Mi
nombre es Solei, y soy un cazador de
almas negras.
Tras
perseguir y hacer preso a un asesino, éste se quedó mirándome muy serio y me dijo
“Nunca pensé que fuerais reales.” Yo
fruncí el ceño y abrí los brazos para que me viera con detenimiento, incluso
alcé mis gafas para que viera el poder
que manaban mis ojos inyectados en sangre. Sentí su miedo. Miró a su alrededor y me habló ya sin fijar sus ojos en mí,
ya no sentía la misma seguridad arrogante que segundos antes, “Cuando vendrán los otros a ofrecerme la
salvación si me arrepiente”, su tono era prepotente, como si yo no tuviera
ni voz ni voto. Y decidí por una vez dar explicaciones a quien no las merece:
“No hay otros en esta ecuación. Veo
los pecados, los juzgo y ejecuto la sentencia, cadena perpetua. Cada día hasta
el fin de los tiempos vivirás en tus propias carnes el daño que infringiste a
seres inocentes cuyo único delito fue cruzarse en tu camino.”
Él
suplicó otra oportunidad. Faltaban los ángeles, repetía. Extendí mis alas blancas
y comprendió quién son los buenos, quién protege a las almas puras. No siempre
llegamos a tiempo, pero no descansamos.
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Para Sergio F.G. |