Es curioso como todo lo que tenía pensado
decirle se evaporó en el aire al escuchar su voz. También se fueron los miedos.
Y me quedó un eco lejano de otras conversaciones, de otras voces, de otros
momentos vividos con angustia y desesperación. Unos segundos breves que dejaban
en mi boca un sabor de sangre, sudor y lágrimas. Y colgué con la sensación de que mi tiempo en
este envoltorio que me resultó siempre extraño se acaba, que de una forma u
otra llega a su fin esta desesperación por saber quién soy, porque ya no
importa quién era yo antes de todo lo sucedido, da igual si aquella yo que
decidió olvidar volverá algún día o murió con una bala en la cabeza sobre la
arena. La nueva yo es una mujer enfadada con el mundo porque no encuentra
sentido a su existencia confusa, no es capaz de vivir con su nueva personalidad
ni darse una oportunidad; porque de cada encrucijada que le plantea la vida
toma el camino equivocado, y asume como la persona de intachable moral que es,
la carga de sus decisiones como una penitencia sin plantearse la existencia de
otras opciones. Prefiere vivir atormentada, ser un mártir en su propia vida,
pero ni ella misma entiende por qué es como es, por qué cuando decide ser feliz
se boicotea los sentimientos cargándolos con mentiras.
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Mi bichito Solei de Asociación Galgo Español. |
Y hablo en tercera persona porque yo, la que
escribe ahora, la que llora tras colgar el teléfono, quiere ser feliz, quiere
vivir muchos años con el Greñas rescatando peludos, sorteando peligros y riendo
con una copa de vino por la noche antes de acostarnos y enredar nuestros
cuerpos bajos las sabanas. Pero me veo una extraña, y cuando leo lo que escribo
no me reconozco en las letras, sí en la confusión que intento transmitir, en la
tristeza de mi alma y en las ganas de ser feliz antes de volver a ser el yo
oscuro que tengo dentro.
Y siento esa misma angustia en la voz del
Greñas. Cada frase termina con las mismas palabras “tú tranquila”. Y me
pregunto si no seré una carga para él, un freno para encontrar la felicidad en
otra persona, un lastre que arrastra porque es otra persona de intachable
moral.
“Dios los cría y ellos se juntan”
La paz que me produjo escuchar sus voz los
primeros minutos, se ha convertido en una nueva pesadilla, en una nueva carga
que llevo sobre mis hombros. Su voz agotada que alega que son por las horas de
trabajo realizadas allá donde este y nada tienen que ver conmigo, abren en mi
mente miles de ventanas que me muestran diferentes historias, en ninguna salgo
bien parada y en todas estiro con fuerza de la soga que tengo atada a los
cuellos de todos aquellos que formar parte de mi vida, mi madre, mi padre, mi
hermana, mis sobrinos a los que mi memoria borró de un plumazo, mi cuñado que
tengo un vago recuerdo, mis suegros que se confunden en mi mente o mi cuñada a
la que me unía una gran amistad que hoy se torna vacía… pero la soga más gorda y
pesada es la que tengo alrededor del cuello de él, del Greñas, la que sujeto
con más fuerza y a la que mantengo tensa con más ahínco, porque es él el único
que me mantiene aquí, y lo sé, y cuando le deje marchar, será para yo no
regresar jamás.
“Reconstruiremos los cheniles, encontraremos
a los que huyeron… y esos minutos desaparecerán, como si nunca hubieran
sucedido”. Sus palabras solo buscan darme consuelo pero me causan más tristeza
de la que dejo ver. Ya no quiero olvidar, ya no quiero fingir que esto o
aquello no sucedió, hay que aprender a vivir con lo malo para saber disfrutar
al máximo de lo bueno.
No quiero colgar pero tampoco deseo seguir hablando.
El Greñas regresará en cuatro días, son los
mismos que me doy yo para tomar una decisión, la que sea. En estos momentos no
sé lo que quiero ni cómo lo quiero pero tengo cuatro días para decidirlo.
Es curioso, amanece, pero en el horizonte se
ven nubes de tormenta y el sol se vuelve perezoso para salir de su sueño, se me
antoja que el futuro no será brillante, vuelve ese lado oscuro, y es normal, es
más poderoso.
Me doy de plazo cuatro días ni uno más ni uno
menos. Miraré las señales, escucharé cada palabra con detalle, dicen los
grandes iluminados que la revelación se les presentó una mañana sin ellos
esperarla, yo quiero que alguien me diga que debo hacer, pues yo llevo casi
cuarenta años dando palos de ciego, metiendo la pata una y otra vez, tropezando
en la misma piedra, y necesito que alguien por una vez me lleve de la mano y me
diga que es lo que más me conviene, pues yo soy incapaz de saberlo con tantas
personalidades como tengo.
Cuatro días.