-¡Alto, alto!- de repente Mike levanta la
mano y la imagen se detiene. Esperaba que no se diera cuenta de mi pequeño
ardid.- ¿Qué pasó con tu padre y tu hermano? ¿Qué le dijo tu madre cuando
regresasteis a casa? No podemos avanzar tan deprisa en el tiempo.
-Creo que mis recuerdos son confusos, piensa
que yo tenía cinco años…
-¡Inténtalo!- cerré los ojos y regresé a ese
primer día de baile.
Los muebles de la cocina dieron paso a los
del salón. Sentada en el sofá estaba mi madre custodiada por sus dos amigas,
las madres de Sara y Laura. Estaba nerviosa retorcía entres sus manos el mandil
mientras mi hermano le relataba lo sucedido, aunque tampoco estábamos muy
seguros de lo que se estaba hablando en aquella habitación, se escuchaba un
ruido de fondo parecido a la sangre cuando golpea los tímpanos. En un rincón estaba mi pequeña yo con la
pierna sobre la cabeza o haciendo el pino o saltando por los aires con las
piernas estiradas recreando todos los pasos de baile que la profesora nos
había enseñado en mi hora de alucinación completa. Me miraba desde la distancia
de la edad y me daba cuenta lo torpe que ya era de niña, el poco ritmo de mi
cuerpo y la falta de sintonía de mis pies con el resto de mi entidad. Mike
estaba concentrado en los labios que se movían sin cesar, intentando captar
algo. Se marcaba una arruga en su frente que denotaba una irritación creciente,
echaba fugaces miradas a mi yo diminuto.
-¡Qué frustrante!- soltó por fin.- ¿No podías
estarte un ratito sentada?
-Supongo que con cinco años eso es pedir
peras al olmo.- le dije mal humorada, me parecía la criatura más mona del mundo
con mi maillot rosa y mis movimientos torpes y arrítmicos.
Y sin esperarlo salí de la habitación y con
ello mis recuerdos. Pasamos a la calle, llovía, llovía mucho. Tenía los
pantalones mojados y los zapatos hacían un sonido divertido cuando corría con
ellos tras mi madre. Ella corría sin esperarme llamando a voces a mi hermano.
-Recuerdo este día. Fuimos a jugar al parque
y empezó a llover, mi madre hablaba con otras madres y cuando levantó la vista
mi hermano había desaparecido. Lo buscamos durante horas.- Mike me apretó la
muñeca. Seguí la mirada que direccionaban sus ojos y tras un árbol vi la figura
de mi padre observando.
-No le veo.- ambos miramos a nuestro
alrededor y solo le vimos a él, esperando algo.- ¿Dónde apareció?
-Regresamos a casa, y mi hermano aguardaba en
el felpudo sentado.- estaba muy triste y preocupado, pero ahora que lo pensaba
estaba seco, totalmente seco.- Yo pensé que le iba a caer una buena pero mi
madre se echó a sus brazos y no le dejó de besar y abrazar.
Observé la mirada altiva de mi padre, dominaba la situación, aguardaba allí disfrutando de la angustia de mi
madre, pero sobre todo me miraba a mí, a la pequeña Adelis que corría llamando
a su hermano.
-¿Recuerdas si tu hermano cambió a partir de
ese día?, ¿recuerdas algo diferente en él?- los árboles del parque
desaparecieron para mostrarnos un pasillo largo con puertas de madera a los
lados. En la última puerta, en el último felpudo estaba mi hermano aguardando
nuestra llegada. Mi madre soltó mi mano y corrió hacia él. Le puso en pie y
comprobó que no hubiese sufrido ningún daño. Ninguno de los dos dijo nada pero
después de convivir este tiempo con Alfa y sus amigos, comprendía el lenguaje
no verbal.
-Se volvió más precavido, miraba
constantemente hacia atrás y me contaba lo importante que era observar a la
gente a los ojos cuando hablaba: “Nunca dejes de fijarte, mira sus ojos, sus
labios,… capta cada detalle. Hay personas que dicen mucho cuando guardan
silencio.”
-Ese día le enseñaron el mundo que se esconde
en las sombras.- tristeza, sentí tristeza en su voz.
Recordando las palabras de mi hermano y viendo los ojos dilatados de Mike en ese momento, mezcla de irritación y tristeza, me di
cuenta que toda la vida supe que era diferente. Sin intención de cambiar
de pensamiento dejamos a mi madre abrazada a mi hermano y nos vimos ante una
mesa comiendo en silencio, la Adelis diminuta comía sin perder de vista al curioso novio de mi hermano. Cinco minutos antes mi madre y mi hermano habían discutido
en la cocina con la puerta cerrada y yo había aguardado en el salón con Mike
jugando al parchís. Yo iba ganando y por mucho, era muy buena haciendo trampas
o Mike fingía estupendamente. Llegaban retazos sueltos:
“lobos, cazadores, traición, Adelis” para mí nada de aquello tenía sentido y seguía
manipulando el juego en mi beneficio tirando hasta cinco veces el dado. Levanté
la vista cansada de esperar que Mike lanzase los dados cuando vi sus profundos
ojos oscuros mirar hacía la cocina, sus blanquísimos dientes y sus afilados
colmillos, todo ello marcado por una protuberancia ligera en la frente. Me
retiré para observarlo mejor. No estaba asustada pero comprendía que mi hermano
tenía razón, la gente modificaba su rostro cuando se enfadaba, como mi profesor
de gimnasia, el pediatra del hospital que me examinó cuando me tragué la canica
o el policía que vivía en el piso de abajo.
Me levanté sin decirle nada y me fui derecha a la cocina. Se hizo el
silencio en cuanto entré, me acerqué a mi hermano ignorando las miradas
asesinas de mi madre por interrumpir desmesurado griterío y le susurré al oído.
-Mike está cambiando.- mi hermano comprendió
y salió al salón pero Mike aguardaba en la puerta sin rastró alguno.
-Todo está bien.- dijo levantando las manos.
-Mi madre solo tiene miedo.- aclaró con la
mirada pesarosa. Mike se acercó y la abrazó.
-No sucederá nada.- yo miraba a uno y otro
para ver si alguien me aclaraba todo aquello.- ¡Jamás os dañaría!
El Mike que guardaba silencio a mí lado, no
sé si decir que disfrutando del espectáculo que se nos ofrecía, extendió la
mano cuando mi hermano pasó ante nosotros y se sentó en la mesa del comedor.
-Deseo volver a estar junto a él. Acariciarle
y sentirle cerca.- el joven Mike se sentó a su lado y le cogió de la mano. –
Hemos sido pareja en todas las vidas. En las otras empezaba como una traición y
terminaba…
-En ninguna de nuestras otras vidas hemos
alcanzado la felicidad. Es como si nuestros amores estuvieran malditos.- supe
que tenía la atención de Mike porque me obligó a mirarle a la cara.
-No puedes ser tan pueril. No podemos reducir
todos nuestros milenios de vida a eso.- yo encogí los hombros. –En las otras
vidas me buscó él, en esta fui yo.
-En esta hay sutiles cambios.
-Pero llegamos al mismo desencadenante. Alfa
se debate entre la vida y la muerte en el sillón de la biblioteca y yo sigo
creyendo que todas las otras veces obré correctamente.
-Eso quiere decir que mi vida pende de un
hilo, ¡¡uff!!- tan poco tiempo y tanto que enseñarle ¡frustrante!- No me rindo todavía.
-No lo hagas.- me sonrió. Volvió a mirar
hacía la escena que se desvanecía ante nosotros.- Tu hermano le confesó a tu
madre mi naturaleza. Ella temió que su renuncia a ser cazador, su reciente
relación con alguien que era presa para los suyos, nos convirtiera a todo en
grandes dianas y expusiera lo que verdaderamente ocultaba, a ti. Tenía miedo
por ti, miedo a que te encontraran, pero eso no lo supimos
hasta su muerte.