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Tormenta de Galgos. El Greñas. Marchar.



El Greñas. Marchar.

Y van cayendo las cervezas y las anécdotas según pasan las horas y se acerca el alba, parece que ninguno tiene otro lugar mejor donde ir, algunos ya dormitan en el sofá y otros siguen sentados a la mesa con el Greñas apurando las últimas gotas de sus botellines. Pero yo estoy cansada, y me retiro sigilosamente. Voy abriendo puertas y echado un ojo a cada habitación y aunque he visto un par de camas que podrían ser adecuadas para sujetar mi cuerpo dolorido, estoy buscando una en concreto que está al final del pasillo.
Abro la puerta y en un rincón apartado junto a la ventana que tiene la persiana echada, descansa Fox ajeno a todo el fiestorro del salón. Parece darle lo mismo que allí paseen libremente cinco galgos de un lado a otro, él está durmiendo apartado de todo ruido.
Esta es la habitación del Greñas, no quiero dormir en ningún otro lugar y a pesar de que me siento extraña en esta casa, no me veo descansando en otra cama que no sea la que él compró para nosotros. Paseo las yemas de los dedos por los muebles algo polvorientos, me fijo en los detalles, en los objetos que decoran las mesillas o la coqueta, supongo que tendrán algún valor para ambos pero hoy no estoy muy lucida en mis visiones. Allá donde mire hay una foto mía. No puedo explicar donde fueron tomadas o que sucedió ni ese día ni los anteriores. Pero no debo seguir dando vuelta a esta ausencia de memoria. Por mi salud mental y por el bien de las personas que me rodean.
Que grato es reposar la cabeza en una almohada que huele al Greñas. No es lo mismo que acostarte junto a él sosteniéndole la mano pero cualquier cosa es mejor que estar sola en mi piso sin personalidad. Y me duermo envuelta en su edredón vestida y con calcetines, no tengo ni fuerza para robarle un pijama o buscar en los cajones algo de mi talla.

-¿Qué hace aquí?- una voz a mi espalda me increpa más que enfadada preocupada.
-¿Cuándo has vuelto?- saludo a un hombre alto de color con el pelo algo encanecido, más que por la fatiga de los años es por la situaciones vividas por los que sus sienes están plateadas, va vestido de explorador y a la espalda porta un fusil.
-A primera hora. Cuando el sol salía tras la montaña del diablo.- le sonrió porque llamaban montaña a un montículo de arena.- ¿No me dijo que se iría con su hermana?
-Una semana más me retiene este bello país tuyo. Uno de los camiones pinchó una rueda. No me quedó más remedió que esperarles para comprobar que todo llegaba correcto y nada se pierde por el camino. –le guiño un ojo. Llevábamos tiempo observando que alguien nos sustraía objetos sin ninguna importancia.
-Eso podía hacerlo cualquiera. – y se aleja enfurruñado o contrariado por algo.- ¡No tenía que estar aquí!
La enfermera de la aldea una sueca que nada tiene que ver con las idílicas mujeres rubias de ojos azules, encoge los hombros cuando la miro sin comprender la actitud de un hombre que siempre ha hecho gala de una educación exquisita y una mano derecha magnífica para tratar con todos los yuyus de este país.
-Yo he tenido el mismo recibimiento.- me dice.- Me da que el Capitán está algo molesto.
Llamábamos al Capitán a un hombre que no tenía ningún rango militar, pero para su gente, un grupo de hombres que se encargaban de la seguridad del recinto, sus órdenes eran obedecidas al momento y nadie ponía en tela de juicio su posición de mando.
Tayo. Asociación Galgo Español.

Me desperté con el contacto de una mano en la mejilla. Al abrir los ojos, nuestras miradas se cruzaron. Era tan familiar aquel despertar.
-Sollozabas en sueños.- me dice mientras me arropa con el edredón que descansa en mi cintura.
-Creo que nos delató el hombre al que llamábamos el Capitán.- asiente despacio.- ¿Le conocías?
-Sí. Fui en varias ocasiones contigo.- su mirada se pierde en algún punto de mi pelo.
-¿Qué sucede?
-Su cadáver estaba entre otros cuantos apilados en una fosa.- me extraña saberlo muerto, estaba casi segura.- Era un hombre bueno y leal, pero no quita que le presionaran de alguna forma y se encontrara entre la espada y la pared.
-Y luego le mataron para borrar pistas.- el Greñas se ríe.
-Lo de borrar pistas suena muy de novela. Que viviese o muriese poco importaba. Lo mataron porque sí.- dice levantándose de la cama y subiendo la persiana.
-¡Suena muy triste!-me levanté con pesar de aquellas sabanas que me envolvían con su aroma. No quería salir de allí nunca, pero la vida continúa y hay que seguir llenándola de nuevos recuerdos.- Necesito volver a casa. A mi casa.- ya no sabía si era correcto decir que aquel piso era mi casa o esta era mi casa o ambas son mi casa. Ante mi aturdimiento el contexto con un beso en la frente.
-Desayuna y te llevo.

Aquí con un par de tostadas de aceite con tomate y un té rojo bien caliente paso el rato mirando por la ventana como siguen trabajando en adecentar los cheniles y acoplar a tanto galgo como parece que ha llegado entre anoche y esta mañana. Estoy tan distraída que no escucho al Galguero entrar y a un menos mirarme desde el quicio de la puerta como si le debiese dinero y no se lo pagase.
-Le quiero como a un hermano.- me dice con el ceño fruncido.- No quiero que vuelvas a destrozarle por dentro. Esos vaivenes que te dan en la cabeza están acabando con mi amigo. – no teme que alguien entre y le sorprenda echándome la bronca de algún tipo, está decidido a soltar lo que lleva dentro y aunque no encuentra las palabras más apropiadas el mensaje lo tiene claro.- Creo que lo mejor es que te largues lejos. – estoy estupefacta.- No me caes mal. Cuando nos presentó me parecías una tía alucinante y todo lo que hacías lo mucho que te arriesgabas… ¡Joder! ¡Eras la hostia! Hemos compartido muy buenos momentos juntos pero desde que te pasó toda esa mierda y empezaste a perder el juicio… no me malinterpretes pero mi amigo es él, tú eres una adosada que se cambia. ¿Me entiendes? Le debo mucho y creo que estoy en el deber de decir que le estás jodiendo, que desde que estás… como estás… ya no es feliz. Deberías pensar en marcharte para que pueda rehacer su vida.
-¿Con la Rubia?- por qué la mencione, por qué se paso por mi cabeza la idea de que aquel imbécil estuviese interesado en emparejar al Greñas con la rubia de silicona, acaso no sabía que él me pertenecía.
-Con la rubia, la morena, la pelirroja… con cualquiera con la que vuelva a reír y a tener ilusión. Que no siga metiéndose en problemas salvando peludo sin mirar los riesgos que corre. Un día le van a dar un mal golpe y será por tu culpa.- se rasca la cabeza disimulando cuando la puerta se abre y entra el Greñas con la llaves del coche en la mano.
-¿Estás lista?

Sé que me repito cada dos días, pero qué hago con esto ahora.

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