Las falsas verdades
II. Mariposa de fuego.
Prólogo
Era la primera vez en todos sus
años de servicio que le llamaban con tanta urgencia. Nunca tales llamadas eran
para dar una palmadita en la espalda o salir de aquel despacho con una
medalla. Aquello era una cadena perpetua y todos sabían que su única finalidad
era conseguir todas las almas que poblaban la Tierra para ganar la partida a
Dios y conseguir el ansiado regreso al Cielo.
Nació siendo un Legionario de Dios, aunque
había pasado tanto tiempo que en ocasiones dudaba si en realidad alguna vez lo
fue, si alguna vez estuvo en el Cielo, si alguna vez formó parte del Reino de
Dios. Llevaba miles de años siendo un Demonio de la Guerra, causando tantos
estragos sobre esta tierra que olvidó todo contacto humano, el hombre había
perdido para él todo rasgo de nobleza, él veía la peor cara de aquellos seres,
la crueldad de la que eran capaces con sus propios congéneres. Era cierto que
él y otros como él, eran los causantes de que aquellos seres se aniquilasen los
unos a los otros, que fácil era encender la llama en sus corazones, hacer que
el odio, la codicia, la envidia, brotara en ellos. Solo veía la cara oscura del
ser humano y dejó hace muchos años de preguntarse cómo podían ser los hijos
predilectos de Dios, cómo Dios los expulsó del Reino de los Cielos por
contradecirle cuando aquella masa de carne con ojos no respetaba ni uno sólo de
sus mandatos. Incluso les dio una segunda oportunidad, y qué habían hecho
aquellos seres, asesinar al mensajero. A ellos no les dio una segunda
oportunidad ni siquiera la opción de explicarse o defender las nuevas ideas que
germinaba en todos ellos a raíz de la creación del hombre.
No estaba asustado por estar
allí postrado desde hacía horas. No le preocupaba si aquel iba a ser su último
día. Solo deseaba saber si después de aquello habría algo más o simplemente
desaparecería en el olvido.
La puerta tras él se abrió, no
le hizo falta girarse para saber que ya no se encontraba solo. Sentía una
atracción hacia su persona, una necesidad de complacer todos sus deseos, la voluntad
flaquea y el cuerpo pierde su fuerza. Recuperó la compostura y enderezó su postura.
-Siempre fuiste de todos el más
parecido a mí. – su voz era tremendamente seductora, como un canto, un susurro
que penetra y te hechiza, te dejas mecer y has de luchar para no sucumbir en lo
más profundo de uno mismo.- No dejas que los demás vean tus debilidades y de
ellas sacas fuerzas para alzarte.
-¡Gracias, mi Señor!- no se
atrevía a levantar la mirada, la última vez que lo vio fue cuando lo
desterraron del Cielo, cuando el Padre le echó sin apiadarse de sus lágrimas,
él fue su hijo predilecto y le amaba.
-Me has servido bien en todos
estos años, eres el mejor con diferencia y por eso he pensado en ti- Lucifer
andaba a su alrededor con la vista fija en el infinito, iba a revelar el mayor
de sus secretos, su talón de Aquiles en este mundo lleno de maldad.- Tengo para
ti, una de las Empresas más difíciles… no creo que llegues a imaginarte lo que
te voy a encomendar. No voy a decirte lo que supondría un fracaso en su cumplimiento
porque sabemos ambos de lo que soy capaz, pero si te diré que si eso sucede
nuestro mundo desaparecerá, y cuando digo mundo no me refiero al Infierno,
englobo todo lo que hasta el día de hoy conocemos. Pero antes de que esto
suceda, sumiremos a todos los seres en un caos y destrucción del que nosotros
mismos nos veremos sobrepasados.
-¡No os defraudaré! ¡Os lo
juro!- levantó levemente la cabeza, allí ante él había un ser de belleza
inigualable, vestido con una túnica blanca, con el pelo dorado y los ojos
azules, con andares seguros y elegantes, con una porte altivo, tal y como lo
recordaba caminando por el Cielo, era el más hermosos de todos ellos. Solo
carecía de lo que en su día fue el orgullo de todos los desterrados, sus magníficas
alas.
-Sé que no lo harás y que serás
un gran hermano.- continuó hablando ignorando la mirada confusa- Los retazos
del futuro son vagos y muy caprichosos pero su felicidad y la continuidad del
mundo tal y como es, dependerá de ti. Lo que voy a revelarte ahora está sujeto
a un contrato de confidencialidad que queda sellado con la sangre demoniaca que
circula por tus venas y la mía. De la nada, apareció un papiro y una pluma de
ganso, Lucifer tomó la pluma y se cortó la palma de la mano, una sangre negra y
espesa con un fuerte olor a azufre se deslizó por ella, empapó bien la pluma y
sobre el papiro plasmó su firma, elegante y estilizada. “Aquel que fui, Lucifer,
y el que hoy soy, Satán.”. La pluma voló hacia la mano del Demonio de la
Guerra, que la observó detenidamente.- Dicen que es más mortífera la pluma que
cualquier arma. Es el momento de averiguarlo.- su mano callosa se cerró
alrededor de la pluma y repitió la misma operación. Lucifer sonrió satisfecho e
hizo desaparecer ambos objetos.- Siempre firmamos sin leer la letra pequeña,
aquí no nos dan miedos las consecuencias de firmar en blanco…- Lucifer rio
satisfecho.
-No tengo nada que perder. Nada
tengo.
-Tienes más que muchos,
libertad, aunque tú creas lo contrario. ¡Levántate! Nada de lo que te cuente
podrás repetirlo, ni para salvar tu vida ni la de nadie.- el Demonio de la
Guerra inclinó la cabeza en señal de asentimiento. Nada de su Señor revelaría,
pues todo de él era conocido.- Hace miles de años cometí el mayor error del que
un ser como nosotros es capaz. No es lo que tú te imaginas, desobedecer a un
padre tuvo sus consecuencias, bajo mi punto de vista algo exagerado. No fue
eso, mi gran error fue pararme una mañana junto a una ventana, mi segundo gran
error fue escuchar… aquel piano sacaba las notas más hermosas, el lamento más hondo,
la fuerza de un espíritu lleno de amor y comprensión pero a la vez roto en
miles de pedazos, era mi lamento, mi espíritu quebrado lo que me traían las
notas musicales. Mi tercer error, fue mirarla a los ojos y ver la profundidad
de su alma.- el Demonio de la Guerra se
paró en seco al comprender lo que Lucifer iba a revelarle.- No pude abandonarla,
no pude olvidar su mirada, no pude dejar de escuchar cada nota y allí donde
fuera me llegaba su sonido, su canción desesperada de amor y desamor. Me
consolé con estar cerca de ella, con rozarla furtiva la mano cuando tocaba las
teclas del piano, me consolé… pero aquel consuelo se convirtió en fuego cuando
sentí su presencia en mi Reino. Maldije mi suerte y maldije a todo el que estaba
a mí alrededor. Corrí en su busca y la encontré en las manos de un lord, ni
pensé ni esperé ni escuché sus palabras. Y con todo el poder que me fue
otorgado la regresé a la vida sin atender a las consecuencias que traerían mi
último error. Ella despertó sumida en un letargo carente de toda vida, ausente
de toda la música que la rodeaba y el espíritu que yo amaba. Entonces se me
desveló que estaba embarazada y la criatura que llevaba en sus entrañas era lo
que yo había dado vida. Sentí su corazón palpitar en lo más profundo de ella y
ya no hubo forma de deshacer mi último error. Ocho meses después nacería lo que
a efectos divinos, llamaríamos mi hija. Su madre se desvaneció entre mis manos
cuando vino a este mundo. Solo porta dos almas de tres, la de su madre, la que
fuera de su padre y la tercera que otorga Dios, le fue arrebatado por nacer en
mi Reino.-ahora entendía el problema de Lucifer- Un cascaron vacío. Por eso no
puedo mantenerla en este mundo, cualquiera de toda esta inmundicia podría
poseer su cuerpo, o peor a un, si esto se supiera en el Reino de Dios, ¿a qué
nivel quedaría la vida? A pesar de todo lo que se cuenta de mí, de lo que se inventan
los unos y los otros,… yo protejo el equilibrio, yo protejo a todo lo que me
rodea, soy consciente del valor que tiene.
-¿Dónde deseas que la lleve?
¿Qué quieres que haga con ella?
-Quiero que la protejas con tu
vida, que nadie jamás la haga daño, quiero que crezca como una humana normal…
Por el pasillo se escuchaba un
llanto de bebe acercándose. Lucifer miró hacia la puerta y el Demonio de la
Guerra deslumbró una sonrisa sincera y agradecida.
-Ella es vida en este mundo
muerto, ella es alegría en este mundo lleno de tristeza y dolor… - la puerta se
abrió y Karjun entró con un fardo en los brazos que se retorcía por salir. El
Demonio de la Guerra alzó la cabeza para mirar al más fiero de los seres
después de Lucifer, estaba tan ridículo con un bebe de apenas un año en sus
brazos, como incomprensible aquella
historia.- ¿Dónde está?
-Viene tras de mí… - Karjun se
apartó para dejar paso a una sombra que estiraba sus brazos hacia el fardo y
luchaba en vano por arrebatárselo de las manos. De su boca lánguida salían
gritos de dolor, suplicas, pero nadie en la sala se compadeció de lo que un día
fue el alma de una bella mujer.
-No puede quedarse y lo hemos
hablado… no es justo.- dijo Lucifer con ternura hacia la sombra que vagaba
alrededor de Karjun. Ella le miró suplicante con sus manos extendidas, pero él
meneó la cabeza negativamente.
-En cuanto te dé al bebe, se
abrirán las puertas… Sal corriendo y no te pares por nada del mundo, ¡no mires
atrás!- Karjun mecía al bebe que hacía un rato que no lloraba.- Las puertas del
Infierno se abrirán unos pocos minutos, tienes cinco para llegar a ellas sin
ser interceptado.
-Intentaré retenerla pero la
conozco…- ¿Cómo iba a retener a una sombra? se preguntó El Demonio de la
Guerra. Lucifer le dedicó una mirada divertida, “Él era Lucifer”, decían sus
ojos. - Esto sucede cuando unos se adelantan y los otros no llegan… Su alma nunca
fue reclamada y ahora será mi recuerdo constante de mi error.
-¡Preparado!- Karjun le tendió
al bebe y el Demonio de la Guerra lo cogió sin saber que tendría que hacer a
partir de ese momento.- ¡Corre Arturo y no pares hasta estar muy lejos!-
escuchar el nombre que se había puesto en el plano humano le desconcertó pero
quizá era lo más apropiado, había dejado de ser un Demonio de la Guerra para
ser Arturo, hermano de una criatura sin alma.
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Y las puertas del infiernos se abrieron durante unos segundo. |