Tenía mis pies bajo el enorme cuerpo de
López, su cercanía me daba tranquilidad y seguridad, necesitaba sobre todo
seguridad pues lo que ahora me parecía una certeza, veinte minutos después era
un absurdo y tenía otro punto de vista más acertado. Me hubiera gustado ser la
hija de un licántropo y una cazadora, pero era la hija ilegitima de un cazador
cuya esposa huyó con un licántropo para salvarle la vida. No oí la puerta ni
los pasos que se acercaron por mi espalda, no así López que se enderezó
avisándome de la entrada de alguien.
-Venía para ver cómo te encontrabas.- Mike
estaba envejecido, como si todas las vidas recordadas en las últimas horas
hubieran caído sobre él de golpe.
-Creía que era la hija de uno de vosotros y
soy una cazadora… - me miraba fijamente, su mirada no delataba su estado de ánimo.
-Sin tener en cuenta que los licántropos no
podemos tener descendencia con las humanas, nosotros conocemos a los nuestros
nada más verlos.- no deseaba hablar ni de aquello ni de nada.- ¿Qué te contó lo
que para todos los efectos hasta ahora es tu padre?
-No hablamos, solo viaje por sus recuerdos,
aunque estaban desordenados y eran muy repetitivos. Siempre hizo lo mismo una y
otra vez. Nacía, le educaban para cazaros y moría en vuestras manos. Menos en
la última.- Mike se incorporó ligeramente.- Según parece llevaban años sin
tener la certeza de si estabais extinguidos o bien escondidos cuando el famoso
Macqueen, le hizo seguir un murmullo que hablaba de un licántropo. Aquel rumor
resultó ser el famoso biznieto, fue sencillo engañarle y atraparle. Le trasladaron
a Escocia y él se desentendió de toda la historia. Supo meses más tarde que
había escapado pero no llegó muy lejos, un tiempo después fue asesinado y él no
tomó parte pero su nombre corrió de boca en boca como el captor. Piensa que su
nombre salió a la luz por el mismísimo Macqueen, fue la cabeza de turco que usaron
para que el viejo se desquitara y se olvidase de venganzas absurdas con los
cazadores del norte.- me recosté y cerré los ojos.- Si todos los licántropos
del mundo os unieseis acabaríais sin ningún problema con ellos, saben que sus
fuerzas están mermadas pero su ventaja es vuestra fragmentación.
-Nunca eliminaría toda una raza.- su mirada
se perdió en la de López que le vigilaba.- He perdido a López.
-Creo que sí.- acaricie con la planta del pie
su lomo cálido y suave.- El licántropo momificado atrapó a mi padre, hizo creer
a todo el mundo que huyó con el rabo entre las piernas cuando se enfrentó a dos
de los vuestros. Le tuvo preso durante tres largos años. Le usó como cobaya. Un
cazador convertido en hombre lobo…
-Escuché tales experimentos pero juro que
siempre pensé que no eran más que teorías.- se frotó la frente agotado.- Aunque
visto lo visto, lo logró.
-Fue dolorosos, tres años de tortura científica.
Pero lo logró y también le dio la llave de la liberación. Una mañana tenía la
puerta de su celda abierta y todo el pasillo hasta el exterior despejado.- bebí
un trago de agua para soportar la bola que se formaba en mi garganta.- No fue
mucho más fácil para él llegar como el hijo prodigo al mundo de los cazadores.
Les contó lo sucedido y fue tratado como un enemigo, encarcelado y torturado
por sus amigos, hasta que Macqueen vio lo valioso que podían resultarles sus
nuevos dones. Él os reconocía, os escuchaba.
-Ese viejo loco nos expuso por venganza. -meneó
la cabeza con rabia.- Cuando yo me acercó a uno de los míos, escucho sus
pensamientos, veo fragmentos de su vida y puedo si lo deseo descubrir sus
secretos. Tu padre solo necesitaba
acercarse a unos de nosotros para saber dónde se escondía su manada.
-Mi padre sufría con cada trasformación, solo
en su forma de lobo tenía esos dones. Pero con el tiempo se sensibilizó con
todos vosotros. Reveló a Macqueen lo justo.
-¿Por qué te atacó? ¿Los cazadores buscan tu destrucción…?
Ellos tienen que saber que eres la hija de Macqueen, ¿no?-me encogí de hombros.
-Las mentiras tienen cimientos profundos. Todo
se remonta a nuestras primeras vidas. Parece ser que mi primer yo sobrevivió a
Alfa, durante unos cuantos años y vosotros enloquecisteis, os volvisteis
salvajes y atacasteis a poblados humanos arrasando con todos. Según vi en sus
recuerdos, me buscabais a mí y cuando me encontrasteis todo acabó. Asociaron
que si mataban al alfa de la manada, debían acabar con la mujer que atraía a
los lobos. - se dibujó en su rostro la
estupefacción.
-¡Nunca ha sucedido eso!
-Vosotros acabáis conmigo para que nuestra
reencarnación coincida en el tiempo a la mayor brevedad. ¿En qué os basáis?
-Has estado siglos sin aparecer en nuestras
vidas.- se incorporó incomodo y paseó nerviosos por mi cuarto.
-Moría al poco de nacer. Mi padre descubría
el pastel y me…- dejé la frase sin terminar, los huecos eran fáciles de
rellenar.- ¿Qué sucedía con Alfa cuando yo no aparecía?
-Moría joven y solo, pero siempre que tú no
aparecías eran tiempos malos para nosotros. Seguimos sin saber el origen de
todo. -tomó de nuevo asiento.- Cuando sepamos cómo empezó todo esto conoceremos
por qué os engañaron.
-¿Estás muy segura de que estamos
confundidos?
-Lleváis siglos haciendo lo mismo y seguís varados
en la misma orilla, es una vida cíclica, una y otra vez lo mismo, una y otra
vez. A mí eso me da que pensar. ¿Qué sucedían los años que yo no aparecía?
-Los jóvenes enloquecían en sus primeras
trasformaciones, pero jamás se produjo matanza alguna. Muchos de nuestros hijos
nacían con malformaciones, niños con rasgos de lobo, cubiertos de vello, con
mandíbulas protuberantes... Nos convertíamos en presas fáciles, éramos muy
visibles.
-¿Qué sucedía cuando yo sobrevivía a Alfa?-
sus ojos se oscurecieron.
-Nos extinguíamos. La parte humana se
fortalecía.
-¿No soy una opción?
-Para mí y muchos como yo, no lo eres. Yo soy
licántropo y me gusta mi naturaleza. Tenerte controlado asegura nuestro futuro.
-¿Por qué no me enseñas lo que escondes?
-No soy la persona que deseo ser.
-Yo no juzgo, solo quiero saber quién os dijo
que matarme era lo mejor para vuestra supervivencia, podemos decir que mi
instinto de autoprotección empieza a desarrollarse. – extendí las manos y
esperé.
-¡Perdóname!- y me cogió las manos.