Ir al contenido principal

Capítulo 66




Todo aquello no evitó que escapase cada noche para encontrarme con Alfa. Ni siquiera tomé precauciones ahora que sabía que me buscaban. No advertí a Alfa del riesgo que corríamos todos nosotros si éramos pillado infraganti. Supongo que la inconsciencia de la adolescente te hace sentirte intocable.
Amaba a Alfa y las horas que pasábamos juntos cada noche eran las únicas que me permitían seguir viviendo entre aquellas paredes de piedra mohosas. Ambos supimos nada más vernos que estábamos predestinados. Fue como una corriente eléctrica, una sacudida que hace tu corazón palpitar a otro ritmo, un escalofrío al sentir su aliento cerca.
Pero una noche todo cambio. Alfa no estaba en el lugar habitual. Tampoco escuché los aullidos que me avisaban de su llegada. El bosque estaba en silencio y si hubiese prestado atención me habría dado cuenta que todo aquello era un mal presagió.
Esperé angustiada durante dos horas. Me paseaba arriba y abajo sin pensar en otra cosa que en él. Si mi padre o alguno de sus hombres lo habrían abatido la noche de luna llena. Dos días sin vernos por culpa de la iniciación a la adolescencia de los miembros jóvenes de la manada. Sin saber si algo malo le sucedió. Y ahora imaginaba miles de formar horribles de morir. ¿Y si, alguna de aquellas pieles que amontonó mi padre en el salón de reuniones fuera la de Alfa? Sólo de pensarlo mi alma se encogía y mi corazón dejaba de latir.  Y entonces escuché una rama crujir cerca del árbol donde me apoyé agotada de la angustia que mi cabeza me estaba haciendo padecer.
Sabía que no era él, le sentía aproximarse antes de verle, escuchaba su corazón junto al mío, su aliento en mi cuello y su tacto en mi espalda, incluso antes de tocarme, sabía que no era él. Mi cuerpo se tensó y mi vello me advertía que era un enemigo, no entendía aquellas reacciones pero confiaba en mi instinto. Alfa me hablaba constantemente de él y de lo importante que era para ellos y su supervivencia, yo tenía mitad de hombre lobo y no podía desentenderme de esa parte tan mágica.
No esperaba ver al señor Macqueen caminar solo por el bosque. Con el paso de los años había lucido cada arañazo, mordisco y zarpazo de su cuerpo con un orgullo, todo acompañado de una historia, no del todo veraz, sobre su batalla personal con el hombre lobo. Pero todas aquella heridas de guerra ahora le cobraban factura, era torpe en sus movimientos y sus sentidos estaban mermando, su visión eran borrosa y su oído torpe, por eso jamás caminaba sin escolta y nunca salía sin mi padre del castillo. Ya no confiaba tanto en Mike, no tenía motivos para dudar de él pero mi padre sembraba cizaña constantemente.
Cuando pasó por mi lado y me sentí segura, algo tiró de mí, salí de mi escondrijo y seguí sus pasos entre las sombras. Parecía saber muy bien donde se dirigía, su paso era lento pero seguro, a pesar de la poca luz que atravesar los espesos árboles, estaba claro que lo recorría con frecuencia para encontrarse con alguien. 
Y llegamos y se paró a esperar en un claro del bosque, le observé llevar las manos a la boca y emitir el sonido del búho, era un sonido perfecto. Inmediatamente escuché el aullido de un lobo, era capaz de reconocer cada llamada, cada una de sus voces era diferente y sabía a quién pertenecía el perfil que se recortó en lo alto del monte. No podía ni imaginar que hacía él allí reuniéndose en secreto con su enemigo, con el hombre que exterminaba a miles de ellos cada año. Gamma apareció en el límite del bosque en su forma lobuna pero a medida que caminaba hacía Macqueen se trasformó en el joven ausente y escurridizo que conocía, con la mirada esquiva y fría con la que me deleitaba en cada encuentro. Macqueen se mostraba inquieto e impaciente.
-¿Es ella?- le gritó cuando le faltaban tres metros por llegar.- Hiciste lo que te dije con su sangre.
Entonces llevé mi mano derecha a una herida que tenía en mi hombro izquierda, vendada con una tela de algodón blanca. Una semana antes de la luna llena me reuní con Alfa pero no estaba solo, sus amigos le acompañaban, tenía que irse en busca de un joven que se había asustado en su primera trasformación. Hablamos durante unos segundos y Gamma estaba más inquieto de lo habitual. Me pareció en aquel momento algo forzado lo que sucedió pero pensé que era por el miedo de no encontrar al joven hombre lobo. Empezó empujando a Beta, que siempre aguarda en el lado derecho de Alfa, seguidamente se enzarzó en una disputa absurda con Zeta y por último insistió de malas formas de la pérdida de tiempo que estaban sufriendo por mi causa. Cuando Alfa le recriminó, se enfrentó a él, cosa que nunca ninguno de ellos hacía, saben que será el próximo líder de la manada, no porque lo sea su padre sino porque es un autentico líder, tiene carisma y es el más fuerte de todos. La pelea fue breve, vi las garras de Gamma rasgando el aire y a Alfa esquivándolas sin dificultad, cansado este de sortear cada golpe mientras intentaba que entrase en razón, decidió terminar el tema como solo los lobos lo hacen inmovilizando en el suelo al adversario, pero mientras que forcejeaba para aplicarle la llave, la zarpa de Gamma me alcanzó el hombro. Yo no fui consciente del arañazo que teñía mi manga de un rojo vivo. Temía por Alfa, sentía su agitación y la adrenalina que corría por sus venas, el conflicto que sufría al golpear a un amigo que era como un hermano.
-Hice la prueba que me dijiste la noche de luna llena sobre el lago donde se refleja todo su poder.- Macqueen con la mano le instaba a seguir.- Utilicé ese líquido plateado que me diste…
-Mercurio, se llama mercurio. Sois lentos aprendiendo.- dijo con desprecio. Sentí la tensión de Gamma.
-Murió uno de los nuestros.
-Murió,  ¿Quién murió?- preguntó interesado.
-Uno de los jóvenes que estaban a mi cargo en la iniciación. Bebió el líquido pensando que era agua del lago. Me debió ver cogerlo.
-Curioso.- se frotó aquella barba espesa y sucia. Hacía años que el aseo personal no formaba parte de la rutina diaria del señor. No soportaba estar cerca del agua, algunos pensaban que era el recuerdo de su amada esposa desangrándose en la orilla del río.
-Murió entre gritos y lamentos, retorciéndose de dolor.- Gamma lo decía con irá pero los ojillos vidriosos de Macqueen tenían una resolución nada buena.
La tercera mentira que corría como la espuma sobre ellos, el mercurio les mata, pero era complicado hacer beber contra su voluntad a los hombres lobo tal brebaje, aunque las balas de  plata era un posibilidad muy parecida, verles morir lenta y dolorosamente era una idea fabulosa. Y olvidó lo que le había llevado a salir solo y adentrarse en un bosque nada acogedor.
-Cuanto lamento lo que me cuentas. Yo no deseo vuestro mal, deseo encontrarla a ella, es mi hija… la hija que no conocí, la hija que tenía mi amada esposa en sus entrañas y me fue arrebatada por uno de vosotros para empezar esta guerra cruel que no beneficia a nadie.- que increíble historia le estaba contando. En verdad Gamma se creía esa patraña.
-Entre nosotros no vive ninguna mujer con esas cualidades…
-¡¡No me engañes!!- bramó- La he visto con vosotros corriendo, de pelaje gris y ojos hermosos.
Hablaba de Orfibia. Macqueen pensaba en ella y no en mí. Pero Gamma sospechaba de mí.
-Ella es de los nuestros.- Gamma olfateó el aire. Igual que él supo que yo estaba espiando, yo veía la duda en su cabeza, no por su aprecio a mi persona, que no existía, sino por la amistad con Alfa.- Encontré a una muchacha que cuando mezclé su sangre con el mercurio y el agua del lago…
-¿Qué sucedió?- dos pasos de Macqueen acortando la distancia entre ellos, llevó como respuesta un gruñido breve pero fiero por parte de Gamma.
El corpachón de aquel hombre grande y corpulento que se cubría con las pieles de los lobos que había matado tembló, temía a los hombres lobos. Nunca lo hubiese imaginado, parecía tan seguro cuando salía sobre su caballo a la siguiente cacería. Pero ahora estaba solo, era un cordero.
-En la copa se reflejó la luna llena. Intensa y poderosa como la vemos cada veintiocho días en ese cielo negro lleno de estrellas que ensombrecen a su lado. -no pareció satisfecho de aquello.- Estaba en lo más profundo del sótano de mi casa, no cuenta con ventanas y la puerta estaba cerrada para evitar verme sorprendido.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente y sus manos se crisparon al querer saber el nombre de la pobre infeliz que moriría en un ritual, todavía sin determinar, para poder obtener su sangre y eludir a la muerte evitando a si el castigo eterno.

Entradas populares de este blog

TIBIO TÉMPANO DE NUESTRA CALIDEZ.

Con esta novela me sucedió como con otro escritor que voy leyendo a cachitos, porque son amantes de los diálogos monologuistas, largos y con pocos puntos y aparte. Qué ocurre con esto, pues que se trasforman en páginas y páginas en el eBook, agota la vista y distrae. Empecé leyéndola en el móvil porque me quedé sin luz en mi eBook, pero era muy largo los textos, se hacía pesado, lo dejé por cansancio ocular, ahora sigo las órdenes tajantes de mi familia y amigos, << ¡Cuídate la vista!>>. Llegué a casa y la descargué en el libro electrónico, pero tengo una costumbre, la primera imagen que público es cuando comienzo la lectura, no repito la foto, por eso la imagen no encaja con mi habitual protector florido tan característico en mí. Me enganchó mucho ese primer discurso que nos narra el escritor en boca de Moreno Cabello, que no le gusta nada los medios y se nos presenta como una mujer ruda, profesional y solitaria. Es cierto que la perseverancia de esta investigad

MOLINOS DE VIENTO.

Me gusta la narrativa de Luján Fraix, en muchas ocasiones su prosa es poética y llena de matices, detalles que te muestran una imagen sin estar cargada de molestas descripciones. Muchas veces me dice que mis lecturas, las que me gustan y emocionan, no corresponden con sus obras, yo discrepo pues disfruto con sus palabras. Me apasiona la historia, y siempre da maravillosas pinceladas, reflejo de su pasión por este tema; en estos cuentos breves nos narra las vicisitudes de dos inmigrantes franceses que huyen de la guerra franco-prusiana, y nos describe sutilmente la situación sociopolítica que se encuentra en la patria que les acoge, Argentina. Aparece también ese personaje tan querido por mí, del que me quedé prendado en La   nodriza esclava, y que he visto en más ocasiones en sus cuentos, creo recordar que en Los duendes de la casa dulce, Isabel Law, y aquí nos vuelve a meter de lleno en la corte de Enrique VIII, una vida dramática en un momento convulso de la historia. En la agru