M 501 hasta Navas del Rey es una autovía, que
me dejó pasearme por mis recuerdos y abrir esas puertas que antes tanto miedo
me daban. Según mi psiquiatra, nuestra mente es como una casa, con su entrada,
sus pasillos, sus escaleras y sus habitaciones con sus respectivas puertas y
ventanas. Cada habitación, como en nuestra casa, muestra un mobiliario
diferente dependiendo del uso que demos a la estancia. De igual manera funciona
nuestra casa-mente, una habitación es para cocinar y guardamos los recuerdos
relacionados con esta actividad, otro es el salón y lo mismo… hasta llegar al
dormitorio. Según ella mi casa tenía puertas fortificadas que jamás abría por
miedo a lo que ocultaba tras ella, llevaba tantos años tirando en aquellas
habitaciones todo tipo de situaciones, acontecimientos que no era sólo el caos,
era el dolor que me causaban porque nunca me enfrenté a ellas, nunca me molesté
en averiguar por qué dolían, me limitaba a ocultarlas tras las puertas. ¡Paparruchas
de loquero!
Muchos pensareis que el lunes me puse
a buscar como una loca el cochazo del revolcón, ¡Pues no!
De la ira pasé a la depresión tras una cena
con mi amiga Fishler, y todo el interés que tenía en descubrir con quién había
pasado tan descomunal juerga, me importó un rábano al llegar a los postres.
Lleva separada un año de su
ginecólogo, llevamos un año consolándola y animándola a que recupere las
riendas de su vida, ¡es cansina! Cuando nos llamó, no sé cuantos años hará de
aquello, y nos dijo que salía con su ginecólogo, yo no pude evitar tener
nauseas. ¿Cómo surge el amor entre dos personas cuando una de ellas está
espatarrada en una silla inventada en la época de la Inquisición? Yo no lo
veía, ni lo veo, ni lo veré. Digo yo, de qué se enamoró, de su vulva, de su
vagina… es vulgar lo sé, pero la situación lleva a ello, ¡no seáis hipócritas!
En la cena de presentación a mi me pareció divertido, sabía muchas anécdotas
chistosísimas de su profesión: la chica y la botella de cerveza, o esa del tío
y el tubo del aspirador… ji,ji,ji… No lo cuento porque no tengo ni la gracia ni
el salero de él. Tricia le caló a la primera y cuando la feliz pareja se fue a
jugar a los médicos, les dio como mucho tres años y siempre y cuando Fishler
continuara en esa nube de ensoñación sin ver que su príncipe azul se tiraba a
todo lo que llevase falda.
La vida con mis amigas es más
llevadera, te sientas, las escuchas y tus penas parecen menores. Allí cenando
escuchaba la nueva historia de amor de su ex, desistí de pensar en mi amante
misterioso. Salía con una enfermera del hospital, diez años mayor que él y con
unos pechos que asomaban por la bata arrugada y deforme. ¿Cómo sabía ella todo
aquello? Se pasaba las tardes muertas espiándole. Le siguió al salir del
hospital a un descampado pocos metros más abajo, ella le esperaba en su coche y
allí al amparo de la noche y la soledad del lugar se restregaron los cuerpos
desnudos en el coche familiar de ella.
Mi amiga no daba crédito, “Prefiere a una mujer entrada en años, con sus lorzas
colgando, todo pellejo,… ¡a mí, con las carnes prietas y los pechos redondos y firmes!”.
En este punto mi amiga siempre me hace tocarle sus dos pechos de silicona, su falta de cartucheras también son obra de
su cirujano plástico al que visitó dos meses después de su separación, con la
vaga esperanza de que el ginecólogo regresara entre sus piernas y no como
médico, también los manoseé.
Me prometí antes de salir de casa, que
no bebería nada, pero después de
manosearle las tetas y el culo, pedí una botella de coñac y me la pimplé en una
hora, entre medias bebimos unos chupitos y algo más que no recuerdo. Fishler no
se quedó calva, dio buena cuenta a su tequila, según dice no la enturbia la
mente pero a mitad de botella, estaba llamando al capullo y poniéndole a bajar
de un burro. Yo andaba riendo como una mema en cada llamada, y creo recordar
que incluso participé en alguno de los insultos. No me quedó otra que llamar a
Tricia para que viniera a rescatarnos, antes de perder la razón en el fondo de
la botella y tirarme a cualquier mequetrefe del bar. …