Ir al contenido principal

Tormenta de Galgos. 36



Trigésima sexta entrada a mi blog.

Y el resto de las Navidades pasaron sin pena ni gloria, cada uno en su casa, aguanté donde mis padres casi doce horas, un récor para como me miraban y hablaban. Midiendo las palabras y sonriendo con lástima.

Del Greñas, poco supe. Seguía rescatando y llevando más flacos a la residencia, que la Rubia le invitaba cada dos por tres a una cervecita en algún rincón íntimo para tratar de los puntos más importantes de los que no había tiempo de hablar entre los pasillos de lo cheniles, y en las carreras al veterinario. Porque vaya rachita, las últimas entradas han sido de peludines muy mal trechos. El Greñas está desesperado, porque no creo que haya dinero para mantener todo estos gastos y es de esas personas que no pueden mirar hacia otro lado porque su bolsillo se resiente o sus fuerzas escasean, hasta la última gota de sangre la desgastará si el esfuerzo lo requiere.
Y por vuestros correos del otro día, he descubierto que los que seguís estas reflexiones sobre mi vida, sois románticos hasta la médula. Seguís animándome a estar con el Greñas, olvidando que sigo casada… por cierto, tengo que solucionar este papelón, porque yo quiero desligarme del todo de este engendro de ser humano. 

Terminaron las fiestas y seguí lamiendo mis heridas en casa, ni residencia ni familia. Los juguetes llegaron a buen puerto pues mi no hermana me mandó un whatsapp agradeciéndome la ayuda. No me molesté en contestar, ni dedito ni hostias. Pero esto me revolvió por dentro y antes de cometer un nuevo error exponiéndome a un intercambio de insultos con ella por su falsedad ante mis padres o nuestros padres. Decidí salir a tomar un café a la calle, o en mi caso un té.
Caminé durante horas observando a la gente y sobre todo a los que paseaban a sus perros. Con aquellos que se dejaron y me permitieron, intercambié unos achuchones y alguna frase coloquial sobre lo guapos que eran o los cariñosos, parecía hasta una persona normal. Me senté en una terraza y pedí un té rojo. Estaba relajada, diría que feliz. El sol me daba en la cara y a mi alrededor no había nada desquiciante. Disfruté de unos diez minutos donde mi cabeza dejó de martirizarme con imágenes que se acercan a la visión futurista del Greñas revolcándose en la cama con la Rubia, y por qué doy vueltas a esta idea, porque el Greñas se está convirtiendo en otra de mis obsesiones y en otro pecado capital: los celos. ¿Qué no es un pecado capital? Pues muy mal hecho, debería de serlo. Tengo soberbia, avaricia, envidia, irá, pereza, lujuria y gula,… esto último no mucho, pero dadme tiempo y lo conseguiré, estoy por hacer un máster de  todo lo que destruye el alma del ser humano. Y cuando lo consiga y el resultado sea peor del tengo, sé que no debo suicidarme bebiendo coñac con ninguna pastilla que no tenga receta médica. Mira que tomarme un placebo tan convencido de que aquello era el final. ¡Manda huevos! Ahora tengo una úlcera en el estómago y una llaga en el esófago. Pero digo yo, si es un placebo ¿no debería haber funcionado? ¡Joder! ni para esto tengo suerte.
-¡No me lo puedo creer!-una loca que lleva mirándome con descaro unos dos minutos se decide a joderme la mañana.- ¿Cómo te encuentras? Me dijeron que regresaste pero que estabas muy tocada.
Y me señala la cabeza con el dedo índice. ¿Quién puñetas será esta tipa? La miro y la remiro, pero no la ubico en ningún lugar.
-Creo que se confunde.- y la muy zorra dice mi nombre completo, nombre y apellido sin confusión alguna.- Pues no caigo.
La contesto secamente, golpeando nerviosa con los dedos la mesa metálica donde ha colocado su bolso y sus gafas, en mi mesa, sin pedir permiso, invadiendo mi espacio y mi momento. Ella sonríe mientras valora si lo que la dijeron era cierto o no, supongo que hoy tengo un día donde soy la imagen de la lucidez.
-Me encontré con…- y menciona a La puta del chocho al rojo.- Me dijo que…- parece que las palabras se atragantan. Ella quiere saber pero es cierto que el tema tiene su miga. Tengo que ayudarla.
-Se tiró a mi marido y fue una conmoción para mí. Ya he pasado página…
-Eso ya lo sabíamos.- ¿lo sabíamos? Es de dominio público y yo sin saberlo, porque esta tipa no es de mi círculo de amistades ya olvidadas.
-¿Entonces?- a qué coño te refieres. Me mira directamente a los ojos, me intentará leer la mente, pues va lista.
-¿No sabes quién soy?- niego con la cabeza. Esto la confirma lo que la gente dice de mí porque asiente con tristeza.- Cuanto lamento lo tuyo. Ya es mala suerte, jugarte la vida por hacer del mundo un lugar mejor para unos cuantos niños y que unos desalmados… Bueno te dejo. Espero que te recuperes pronto y que vuelvas a ser la de antes.
Y me quedo con la palabra en la boca porque la tipa tira millas como un corredor de fondo. 

Y esos diez minutos que tenía de calma, cesan para dar lugar a una tempestad. Cómo puede ser que olvidase las caras que tenían que serme familiares.
Intento hace memoria de mi regreso. Y está borroso o confuso, recuerdo lo que me han contado como vivido, más que las sensaciones que pudiese tener de aquellos momentos.
Todo lo que tengo en la cabeza está como colocado dentro por alguien, no tiene una sucesión cronológica, está fragmentado, alterado de alguna forma.
Asociación Galgo Español.
Cada día estoy peor. Y si éramos pocos parió la abuela. El Greñas quiere verme mañana en la residencia para hacer una previa. ¡Vaya tela!

Entradas populares de este blog

El otro hijo

TIBIO TÉMPANO DE NUESTRA CALIDEZ.

Con esta novela me sucedió como con otro escritor que voy leyendo a cachitos, porque son amantes de los diálogos monologuistas, largos y con pocos puntos y aparte. Qué ocurre con esto, pues que se trasforman en páginas y páginas en el eBook, agota la vista y distrae. Empecé leyéndola en el móvil porque me quedé sin luz en mi eBook, pero era muy largo los textos, se hacía pesado, lo dejé por cansancio ocular, ahora sigo las órdenes tajantes de mi familia y amigos, << ¡Cuídate la vista!>>. Llegué a casa y la descargué en el libro electrónico, pero tengo una costumbre, la primera imagen que público es cuando comienzo la lectura, no repito la foto, por eso la imagen no encaja con mi habitual protector florido tan característico en mí. Me enganchó mucho ese primer discurso que nos narra el escritor en boca de Moreno Cabello, que no le gusta nada los medios y se nos presenta como una mujer ruda, profesional y solitaria. Es cierto que la perseverancia de esta investigad...

La quinta víctima