El Greñas. Culpa.
El silencio es una tónica en mi vida.
Guardamos silencio cuando lo que tenemos que decir duele, cuando no sabemos cómo
decirlo y esperamos que una actitud distante y fría, marcada por el silencio
nos solucione la papeleta, o porque sinceramente no hay más que decir. Yo guardo
silencio porque soy como el actor que no se sabe su papel. Y después de la
charla con el Galguero tengo miedo a seguir haciendo daño al Greñas. Algo ha
cambiado en su expresión, está relajado y esperanzado, quiero pensar que soy yo
la causa, pero a la vez tengo pánico a esconderme tras una laguna y obligarle a
él a bajar al infierno en mi busca.
El
Greñas sabe que un cambio sutil se ha producido en mi ánimo. Al levantarme dejé
caer que regresaría por la noche y ahora estaba claro que mis planes eran otros
muy diferentes. Cuando me lo preguntó a la puerta de mi casa le mentí: “Tengo
que solucionar las cosas con mi hermana para pasar página” le aseguré que era
necesario hacerlo ahora, hoy mismo. Asintió sin mucha confianza pues me conoce
mejor de lo que yo imagino y sabe que algo se fragua en mi cabeza. Y es cierto.
Tengo miedo de hacerle daño. La culpa. Yo misma soy consciente de que no tiene
la alegría de la que hacía gala cuando le conocí, he visto los cambios que he
ocasionado en todos los que me rodean, les he hecho más infelices y aunque se
alegran de que siga viva y junto a ellos me pregunto cuantas veces no habrán
fantaseado con la idea de verme enterrada y olvidada.
No sé ha bajado del coche, nos hemos
despedido con una sonrisa forzada y una mirada que no ha significado nada. No ha
sido por mi silencio, ni por nada que haya hecho yo. Ha sido esa llamada.
-Si cambias de idea, avísame.- deja caer el
móvil en el asiento que dejo vacío.- La noche se ha complicado pero estoy
seguro que los astros están de mi lado.
Le he sonreído tontamente pero digamos que
algo de lo que ha dicho o el cómo lo ha dicho o simplemente él, me ha
inquietado. Y he subido en el ascensor dándome ligeros cabezazos contra el
espejo, pensando en qué es lo que me produce esta intranquilidad.
-¿Crees en Dios?- su voz es un susurro en mi
cabeza.
-Creo que hubo un Dios que nos ofreció la
libertad en un mundo increíble. Fuera de eso no comulgo con nadie.- le
confieso.
-Yo veo su mano en todos los rincones.- acaricia
con el dedo índice y pulgar una cruz de madera de olivo que cuelga de su cuello
atado a una cuerda de cuero. – Te haré uno.
-Prefiero otro fetiche o amuleto.- él asiente
satisfecho.
-¿El qué?- es una pregunta retórica pues veo
como los engranajes de su cabeza se mueven para encontrar el objeto a tallar
prefecto.- Un galgo. Mejor dicho, serán dos, uno para ti y otro para mí.
Escuchamos en la distancia acercarse un
perro. Cojea exageradamente y el Greñas menea la cabeza entristecido. Una rama
se rompe a nuestra derecha y el perro da dos pasos hacia atrás sin dejar de
mirar a la jaula que contiene piense y arroz con pollo caliente. Unos pasos se
acercan aplastando las hojas secas, el ruido delata nuestra posición pero el
perro sigue quieto.
-¿La he jodido?- dice el Galguero agachándose
a nuestro lado.
-No. Este pobre quiere que lo atrapen ya.
Y sale al claro con un puñado de pienso que
saca del bolsillo de la chaqueta y se lo tiende en señal de paz. El animal se
deja caer sobre las hierbas secas y agacha la cabeza y espera.
-¡Trae el collar y la correa, este se viene a
casa!- acaricia su cabeza mientras le tienda la mano con el pienso que devora con
avidez.
-A ti te viene Dios a ver. Eres un tío con
suerte.- dice el Galguero dejando sobre sus piernas el collar y la correa.
-¿Qué opinas tú?- me señala con la mirada.
-Que los astros están de tu lado.
-Entonces nada malo me puede suceder…
Y su voz se pierde cuando el sonido de la
campana señala mi planta. ¿Quién le ha llamado? ¿Por qué su rostro se ha
ensombrecido? No fue mi cambio de planes, fue la llamada.
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Emmy. Asociación Galgo Español. |
Cojo mi móvil y busco el teléfono de la
Rubia, necesito el número del Galguero y ella es como la Espasa Calpe en cutre.
-Necesito el número de teléfono del
Galguero.- le grito en cuanto descuelga.
-Yo tampoco me alegro nada de oír tu voz.-
¡Será gilipollas, la Rubia! Pero esta chica saca de mí un yo desvergonzado, mal
hablado y rabioso.
-Es urgente, no perdería el tiempo llamándote
si no fuera así.- sobre todo porque te quieres tirar a mi marido, a mi nuevo
marido. Qué extraño suena incluso pensándolo.
-No sé a qué juegas pero a mí no me engañas
como a él.- habla del Greñas seguro.- Menudo espectáculo montaste ayer.
-¿A ti no te aclararon la situación?- o se lo
dijeron y tanta silicona le afecta a las neuronas y no comprendió que el Greñas
es mío, mío. – Ahora no estoy para memeces. Necesito avisar al Galguero de que
él le necesita.
Guarda silencio valorando esta posibilidad.
-Llámale Antonio, apréndete de una jodida vez
los nombres de la gente. Te paso el contacto y más vale que no sea una treta de
las tuyas para monopolizar su atención.- me cuelga. Quería decirla que no tenía
tela que rasgar pero no me ha dado la oportunidad. Después del contacto se lo
escribo. Disfruto tocándole los ovarios a esta impostora de Barbie.
Cumple con su palabra y me envía el contacto
de Antonio, el Galguero se llama Antonio, pues no me dice nada su nombre. Y yo después
de darle las gracias y enviarle muchos emoticonos de esos amarillos con besito
corazón, añado: “No tienes nada que rascar”. Y me río. Creo que estoy algo
loca. Ella me envía un dedo palabrota.
El Galguero tarda… no sé el tiempo que tarda,
pero me parecen minutos.
-¿Eres el Galguero?- no me fio de la Rubia y Antonio
puede ser el frutero de su barrio.
-¿Eres la descerebrada?-está claro que es él,
cuando odio me destila.- ¿Quién te ha dado mi móvil? Sé que él no, porque me ha
llamado para preguntarme qué coño te he dicho en el desayuno. ¿Ya estás
reseteandote de nuevo? Vamos a ver monina, te lo explico de nuevo: que si
quieres a mi amigo luches por él pero si estás pensando en joderle por decima
vez que te vayas a tomar por culo. ¡Clarito!- este hombre necesita tirarse
desde un avión y quemar adrenalina.
-Alguien le llamó por teléfono y cuando se
despidió me dijo: “Los astros están de mi lado”. Es una expresión….
-Sé lo que significa. ¿No sabes quién le
llamo?- niego- ¿Algo dirían que pueda ayudarme?
-No recuerdo nada… Algo de un campeonato…
-El hijo puta del Vicente ha encontrado el
lugar y le ha llamado. No me lo creo. Le dije que le dejara tranquilo que desde
que estabas tú de vuelta estaba descentrado. ¡Joder!
-¿Quién es Vicente?
-Que más te da si mañana lo vas a olvidar. ¿No
recuerdas a Vicente? Haz memoria. Si algo le sucede, será culpa tuya. Esto es
de lo que te hablaba en el desayuno.- fin de la llamada.
¿Quién es Vicente? ¿Dónde está el Greñas? Me
cae fatal el Galguero.