los dedos, veía que se terminaba la novela y no tenía respuesta, pero cierra la historia magistralmente. Detalles.
Iván Gilabert refleja con los dos viajeros en el tiempo una idea, si alguien viaja al pasado, ¿no debe borrarse su memoria, lentamente? Tic, tac, tic ,tac....
Pues no, no debe, nuestra mente constantemente viaja al pasado, está preparada para ello, a través de los recuerdos nos lo demuestra, no hay sobrecarga, nuestras neuronas encuentran el camino adecuado para traernos el momento que nos evoca tal olor, o canción... Esto es muy importante para nuestra supervivencia, no podemos cambiar el pasado pero si modificar el futuro.
Me encanta leer, que un libro me lleve a un sitio, a un pensamiento, a un recuerdo, a una sensación, es un precio inigualable. 



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