Todo aquello no evitó que escapase cada noche
para encontrarme con Alfa. Ni siquiera tomé precauciones ahora que sabía que me
buscaban. No advertí a Alfa del riesgo que corríamos todos nosotros si éramos
pillado infraganti. Supongo que la inconsciencia de la adolescente te hace sentirte
intocable.
Amaba a Alfa y las horas que pasábamos juntos
cada noche eran las únicas que me permitían seguir viviendo entre aquellas
paredes de piedra mohosas. Ambos supimos nada más vernos que estábamos
predestinados. Fue como una corriente eléctrica, una sacudida que hace tu
corazón palpitar a otro ritmo, un escalofrío al sentir su aliento cerca.
Pero una noche todo cambio. Alfa no estaba en
el lugar habitual. Tampoco escuché los aullidos que me avisaban de su llegada.
El bosque estaba en silencio y si hubiese prestado atención me habría dado cuenta
que todo aquello era un mal presagió.
Esperé angustiada durante dos horas. Me
paseaba arriba y abajo sin pensar en otra cosa que en él. Si mi padre o alguno
de sus hombres lo habrían abatido la noche de luna llena. Dos días sin vernos
por culpa de la iniciación a la adolescencia de los miembros jóvenes de la
manada. Sin saber si algo malo le sucedió. Y ahora imaginaba miles de formar
horribles de morir. ¿Y si, alguna de aquellas pieles que amontonó mi padre en
el salón de reuniones fuera la de Alfa? Sólo de pensarlo mi alma se encogía y
mi corazón dejaba de latir. Y entonces
escuché una rama crujir cerca del árbol donde me apoyé agotada de la angustia
que mi cabeza me estaba haciendo padecer.
Sabía que no era él, le sentía aproximarse
antes de verle, escuchaba su corazón junto al mío, su aliento en mi cuello y su
tacto en mi espalda, incluso antes de tocarme, sabía que no era él. Mi cuerpo
se tensó y mi vello me advertía que era un enemigo, no entendía aquellas reacciones
pero confiaba en mi instinto. Alfa me hablaba constantemente de él y de lo
importante que era para ellos y su supervivencia, yo tenía mitad de hombre lobo
y no podía desentenderme de esa parte tan mágica.
No esperaba ver al señor Macqueen caminar
solo por el bosque. Con el paso de los años había lucido cada arañazo, mordisco
y zarpazo de su cuerpo con un orgullo, todo acompañado de una historia, no del
todo veraz, sobre su batalla personal con el hombre lobo. Pero todas aquella
heridas de guerra ahora le cobraban factura, era torpe en sus movimientos y sus
sentidos estaban mermando, su visión eran borrosa y su oído torpe, por eso
jamás caminaba sin escolta y nunca salía sin mi padre del castillo. Ya no
confiaba tanto en Mike, no tenía motivos para dudar de él pero mi padre
sembraba cizaña constantemente.
Cuando pasó por mi lado y me sentí segura,
algo tiró de mí, salí de mi escondrijo y seguí sus pasos entre las sombras.
Parecía saber muy bien donde se dirigía, su paso era lento pero seguro, a pesar
de la poca luz que atravesar los espesos árboles, estaba claro que lo recorría
con frecuencia para encontrarse con alguien.
Y llegamos y se paró a esperar en un claro
del bosque, le observé llevar las manos a la boca y emitir el sonido del búho,
era un sonido perfecto. Inmediatamente escuché el aullido de un lobo, era capaz
de reconocer cada llamada, cada una de sus voces era diferente y sabía a quién
pertenecía el perfil que se recortó en lo alto del monte. No podía ni imaginar
que hacía él allí reuniéndose en secreto con su enemigo, con el hombre que
exterminaba a miles de ellos cada año. Gamma apareció en el límite del bosque
en su forma lobuna pero a medida que caminaba hacía Macqueen se trasformó en el
joven ausente y escurridizo que conocía, con la mirada esquiva y fría con la
que me deleitaba en cada encuentro. Macqueen se mostraba inquieto e impaciente.
-¿Es ella?- le gritó cuando le faltaban tres
metros por llegar.- Hiciste lo que te dije con su sangre.
Entonces llevé mi mano derecha a una herida
que tenía en mi hombro izquierda, vendada con una tela de algodón blanca. Una
semana antes de la luna llena me reuní con Alfa pero no estaba solo, sus amigos
le acompañaban, tenía que irse en busca de un joven que se había asustado en su
primera trasformación. Hablamos durante unos segundos y Gamma estaba más
inquieto de lo habitual. Me pareció en aquel momento algo forzado lo que
sucedió pero pensé que era por el miedo de no encontrar al joven hombre lobo.
Empezó empujando a Beta, que siempre aguarda en el lado derecho de Alfa,
seguidamente se enzarzó en una disputa absurda con Zeta y por último insistió
de malas formas de la pérdida de tiempo que estaban sufriendo por mi causa.
Cuando Alfa le recriminó, se enfrentó a él, cosa que nunca ninguno de ellos
hacía, saben que será el próximo líder de la manada, no porque lo sea su padre
sino porque es un autentico líder, tiene carisma y es el más fuerte de todos.
La pelea fue breve, vi las garras de Gamma rasgando el aire y a Alfa
esquivándolas sin dificultad, cansado este de sortear cada golpe mientras
intentaba que entrase en razón, decidió terminar el tema como solo los lobos lo
hacen inmovilizando en el suelo al adversario, pero mientras que forcejeaba
para aplicarle la llave, la zarpa de Gamma me alcanzó el hombro. Yo no fui
consciente del arañazo que teñía mi manga de un rojo vivo. Temía por Alfa, sentía
su agitación y la adrenalina que corría por sus venas, el conflicto que sufría
al golpear a un amigo que era como un hermano.
-Hice la prueba que me dijiste la noche de
luna llena sobre el lago donde se refleja todo su poder.- Macqueen con la mano
le instaba a seguir.- Utilicé ese líquido plateado que me diste…
-Mercurio, se llama mercurio. Sois lentos
aprendiendo.- dijo con desprecio. Sentí la tensión de Gamma.
-Murió uno de los nuestros.
-Murió,
¿Quién murió?- preguntó interesado.
-Uno de los jóvenes que estaban a mi cargo en
la iniciación. Bebió el líquido pensando que era agua del lago. Me debió ver
cogerlo.
-Curioso.- se frotó aquella barba espesa y
sucia. Hacía años que el aseo personal no formaba parte de la rutina diaria del
señor. No soportaba estar cerca del agua, algunos pensaban que era el recuerdo
de su amada esposa desangrándose en la orilla del río.
-Murió entre gritos y lamentos, retorciéndose
de dolor.- Gamma lo decía con irá pero los ojillos vidriosos de Macqueen tenían
una resolución nada buena.
La tercera mentira que corría como la espuma
sobre ellos, el mercurio les mata, pero era complicado hacer beber contra su
voluntad a los hombres lobo tal brebaje, aunque las balas de plata era un posibilidad muy parecida, verles
morir lenta y dolorosamente era una idea fabulosa. Y olvidó lo que le había
llevado a salir solo y adentrarse en un bosque nada acogedor.
-Cuanto lamento lo que me cuentas. Yo no
deseo vuestro mal, deseo encontrarla a ella, es mi hija… la hija que no conocí,
la hija que tenía mi amada esposa en sus entrañas y me fue arrebatada por uno
de vosotros para empezar esta guerra cruel que no beneficia a nadie.- que
increíble historia le estaba contando. En verdad Gamma se creía esa patraña.
-Entre nosotros no vive ninguna mujer con
esas cualidades…
-¡¡No me engañes!!- bramó- La he visto con
vosotros corriendo, de pelaje gris y ojos hermosos.
Hablaba de Orfibia. Macqueen pensaba en ella
y no en mí. Pero Gamma sospechaba de mí.
-Ella es de los nuestros.- Gamma olfateó el
aire. Igual que él supo que yo estaba espiando, yo veía la duda en su cabeza,
no por su aprecio a mi persona, que no existía, sino por la amistad con Alfa.-
Encontré a una muchacha que cuando mezclé su sangre con el mercurio y el agua
del lago…
-¿Qué sucedió?- dos pasos de Macqueen
acortando la distancia entre ellos, llevó como respuesta un gruñido breve pero
fiero por parte de Gamma.
El corpachón de aquel hombre grande y
corpulento que se cubría con las pieles de los lobos que había matado tembló,
temía a los hombres lobos. Nunca lo hubiese imaginado, parecía tan seguro
cuando salía sobre su caballo a la siguiente cacería. Pero ahora estaba solo,
era un cordero.
-En la copa se reflejó la luna llena. Intensa
y poderosa como la vemos cada veintiocho días en ese cielo negro lleno de
estrellas que ensombrecen a su lado. -no pareció satisfecho de aquello.- Estaba
en lo más profundo del sótano de mi casa, no cuenta con ventanas y la puerta
estaba cerrada para evitar verme sorprendido.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente y sus
manos se crisparon al querer saber el nombre de la pobre infeliz que moriría en
un ritual, todavía sin determinar, para poder obtener su sangre y eludir a la
muerte evitando a si el castigo eterno.