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Capítulo 50




-¡Alto, alto!- de repente Mike levanta la mano y la imagen se detiene. Esperaba que no se diera cuenta de mi pequeño ardid.- ¿Qué pasó con tu padre y tu hermano? ¿Qué le dijo tu madre cuando regresasteis a casa? No podemos avanzar tan deprisa en el tiempo.
-Creo que mis recuerdos son confusos, piensa que yo tenía cinco años…
-¡Inténtalo!- cerré los ojos y regresé a ese primer día de baile.
Los muebles de la cocina dieron paso a los del salón. Sentada en el sofá estaba mi madre custodiada por sus dos amigas, las madres de Sara y Laura. Estaba nerviosa retorcía entres sus manos el mandil mientras mi hermano le relataba lo sucedido, aunque tampoco estábamos muy seguros de lo que se estaba hablando en aquella habitación, se escuchaba un ruido de fondo parecido a la sangre cuando golpea los tímpanos.  En un rincón estaba mi pequeña yo con la pierna sobre la cabeza o haciendo el pino o saltando por los aires con las piernas estiradas recreando todos los pasos de baile que la profesora nos había enseñado en mi hora de alucinación completa. Me miraba desde la distancia de la edad y me daba cuenta lo torpe que ya era de niña, el poco ritmo de mi cuerpo y la falta de sintonía de mis pies con el resto de mi entidad. Mike estaba concentrado en los labios que se movían sin cesar, intentando captar algo. Se marcaba una arruga en su frente que denotaba una irritación creciente, echaba fugaces miradas a mi yo diminuto.
-¡Qué frustrante!- soltó por fin.- ¿No podías estarte un ratito sentada?
-Supongo que con cinco años eso es pedir peras al olmo.- le dije mal humorada, me parecía la criatura más mona del mundo con mi maillot rosa y mis movimientos torpes  y arrítmicos.
Y sin esperarlo salí de la habitación y con ello mis recuerdos. Pasamos a la calle, llovía, llovía mucho. Tenía los pantalones mojados y los zapatos hacían un sonido divertido cuando corría con ellos tras mi madre. Ella corría sin esperarme llamando a voces a mi hermano.
-Recuerdo este día. Fuimos a jugar al parque y empezó a llover, mi madre hablaba con otras madres y cuando levantó la vista mi hermano había desaparecido. Lo buscamos durante horas.- Mike me apretó la muñeca. Seguí la mirada que direccionaban sus ojos y tras un árbol vi la figura de mi padre observando.
-No le veo.- ambos miramos a nuestro alrededor y solo le vimos a él, esperando algo.- ¿Dónde apareció?
-Regresamos a casa, y mi hermano aguardaba en el felpudo sentado.- estaba muy triste y preocupado, pero ahora que lo pensaba estaba seco, totalmente seco.- Yo pensé que le iba a caer una buena pero mi madre se echó a sus brazos y no le dejó de besar y abrazar.
Observé la mirada altiva de mi padre, dominaba la situación, aguardaba allí disfrutando de la angustia de mi madre, pero sobre todo me miraba a mí, a la pequeña Adelis que corría llamando a su hermano.
-¿Recuerdas si tu hermano cambió a partir de ese día?, ¿recuerdas algo diferente en él?- los árboles del parque desaparecieron para mostrarnos un pasillo largo con puertas de madera a los lados. En la última puerta, en el último felpudo estaba mi hermano aguardando nuestra llegada. Mi madre soltó mi mano y corrió hacia él. Le puso en pie y comprobó que no hubiese sufrido ningún daño. Ninguno de los dos dijo nada pero después de convivir este tiempo con Alfa y sus amigos, comprendía el lenguaje no verbal. 
-Se volvió más precavido, miraba constantemente hacia atrás y me contaba lo importante que era observar a la gente a los ojos cuando hablaba: “Nunca dejes de fijarte, mira sus ojos, sus labios,… capta cada detalle. Hay personas que dicen mucho cuando guardan silencio.”
-Ese día le enseñaron el mundo que se esconde en las sombras.- tristeza, sentí tristeza en su voz.
Recordando las palabras de mi hermano y viendo los ojos dilatados de Mike en ese momento, mezcla de irritación y tristeza, me di cuenta que toda la vida supe que era diferente. Sin intención de cambiar de pensamiento dejamos a mi madre abrazada a mi hermano y nos vimos ante una mesa comiendo en silencio, la Adelis diminuta comía sin perder de vista al curioso novio de mi hermano. Cinco minutos antes mi madre y mi hermano habían discutido en la cocina con la puerta cerrada y yo había aguardado en el salón con Mike jugando al parchís. Yo iba ganando y por mucho, era muy buena haciendo trampas o Mike fingía estupendamente. Llegaban retazos sueltos: “lobos, cazadores, traición, Adelis” para mí nada de aquello tenía sentido y seguía manipulando el juego en mi beneficio tirando hasta cinco veces el dado. Levanté la vista cansada de esperar que Mike lanzase los dados cuando vi sus profundos ojos oscuros mirar hacía la cocina, sus blanquísimos dientes y sus afilados colmillos, todo ello marcado por una protuberancia ligera en la frente. Me retiré para observarlo mejor. No estaba asustada pero comprendía que mi hermano tenía razón, la gente modificaba su rostro cuando se enfadaba, como mi profesor de gimnasia, el pediatra del hospital que me examinó cuando me tragué la canica o el policía que vivía en el piso de abajo.  Me levanté sin decirle nada y me fui derecha a la cocina. Se hizo el silencio en cuanto entré, me acerqué a mi hermano ignorando las miradas asesinas de mi madre por interrumpir desmesurado griterío y le susurré al oído.
-Mike está cambiando.- mi hermano comprendió y salió al salón pero Mike aguardaba en la puerta sin rastró alguno.
-Todo está bien.- dijo levantando las manos.
-Mi madre solo tiene miedo.- aclaró con la mirada pesarosa. Mike se acercó y la abrazó.
-No sucederá nada.- yo miraba a uno y otro para ver si alguien me aclaraba todo aquello.- ¡Jamás os dañaría!

El Mike que guardaba silencio a mí lado, no sé si decir que disfrutando del espectáculo que se nos ofrecía, extendió la mano cuando mi hermano pasó ante nosotros y se sentó en la mesa del comedor.
-Deseo volver a estar junto a él. Acariciarle y sentirle cerca.- el joven Mike se sentó a su lado y le cogió de la mano. – Hemos sido pareja en todas las vidas. En las otras empezaba como una traición y terminaba…
-En ninguna de nuestras otras vidas hemos alcanzado la felicidad. Es como si nuestros amores estuvieran malditos.- supe que tenía la atención de Mike porque me obligó a mirarle a la cara.
-No puedes ser tan pueril. No podemos reducir todos nuestros milenios de vida a eso.- yo encogí los hombros. –En las otras vidas me buscó él, en esta fui yo.
-En esta hay sutiles cambios.
-Pero llegamos al mismo desencadenante. Alfa se debate entre la vida y la muerte en el sillón de la biblioteca y yo sigo creyendo que todas las otras veces obré correctamente.
-Eso quiere decir que mi vida pende de un hilo, ¡¡uff!!- tan poco tiempo y tanto que enseñarle ¡frustrante!- No me rindo todavía.
-No lo hagas.- me sonrió. Volvió a mirar hacía la escena que se desvanecía ante nosotros.- Tu hermano le confesó a tu madre mi naturaleza. Ella temió que su renuncia a ser cazador, su reciente relación con alguien que era presa para los suyos, nos convirtiera a todo en grandes dianas y expusiera lo que verdaderamente ocultaba, a ti. Tenía miedo por ti, miedo a que te encontraran, pero eso no lo supimos hasta su muerte.

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