Alba se acercó a su madre. Esta miraba un punto inexistente donde descansa la vista pero la mente no encuentra la paz.
-¡Mamá, no me escucha! Dile que no le abandono. Que me tengo que ir. Que le llevo en mi alma.
Tocó su hombro con suavidad y una corriente helada recorrió la espalda arqueada de la madre. El perro levantó las orejas y miró hacia ella.La madre se agachó ante el animal que la mirada con tristeza,
como si entendiese que la vida ya no sería la misma. Que aquel dormitorio quedaría vacío esperando a
su dueña. Acarició su cabeza tiernamente mientras con la otra mano
limpiaba una lágrima que escapaba por su mejilla.
-¡Mamá, no me escucha! Dile que no le abandono. Que me tengo que ir. Que le llevo en mi alma.
Tocó su hombro con suavidad y una corriente helada recorrió la espalda arqueada de la madre.
-Ahora…-Las palabras se ahogaban en su garganta.- emprenderemos
este viaje tú y yo solas.
Intentaremos ser felices. No sé cómo ni si lo lograremos pero no podemos
rendirnos. Ella no lo hizo, aguantó su llanto incluso en el último minuto y
luchó hasta exhalar su suspiro final. Nos agarraremos a los momentos de dicha,
a las risas y a los juegos. Olvidaremos como el cáncer nos venció. Mientras la tengamos presente en nuestros corazones,
ella seguirá a nuestro lado.
El perro movió el rabo tenuemente cuando Alba lanzó un beso por
los aires desapareciendo tras una brisa
veraniega.
#GemmaGarcíaVeiga
#Lashistoriassinpapel
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Para Eva Fernández del Pozo |