Es
una novela juvenil donde debemos dejarnos deslumbrar por la aventura que nos
relata la autora, las descripciones de los paisajes y personajes fantásticos
que aparecen, pero sin olvidar y apreciar la cantidad de valores que nos
intenta inculcar. Aprender de otras
culturas, el respeto a las creencias y mantener el equilibrio con la
naturaleza, porque es nuestro soporte vital.
Todos
los pueblos que forman la isla de Árum tienen una enseñanza que mencionaré de
pasada, pues no voy a desvelar nada de la trama, pero con uno de ellos me sentí
identificada. El pueblo desesperanzado que para el tiempo, como dicen mis hijos
<< Verdad, verdadera. >>, sin darte cuenta ante una gran tragedia
dejas de avanzar, te quedas estático en ese momento de tu vida que dio un giro
y te sumió en la oscuridad, deseas olvidar pero al mismo tiempo no puedes
arrinconar los recuerdos, pues estos sacuden con rabia y hay cierto alivio
cargado de dolor.
Me
quedo con muchas ideas de esta historia pero los puntos clave para mí son: las creencias
limitan nuestra vida basándose en supersticiones y miedos infundados; matar
para alimentarse pero no por diversión; la holgazanería lleva a la pobreza,
esta idea me vino a la cabeza tras leer el breve relato sobre el césped y la
pradera; el sacrificio de unos para la supervivencia de otros, y por último, tener muy
claro lo que se desea, hay veces que anhelamos algo y perdemos lo verdaderamente
valioso.
Con
Silvia Sanfederico hablé sobre las diferentes lecturas que tiene un mismo
texto, y estoy segura que con una novela con tantos matices tendremos miles de
opiniones.