ETERNA
BRISA.
La
palabra que define esta novela es LIBERTAD. La capacidad que tiene
cada individuo de obrar o no, de hacerlo de una forma o de otra. De expresarte
como quieras sin alterar a las buenas costumbres ni coartar la libertad de los
que te rodean. En una definición sencilla, la libertad es pertenecerse a uno
mismo.
Cuando
nacemos lo hacemos dentro de una sociedad y sujeta a unas normal, más o menos
justas. Todos nos cuestionamos el espacio en el que vivimos. Nuestra forma de
someternos al mundo está atada a nuestro aprendizaje, al comportamiento de los
que nos rodean e influyen directamente sobre nosotros. Heredamos sus miedos y
sus frustraciones, porque hemos crecido observándolos como un comportamiento
normal. Y maduramos y llega la oposición. Queremos liberarnos de nuestras
cadenas que nos hacen esclavos a una vida que no nos pertenece, que sin darnos
cuenta nos han obligado a asumir.
Y
la vida de Amelia se me revela como la de mi abuela, con la salvedad que ella nunca
tuvo dinero para huir de su matrimonio, como cientos de mujeres. Cambió los
grilletes de los padres por los del esposo, hasta que rompió con todo y decidió
ser libre, poniendo en su camino la providencia a una persona que representaba
lo que ella anhelaba. Pero Brisa cargaba distintas cadenas.
Incluso
el padre de Amelia se nos muestra al final de la obra como otro esclavo de sus
actos, que busca la liberación para escapar de este mundo con la esperanza de
dejar todo en paz.
Me
encanta.