El
Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, es de esas novelas que atesoro porque
me la leyó mi padre cuando era una niña, y cuando fui un poquito más mayor
disfrutamos juntos de la versión cinematográfica de 1943, aunque él jamás se
perdió ninguna de sus diferentes estrenos. Solo con esto Blanca Miosi tenía más
del cincuenta por ciento ganado.
La
trama me fascina, el joven es engañado para cargar con los pecados de otros, encerrado
en prisión traza un plan para vengarse. Saldrá de la cárcel con la lista
apretada en la mano con todos los que pagarán por el daño infringido a su madre y a su
persona. Justicia.
Es
tremendo si reflexionamos sobre esto. Toni Montero termina en prisión por un
crimen que no ha cometido. Las huellas que deja la cárcel son imborrables. La vulnerabilidad
de un muchacho ante la depravación, el sometimiento a los abusos, buscar de
entro lo peor lo menos malo. Las consecuencias de vivir privado de libertad casi
veinte años, son negativas. Pierdes tu individualidad para ser miembro de un
colectivo que actúa a la vez. La escritora plasma magistralmente esta idea en
un acto de nuestro protagonista que puede pasar inadvertido o no darle el valor
que tiene. Toni busca una prostituta, antes de entrar en prisión tenía novia y
le gustaban las mujeres, pero tras tantos años de ser manoseado y penetrado por
un enano con eyaculación precoz, duda de sus propios gustos sexuales, no sabe
si tendrá una erección cuando vea el cuerpo desnudo de la mujer ante él.
Me
enganchó. He leído de Blanca Miosis cinco novelas, no me ha defraudado hasta
ahora y seguirá teniendo un espacio reservado en mi Ebook para sus novelas.
Pero como siempre digo, yo no soy la medida de nadie, que cada cual juzgue por sí
mismo.