No se había hecho la claridad para nuestros
ojos y la disputa de la de la gente me prepararon para esperar lo peor de lo
que iba acontecer.
-Han venido a ayudarnos.- gritaba un hombre
desde lo alto de cuatro piedras en el centro de una plaza de un pequeño pueblo.
-Nos engañan para que les sigamos y luego nos
den muerte.- otro voceaba a cuatro pasos de nosotros.
-Y si dicen la verdad y Macqueen y sus
hombres nos atacan esta noche ¿Quién nos ayudará?- una mujer protegía bajo sus
brazos a dos mocosos de escasa edad.
-No me fio de ellos.-aquella frase empezó a
hacerse eco entre todos los murmullos de los corrillos que se iban formando.
-A mí me da igual que me creáis o no. Yo solo
vengo a advertiros. – un joven de aspecto desgreñado salió del centro empujando
a la gente y desapareció por un lateral entre dos casas.
Todos nos quedamos mirando cómo se perdía,
esperando la siguiente aparición. Desperté de mi ensimismamiento y salimos Alfa
y yo a la carrera tras él. Lo perdí, pero Alfa olfateó el aire y me empujó por
una ladera donde a cincuenta metros nacía un bosque. No fue difícil encontrarlo
con el olfato de Alfa, se le veía fatigado, quizá no fuese buena idea seguir
con el paseo en el tiempo pero teníamos que descubrir porqué teníamos que vivir
una y otra vez la misma historia con distintos matices.
-Esta noche hay luna llena. Esa estúpida gente
no tendrá donde esconderse.- Gamma estaba con esa postura de “me da todo igual
y vámonos ya”.
-Por lo menos están advertidos y se
prepararan para un ataque.- Beta miraba hacía el pueblo como si entre tanto
árbol y arbusto pudiese ver a la gente preparándose.
-Yo no creo que hagan nada. Muchos de ellos
trabajan en las propiedades de Macqueen y están muy bien pagados para que no le
traicionen, no han creído nada de lo que les he contado. –dijo el muchacho
desgreñado que no era familiar, quizá fuera uno de tantos aliados humanos.
-El problema es que vayan con el cuento a
Macqueen y este decida atacar otra aldea.- aquello fue un mal presagió. Me puso
los pelos como escarpias.-No puede cambiarlo para otra noche, por la visibilidad
y por su nerviosísimo tiene que ser está; su paciencia no da para esperar a la
siguiente luna llena y corre el riesgo de que las nubes cubran el cielo y lo
tenga que alargar en el tiempo. Piensa que es un plan infalible y esta excitado
acariciando el éxito. Será esta noche.
Las palabras del joven Alfa me acercaban un
recuerdo de lo más profundo de mi alma, yo sentía que había vivido un miedo muy
parecido, los gritos, las carreras, empujones y golpes en una noche que era
casi día. Forcé a mi cerebro a traerme aquella vivencia, y aunque las punzadas
de dolor de la sien me amenazaban con un profundo dolor de cabeza, no cejé en
mi empeño de ir yo por delante de las visiones. El grupo se dispersó pero yo
permanecí quieta con los ojos cerrados, sentí el hocico de Alfa sobre mi mano y
sus ligeros empujones para que nos moviéramos. Y al abrir los ojos y mirar los
suyos lo recordé. Estaba durmiendo cuando mi hermano me despertó:
-Ha mandado aviso padre. ¡Despierta!-me
zarandeaba sin piedad, siempre me ha gustado dormir.- Madre está recogiendo algunas
cosas y tenemos que ir al castillo lo antes posible sin despertar a nadie.
-¿Para qué?- dije yo echándome sobre la
cabeza la manta.
-No lo sé. Yo que voy a saber. A mí no me
cuenta nada, solo me da órdenes.- me arrastró por los pies fuera de la cama
dando con mis huesos en el suelo.
-Yo no quiero ir.-me metí bajo la cama.
-Déjala unos minutos y ayúdame con la
comida.-mi madre como siempre me daba un poco más de tiempo.
-Padre dijo que saliéramos con lo puesto.
-Tu padre y sus prisas.- zanjado el tema,
regrese a la cama mis diez minutos más.
Tapada bajo mi manta y mi cuerpo hecho una
pelotilla se dejó llevar por un sueño, un sueño que olía a humo. Abrí un ojo y
me asomé por la ventana que estaba junto a mi cama, no vi nada. Agudicé el oído
pero no escuché voces de alarma, pero el olor a humo se intensificaba. Me levanté
y salí a la cocina salón, aquella habitación era la principal de tres, las
otras dos el dormitorio de mis padres y la habitación que compartía con mi
hermano.
-Huele a humo.- el vello de mi espalda y mis
brazos se erizó y miré a mi hermano asustada.- Algo malo va a suceder.
No dudó de mis palabras, sabía que yo tenía
un sexto sentido fuera de mi entendimiento con los lobos. Mi madre y yo
corrimos tras él. Fuera pudimos ver como se alzaban las llamas alrededor de
nuestro pueblo, mi hermano me miró y salió a la carrera para avisar a la gente
que continuaba durmiendo plácidamente en sus camas. Yo vestida con mi camisola
y descalza seguí sus pasos.
Éramos una pequeña aldea de diez familias,
todos al servicio del señor Macqueen, todos cazadores de hombres lobos. Macqueen
y mi padre habían recibido el chivatazo y decidido atacar a la otra aldea
cercana, aunque fueran gente leal a su servicio. Si lo pensabas fríamente era
mucho mejor atacar nuestra aldea, los hombres lobos buscaban aliados entre los
campesinos y nunca los atacarían, pero en los cazadores solo veían al enemigo,
su historia sería mucho más verosímil.
No habías despertado a la última de las
familias cuando las llamas alcanzaban las casas más alejadas de la plaza y se
escucharon los primeros ruidos extraños. Gruñidos metálicos y distorsionados,
que entre el calor del fuego que nos rodeaba y el caos de ver a la gente correr
gritándose los unos a los otros, aterraron. Era un sonido ensordecedor que
impedía escuchar las voces del vecino a medida que se aproximaba, parecía que
como las llamas, procedieran de todos los lados. Y el sonido cambió, era como
si un perro luchara con otro por un trozo de carne. Escuché los gritos a mis
espaldas y al darme la vuelta vi al primer hombre venir dando tumbos agarrándose
un brazo unido a un cuerpo por girones de piel, grité de miedo llamando a mi
hermano y mi madre, pero todos corrían asustados sin poder escapar. Cuerpos gigantes
cubiertos de pieles se acercaron andando torpemente pero con seguridad y firmeza,
con los brazos extendidos y una mandíbula que mostraban grandes y afilados
dientes, se lanzaban a la gente y las desmembraban sin esfuerzo alguno. De aquellos
seres grotescos salían los sonidos. Una mujer me empujó haciéndome caer al
suelo.
-¡¡¡Correeee… son los hombres lobo y nos
atacan!!!-yo miré a donde señalaba su dedo sangriento, pegado a un brazo que
tenía lo que parecía una garra rasgando su piel.
-Eso no es un hombre lobo…- balbuceé al ver a
una de aquellas cosas acercándose a mí.