Llegó
desde las profundidades de la Tierra. Se especuló de aquel hombre de pelo oscuro
y tez morena, con profundos ojos negros, sin iris, sin luz, sin vida, letal, si
cabe; vestido con una sencilla túnica azul.
Permaneció durante días ante el límite de mi pueblo.
Las
ancianas se santiguaban, venía a llevarnos por nuestros pecados, “¡Mal karma!”, decían. La alcaldesa fue la
primera en dar el paso que me sumió en la locura,
le invitó a entrar. Y al rebasar esa línea imaginaria mi naturaleza caprichosa,
antojadiza, se hizo más latente.
Se
limitaba a observar y seguía sin hablar a pesar de los vanos intentos por
entendernos. Era hermoso dentro de toda esa oscuridad que le rodeaba, alto,
atlético, y lo más exótico que nunca habíamos
visto. Él se convirtió en un trofeo. No me importó mentir, y engañar, solo deseaba
ser la primera, que envidiasen mi suerte.
Le
llevé de la mano al lecho del río, tras los juncos aguardaban fieles testigos de
mi hazaña, mis amigas. Le acaricié el torso y llevé sus manos inertes a mi pecho,
me acerqué y le besé con deseo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, el
aire escapó por mi boca entreabierta, toqué mis labios, los sentí muertos. Le
miré a los ojos y comprendí cuan caro era mi trofeo. Seduje a la muerte. #GemmaGarcíaVeiga
#Lashistoriassinpapel
El Karma nos recuerda que el mal que hagamos volverá cual boomerang a nosotros.
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Para Inés Rivero. |