Es
una novela negra diferente a lo que había leído hasta ahora. Cargada con
grandes dosis de erotismo, una mezcla que lleva tres años sorprendiendo a
lectores del género. Aunque, por motivos personales, la catalogaría más como
una novela de terror gore con tintes eróticos. Para mí la novela negra tiene dos característica principal, resolver el crimen no es lo fundamental, es
averiguar el porqué y seguir las pistas. Aquí sabemos quién es el asesino y cuales sus razones.
El
sótano donde se desarrolla la acción es el corrector, este tipo de historias se
ambientan en lugares oscuros y tétricos, rompiendo con la clásica novela
policial que se desarrollaba en escenarios elegantes y casas señoriales. Los
personajes se dividen entre el bien y el mal, aunque la línea que los separa es
delgada pero bien delimitada.
La
figura de Gabriel, nuestro psicópata, está perfectamente perfilada, lo único que
se repite constantemente en sus reflexiones y hace que sus monólogos sean algo
pesados. Nora se nos muestra como una detective fracasada bajo la sombra de su
padre, una mujer que a pesar de su presencia altiva no tiene buena autoestima
ni la seguridad del cargo que ostenta, no actúa con profesionalidad, lo que su
compañero y jefe ven con claridad. Cada uno dentro de su papel en la novela
negra, perfectos.
La
atmósfera de miedo, violencia, es palpable en todo momento. La acción es
rápida. El móvil es claro, el odio hacia su abuela, que sin revelarnos al
principio los motivos, tras ver el perfil del protagonista es evidente. Y aquí
pongo yo un pero, ¿no hubiese
elegido mujeres maduras, más que jovencitas sensualmente atrayentes? El
psicópata suele proyectar en su víctima su rabia, su miedo, su ira o dolor.
Es
una novela criminal desde el punto de vista del asesino, sus frustraciones, sus
anhelos. Interesante.