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Tormenta de Galgos. 19


Cash. Asociación Galgo Español.

Decimonovena entrada de mi blog.

El Greñas en la puerta hablaba con un hombre de nuestra edad, vestido de cazador pero sin ninguna arma, con seis perros a su alrededor entre podencos canarios y galgos. He aparcado justo enfrente de él y desde la seguridad de mi coche he valorado mi entorno, mis posibilidades viendo su gesto. Y las posibles escenas que venía ensayando todo el camino, con sus respectivas conversaciones y mis posibles contestaciones, se han esfumado al verle allí plantado con ese hombre. ¿Sería otro de la residencia? ¡Será canalla, venir con refuerzo! Y durante unos minutos largos hemos representado una película de vaqueros, el típico duelo en la calle Mayor donde el sheriff se juega la vida con el cuatrero más peligroso de la región. Profundas miradas por su parte y yo sosteniéndolas sin parpadear, me duelen los ojos. El hombre viendo que el Greñas está más pendiente de mí que de su charleta, se ha girado para mirarme, y allí estábamos los tres sosteniéndonos la mirada. Algo le ha dicho al Greñas que ha movido la cabeza negativamente. Y por fin ese hombre que no conozco de nada ha dado un paso hacía a mí y me ha gritado:
-¡Baja del coche coño y apaga las putas luces!- me he dado cuentas que tenía las largas puestas, ese camino de arena y barro, no veo nada, ¡Joder! He olvidado que las tenía.
-¡Lo siento!- he dicho nada más bajar, pero un “lo siento” que ha sonado a “ajo y agua”, por el tono y el gesto de mi cara que es prudente, mejor dicho de desconfianza.
El hombre me taladra con la mirada y sin disimulo me mira de arriba abajo.
-1324, te presento a mi amigo el Galguero.
Sólo con el nombre me cayó como una patada en el culo, es cierto que todo el mundo me cae mal pero ese hombre se dedicaba a lo que yo criticaba, combatía y aborrecía. ¿Cómo podía tener un amigo de aquella calaña?
-¡Anda la hostia! Ahora me vas a llamar el Galguero. –ambos ríen y se abrazan dándose golpes en la espalda como osos.
-A 1324 no le gustan los nombres, crea vínculos y no quiere.- el Galguero me mira como si fuera de otro planeta.- A mí me llama el Greñas.
¿Cómo carajo sabe eso? ¿Leerá mi blog? ¡Qué va!, este tipo de hombres monos no leen los carteles de la autopista, como para leer un blog profundo y reflexivo como el mío.
-¡Joder! pues está muy acertado, vas siempre como un guarro.- yo podía pensar del Greñas todo aquello y mucho más, incluso lo escribo en mi blog, pero que aquel tipejo le llamase guarro. Me obligué a mirarle con más desprecio, si es que se podía, por el trabajo que desempeña en esta sociedad: maltratador, asesino, escoria, promotor de la esclavitud; y por insultar al Greñas.
-Crees que haciendo lo que hago puedo ir mejor.- se defiende entre risas.
-¿Y yo? Me acuesto entre galgos y me levanto con ellos, y entre medías estoy con caballos, jabalís y liebres.- se abre de brazos y se gira para que le vea bien.- Y voy hecho un Dandi, un pipiolo.
-“Pipiolo” se traduce como niño, pequeño… no como arquetipo de persona refinada en el vestir y conocedor de la moda. Pero sin ofender, “El habito no hace al monje”. – escupí cada palabra con desprecio, esperaba que hubiese cogido cada letra como los puñales que eran.
-¡Mande!- miró al Greñas que se encogió de hombros.
Y tras este breve encuentro con un galguero, mi momento entre paréntesis desapareció. Solos. Como los silencios dilatados en momentos de tensión, para mí, son insostenibles y viendo que el Greñas no hacía más que valorar lo que fuera que estuviese pensando; no encontraba las palabras justas para darme la patada tras quitarme todas las mantas que había conseguido, hablé yo.
-Y bien, ¿Cómo va a ser a chuchillo o con vaselina?- su expresión es inexpresiva.
-¿No tienes una llave que abra el maletero?-me señala el coche como distrayendo mi atención de lo que le ha llevado a quedar conmigo a unas horas casi prohibitivas.
-Primero me dices lo que me vienes a decir y luego te doy las mantas, ¡si me da la gana!
-¿Qué se supone que tengo que decirte?- se sienta sobre el capó de mi coche y cruza los brazos sobre el pecho.
-¡Qué no vuelva!
-¿Quieres dejarlo?
-¡Yo no! Sois vosotros que queréis echarme porque os incomodo, porque llamé furcia a la Rubia… -¡joder! se me escapó lo de Rubia, pero parece que no lo ha captado.
-Lo de la Rubia, como la llamas, aunque tiene un nombre infinitamente más bonito que ese, no estuvo nada bien, pero yo no soy quién para juzgar a nadie. - deja caer las manos sobre las rodillas.- Tienes un conflicto en tu cabeza bastante importante.
-¡No estoy loca!- se pone en pie y apoya una mano sobre mi hombro.
-Tienes que aprender a escuchar.
-¡Escucho!
-Crees que escuchar pero proyectas tus palabras en unas bocas que se mueven.
-Crees conocerme…
-No, sabemos que no te conocemos, no nos has dado la oportunidad. ¡Ni siquiera nos has dicho tu nombre! Y lo hemos respetado. Nos hemos presentado y no has tenido ni la decencia de aprendértelos.-aquello era un rasca polvos y me sentía incomoda, porque nunca he sabido defenderme en una confrontación dialéctica tan directa, porque se me ocurre la respuesta acertada treinta minutos más tarde y después de rumiar entre muchas opciones.- Sé de ti lo que necesito saber.
-¡Ja!
-Te gustan los perros pero lo más importante y por lo que sigues aquí: ellos se sienten felices a tu lado.  Eres capaz de sacarles del mutismo simplemente con tu compañía, salen del chenil y te siguen dócilmente, se dejan poner la correa cuando ninguno de todos nosotros lo consigue… tienes un don.
-¿Ahora me das coba?- el Greñas se dirigió al maletero de mi coche y con el dedo golpeó suavemente la cerradura.
-Quiero tus mantas.
Cogimos cada uno dos buenas bolsas de basura, de esas que se usan en jardinería.
-Puedo conseguir más como estas.- aseguré como un salvoconducto para quedarme un poco más entre los galgos. Debilidad por mi parte.
-Entonces no podré echarte todavía.- se paró en seco.- Tráeme un material igual o mejor y te aseguras un mes  de visitas sin restricciones.
-¿Te estás quedando conmigo?- su acento colombiano imitando a un narcotraficante no me convenció lo más mínimo.
Por este día estoy salvada, no pierdo mi plaza de voluntaria en la residencia. Ahora sé que al Greñas le gusta la Rubia, esto me carcome,  y que no me echan por motivos prácticos, ¡tengo un don!

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