Viendo
el título, más de uno que me conoce o haya leído mis opiniones particulares
sobre los libros que pasan por mis manos, habrá pensado <<Nos va a halar de la memoria>>, soy
predecible, pero no tanto. Este libro me ha dejado dos palabras en mente: felicidad y amnesia.
Pedirle
a una depresiva que hable de la primera es tarea complicada, tenemos una
facilidad casi irreverente a darle la vuelta a cualquier momento para
oscurecerlo. Pero no hay cosa que me guste más que un reto. Según los expertos de
la mente << Es una mezcla de la satisfacción que una persona tiene en su
vida personal y su mente>>. Un
estado mental cargado de positivismo y esperanza. ¡Casi nada!
Esta
se puede cuantificar según un estudio llamado SWB, siglas en inglés, pero en
español sería algo como El bienestar
subjetivo que reza lo siguiente:
-
Nuestros genes tienen un 50% de nuestra
felicidad. (No lo controlamos.)
-
10% determinado por las circunstancias
que nos rodean. (No lo controlamos.)
-
40% por las actividades que hacemos a
diario. ( Controlamos)
Por
eso Ulises corre, le aporta esa felicidad que no tiene ante el estrés que le
proporciona una amnesia que bloquea los recuerdos y le trae pesadillas de una
vida deprimente y vacía, ¿la suya o la de quién?
Pero
somos una maquina perfectamente creada, cuando ese atleta sin memoria se calza
las zapatillas y te describe con todo lujo de matices que capta su cuerpo al
volar sobre los caminos de tierra, está estimulando el metabolismo de la serotonina en el cerebro, es un
neurotransmisor conocido como la hormona de la felicidad.
Yo
no me he identificado con el protagonista principal, más bien con la
secundaria, Penélope. Al igual que ella tuve una experiencia similar con las
ratas en el albergue del Aneto, al igual que ella me gusta que me narren
historias, y al igual que ella me disgusta quedarme con preguntas o finales
incompletos. Para saber de qué hablo no te queda más remedio que leer el libro,
aunque cada uno de nosotros tendrá una lectura diferente ante la misma
historia.
Me
gusta como escribe Fernando G. Mancha, soy capaz de sentir esos caminos de
arena bajo mis pies, el sudor de la camiseta, la corriente de aire helada
cuando alguien abre la puerta del albergue buscando refugio y el confort que se
siente ante una chimenea crepitante. Quizá porque el senderismo me aporta la
misma serotonina que a él correr.