Empieza
siendo una novela donde las preguntas que se hace el escritor me las hago yo
cuando camino por algunos lugares de esta ciudad inmensa como es Madrid. ¿Qué circunstancias llevan a la gente a
dormir entre cartones?
Los
indigentes son un colectivo grande, cuyos miembros comprenden distintas clases
sociales, no todos son gente sin recursos económicos; de diferentes sexos y
edades. El único rasgo común en todos ellos es algún tipo de enfermedad mental
que no es debidamente tratada, en muchísimos casos responde a un tipo de abuso.
Nuestro
protagonista busca desesperadamente a su hija desaparecida, la ve en cada señal
que le recuerda a un ángel, pues en su mente perturbada sigue anclada la figura
frágil e inocente de su niñita pequeña. Escucha y ve alas de estos seres
celestiales en cada esquina, la depresión y esquizofrenia son dos enfermedades
comunes entre los mendigos.
Digamos
que esta es la primera parte de la novela, y que me enganchó a pesar de ese 10%
del principio que me tenía desconcertada, con esas reflexiones enrevesadas del
protagonista, bajo mi opinión. Tras el 69% de la obra, esta toma unos derroteros
que no terminan de encajar; la muerte de Casca me parece absurda teniendo en
cuenta el carácter desconfiado del personaje y su alto instinto de
supervivencia.
El
escritor da giros constantes e inesperados, esto no me molesta, puedo decir que
me gusta que me sorprendan, pero el final no es ni mucho menos el que esperaba.
Se abre un nuevo debate, ¿tenemos una vida paralela en ese estado de letargo?