Es
una novela que me ha encandilado. Es tierna. Sientes esa devoción cautelosa de
Alex y la muralla fortificada que levanta Lidia ante tanta muestra de cariño.
Es
muy duro afrontar la viudedad en la juventud, normalmente nadie está preparado
para quedarse sin su compañer, uno asume que ha de llegar en el eclipse de
la vida, no cuando se está forjando la familia o cuando esa relación está
naciendo. Es una consecuencia de la vejez y psicológicamente se acepta. Para
una mujer joven como nuestra protagonista es un shock, los planes de futuros
están destrozados, los sueños de criar una hija juntos han quedado truncados, y
encima sobre los hombros porta un peso del que no se desprende porque es justo
castigo cargar con él. El dolor es insostenible y necesita protegerse del
mundo que la rodea, ya ha sufrido mucho, levanta murallas fortificadas para
que nadie vuelva a romper su corazón. Para superar ese dolor emocional se
vuelca en su hija y mantiene viva la llama de ese amor que se fue sin tiempo a
despedirse.
Pero
aparece Alex dispuesto a tener paciencia, a solventar cada una de sus
reticencias. Y no intenta decirla que sabe de su sufrimiento, ni que el tiempo
todo lo cura, sino que debe volver a ser feliz.
Sencillamente
encantadora la novela.
Gracias
Esther Mor.
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Me niego a que mis historias se pudran en las carpetas de mi escritorio digital. Algún día morirá mi portátil y con él las vidas de mis personajes. Mi mente es un 80 % de imaginación y un 20 % de realidad, dicho eso te diré que este blog será un caos entretenido. ¡Feliz lectura!