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Tormenta de Galgos.El Greñas. Perdóname.


No puedo irme sin revelarte a ti que tanto te amo, porque me voy de este mundo sin intentarlo de nuevo.
Sé que perdonarías hasta el último de mis errores, pero yo no puedo perdonarme. Hay un punto que no tiene retorno, un punto diferente para cada persona, y yo lo crucé.
No quiero que nadie intente dar explicaciones que atenúen lo que siento, no quiero que nadie me convenza de que soy víctima y no culpable.
Se atragantan las palabras en mi garganta.
Yo maté a todos aquellos niños. No levanté la mano que sostenía el hacha, pero sí el dedo que señaló el lugar.
No voy a quitar importancia a mi pecado diciendo que negué conocer su paradero, pues jamás fui indulgente con los que acusé de asesinos a pesar de las torturas sufridas. Yo sucumbí ante el dolor cuando juré y perjuré que jamás me dejaría vencer.
Tenía que haber muerto aquella noche, pero alguien decidió que era hora de aprender a ser humilde. Una nueva oportunidad para escribir un capítulo que cambiase todo. Quizá alguien esperaba de mí que yo hiciese de este mundo un lugar mejor sin intereses propios, o quizá solo esperaba que viviera disfrutando, o mostrara a otros un camino de esperanza.
Lo que fuera que fuese, no sucedió. La enseñanza que debía adquirir se perdió en mi dolor, en mi falta de autoperdón, en dos palabras: en mí.
Se acerca la tormenta.
Antonio se fue hace un rato con los lazos y las jaulas, la tormenta cada vez es peor. Le mentí con varias excusas poco creíbles, pero creo que no estaba dispuesto a cargar conmigo después de mi espectáculo de la otra noche.
Aquella figura sosteniendo el rifle hizo que estallasen todos los muros y barreras que levanté para protegerme de mi pecado. Grité y me convulsione dando un susto de muerte a aquellos atolondrados adolescentes que jugaban a ser malotes con un pobre perro asustado y una loca con lagunas.
Él sabe que me voy. No ha intentado retenerme. Es lo mejor para todos. Nos hemos despedido bajo la atenta mirada de la Rubia, que sigo viéndola igual de lerda e insulsa. “Adiós Antonio” han sido mis últimas palabras. Supongo que imaginará que voy a preparar mis maletas y cogeré un avión a cualquier rincón del mundo, digo esto porque él a dicho: “Cuídate”, como si fuera posible cuidarse allí donde voy.
Lo más doloroso es despedirme de Fox, dejarle de nuevo, él sabe que no regresaré, prometo esperarle al otro lado.
Me alegro no tener que enfrentarme a tu mirada profunda, Greñas, no creo que pudiese abandonarte.

Y creo que está todo dicho. Mañana será un nuevo día para todos. 


Solei



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