El Greñas. Presidenta.
Mi vida ahora se resume en observar a los
demás, en mirar aquí y allá para recuperar por instantáneas un pedazo de mi
vida. David me inquieta, algo en él marca un final y un principio de mi persona,
de mi forma de ver la vida y actuar ante ella. Ante el ajetreo de unos y otros
y la poca disponibilidad que tenía el Greñas en ese momento para poder
contestar a todas las preguntas que asaltaban mi cabeza, llamé a mi madre, que
aunque es experta en mentirme y camuflar la verdad, creo que a estas alturas no
tiene sentido seguir engañando a la pobre descerebrada, o sea, yo.
-¿Qué significó David en mi vida?- a
bocajarro, ni saludo ni preámbulo.
-¿Sigues en la finca?- está claro que el
Greñas no se mueve sin comunicarlo a todo el mundo.
-Sí. Pero por favor, no te vayas por los
cerros de Úbeda y ayúdame.- un suave carraspeo al otro lado de la línea que me
asegura que no ocultara nada.
-La historia de David podía haber sido como
la de otros muchos niños albinos en África, pero tú la cambiaste. La guerra
civil que habías ido a cubrir te mostró otra historia más cruel y despiadada.
El miedo de la madre de David, la huida sin cuartel que tenía desde su
nacimiento, te hizo buscar más y averiguar más. Y cuando lo hiciste, te diste
cuenta que David estaba en peligro y tenías que sacarle de allí fuera como
fuese…
-¿Qué descubrí?-¿por qué olvidé esto también?
-En lo que iba de año, 40 cuerpos de albinos
habían aparecido mutilados. Sus extremidades son amputadas para hacer pociones
mágicas que utilizan los curanderos para todo tipo de enfermedades o ritos.
Algunos aparecían con agujeros en la garganta de donde sus asesinos bebían su
sangre antes de mutilarles. Descubriste que eran cacerías a las que se
enfrentaban tanto los adultos como los niños albinos, incluso bebés.
-¡Dios mío!- mi otra yo estaba cargada de
horrores.- ¿Qué supuso en mí?
-Bueno. Lo descubriste y moviste cielo y tierra
para ayudar a David y su madre, pero era una tierra en conflicto y nadie
aseguraba nada. Tú ya te venias, agotada de tantos horrores que habías visto y
vivido. Una ONG que ayuda a niños en África te tendió un puente para una
solución provisional. – silencio.
-Luego mi exmarido me abandonó…
-Sí. Y en lugar de venir a casa te adentraste
más en todo aquello… tanto, tanto… que no sé lo que viste o te sucedió pero
tuviste que enloquecer en parte para salir de allí con algo de cordura.- se
enjuaga las lágrimas.- Tu hermana te localizó gracias a la ONG que nos trajo a
David. Y regresaste. David supuso para todos un cambio de cómo es el mundo, de
que no podemos mirar desde nuestros confortables sofás la miserias en la
televisión y cambiar de canal cuando las imágenes ofenden nuestros falsos
corazones. Tu hermana y tú os volcasteis en ayudar con dinero, material
escolar, juguetes, con todo lo que se necesitaba. Y a pesar de que estabas rota
por dentro, aquello te ayudó a seguir hacia delante. Hasta que llegó él. –
estaba claro que hablaba del Greñas.- Él lo cambió todo. Era esa parte de tu
alma que permanecía vacía y muerta, la que llenó con su presencia y consiguió
hacer vibrar. Sois el perfecto complemento en un mundo cruel. Creasteis la
Asociación…
-¿Qué asociación?
-La de los perros… esa dónde vas. Eres la
presidenta.
¡Cáspita! Soy la presidente invisible, la que
nunca nadie ha visto y la que no va a ninguna reunión ni evento. Ahora sí que
me va a odiar la Rubia. ¡Ay, la Rubia! Qué lejos queda su recuerdo en este
preciso momento.
Y mi madre deshilvanó el resto. Aquella nave
donde recogí los juguetes que mi hermana necesitaba para los niños de África, salió
del mismo almacén donde horas después regresaron para ir camino de su destino. Aquel
era el centro neurálgico de una idea que se fraguó nada más regresar de tierra
hostil con la ayuda de mi hermana. Aquel despacho ordenado era el mío, vacío
desde hacía ya dos años, y el resto era uno de mi hermana, de mi suegro, ya que
la nave le pertenecía, transportista de toda la vida; tenía otro el Greñas y su
hermana que se dedicaban a salvar peludos desde que tenían uso de razón, me
contó mi madre que a su vez le contó la madre del Greñas, es decir mi suegra. Rebuscado.
Miles de viajes he hecho a la tierra que vio
nacer a David, miles de camiones de mi suegro me han ayudado a transportar todo
lo necesario para llevar un poco de alegría a una aldea escondida en un punto cualquiera
de un mapa sin trazar. Allí escondidos de cazadores viven los niños. Evitando
ser encontrados para entrar dentro de un macabro comercio que deja indiferente
a todo el mundo. Sus huesos no son de oro como dice las creencias populares,
pero siempre que unos cuantos estén dispuestos a pagar lo que sea por curar una
enfermedad o vengarte a través de la magia de un enemigo, inventarán lo que sea necesario por llenar los bolsillos ¿qué problema ahí?
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Amore. Asociación Galgo Español. |
Pillé al Greñas del brazo. Mi mirada
desorbitada, mi respiración entrecortada y mi pulso acelerado, era suficiente
motivo para detener el mundo.
-¿Estaba en la aldea de los niños cuando me metieron una
bala en la cabeza?- mi voz sonó demasiado alta, demasiado imperiosa y
desesperada. Todos se detuvieron en sus quehaceres y nos miraron con interés.
-Sí. –me dice mientras me sujeta por los
brazos.
-¿Murieron los niños?- la voz se quiebra en
mi garganta. La respuesta se acerca veloz de las profundidades de mis
recuerdos.
-Sí.- y hundo mi cabeza en su pecho. Y lloró
por niños que no recuerdo.
-Si volver a tenerte requiere recordar, no sé
si podré hacerlo. Sin saber nada de lo sucedido, siento el miedo y el horror en
mis venas.
-A mí me tienes ya. No necesitas el pasado
para disfrutar del presente y tener un futuro. – me abrazó con fuerza.
-¿Qué sucedió?
-Os delataron a los cazadores….
Y bajo mis pies se abre un abismo y caígo a
las profundidades de la tierra. Pero allí no está el Infierno como rezan los
libros de religión, allí están nuestros recuerdos más dolorosos. Nuestro propio
Infierno.