Subida en un tío vivo totalmente vacío,
giraba y giraba. A mí alrededor todo oscuridad. Sobre un caballo blanco con
crines de grandes bucles dorados, escuchaba la música mecánica de un disco
rayado. Todo muy triste y desolador. Estiraba mi cuerpo para asomar la cabeza
fuera de la atracción pero no alcanzaba a ver nada, era como si ese tío vivo
estuviera colocado en un gran almacén y las luces se hubieran apagado y solo la
atracción estuviera iluminada ahogando la poca luz del exterior. Mi cuerpo
estaba pegado sobre el caballo, por más intentos que hacía de descender para
bajar de esas vueltas incesantes que estaba mareándome, era imposible, mis
zapatillas, mis pantalones incluso mis manos parecían adheridas al frio metal
de la escultura de un caballo descolorido. Un cambio en la melodía del tío
vivo, dio paso a un espectáculo macabro. A mi paso grandes pantallas se fueron
iluminando e iban mostrándome una película de mi vida, pero de mi actual existencia.
Intentaba fijarme en una de ellas pero las vueltas incesantes de la atracción
lo hacían imposible, además la velocidad estaba aumentando con cada una de
ellas. Aquello era imposible, mi cabeza giraba y mi estómago se convulsionaba
violentamente. Mis ojos eran incapaces de retener lo que captaban y cerré los
ojos con fuerza. El movimiento incesante del caballo de arriba abajo cesó y
sentí mis manos liberadas y mis pies deslizarse por un suelo de madera y no por
unos estribos metálicos. Abrí mis ojos y llevé tal susto que caí al suelo de
espaldas con la vista puesta en el cuchillo que amenazaba el cuello de Mike.
Mike tenía los ojos oscuros, la frente
cubierta con una abultada protuberancia y sus colmillos asomaban perversos mientras
me observaba con fiereza. Seguí la línea que marcaba el cuchillo, unida a una
mano tensa por un brazo musculoso y fuerte, que descansaba sobre un hombro con
una camiseta blanca ajustada y sobre el cuello un voluminoso vendaje que
protegía el cuello de un inconfundible Alfa, pálido como la muerte pero con la
vista clavada en su hermano que parecía más un enemigo.
-¿Qué me he perdido?- llegué a decir.
Beta tomó de la mano de Alfa el cuchillo y
este se dejó caer en el sillón que segundos antes había ocupado yo. Quiso
hablar pero le fue imposible, se le veía demacrado y débil. Hizo varios
esfuerzos por articular palabras pero eran incomprensibles, era un balbuceo
apagado donde la lengua parecía pegada al paladar. Beta levantó la mano y habló
pausadamente.
-Alfa creyó que Mike no te pondría las cosas
fáciles.- miré a Mike que mantenía su postura fiera al borde de la
trasformación.- ¿Qué te sucedía, parecías mareada?
-Estaba en un tío vivo que no dejaba de girar
y con cada vuelta aumentaba la velocidad. Se iluminaron unas televisiones con
momentos de mi vida actual pero con tanta vuelta, y subida y bajada, fui
incapaz de coger…- ¿me estaba controlando? Entonces me di cuenta que mi mente
estaba siendo manipulada por la de Mike. Eso me demostraba las capacidades
ilimitadas que parecía poseer. -¿Por qué?
Me encogió los hombros sin darme más
explicación. Beta levantó la mano cuando un quejido suave rompió mi
concentración para acordarme del lamentable estado de Alfa. De los labios de
Beta salió un “Espera” que era un suplica que se escapa de los labios de un
moribundo. Cuando miré de nuevo a Alfa era ese formidable lobo enroscado en un
sillón y con la vista perdida en las llamas de la chimenea.
-No puede mantener la forma humano por mucho
tiempo, y si continúa desobedeciendo los consejos de todos, no llegará a la
noche.- la voz de Zeta era severa, nunca le había visto con esa preocupación
dibujada en su rostro. Suspiré profundamente y dejé que mis hombros se
hundieran en sí mismos.
-Si Alfa no llega a la noche, no dudéis ni un
segundo.- las palabras de Mike salieron de su boca como puñales que se clavaban
en mi pecho. No había vacilación ni un poquito de dolor asomaba por ellas.
-Has deseado durante todo este tiempo que
creyese en vosotros, que entendiese vuestro mundo, que tuviera la mente abierta
y ahora descubro que eres tú el que vive anclado en suposiciones erróneas. ¿Por
qué no deseas que vea lo que tú guardas ahí dentro?- señalé su cabeza y vi
miedo.
-¿Cómo sé que lo que ves sucedió de verdad?-
en su tono había algo de lo que no se sentía satisfecho.
-Soy como un libro abierto donde todos pueden
escribir fragmentos… ¿Cuáles son reales y cuales productos de la imaginación?-
meneé la cabeza negando mi propia confianza.- No lo sé del todo pero creo que
voy por el buen camino. Y te diré una cosa, la memoria de un muerto es
intemporal, un momento donde tienes consciencia de todo el bien y el mal
realizado sin edulcorantes, en todas y cada unas de las oportunidades que te
han brindado para corregir tus pecados. ¿Qué temes Mike?
-¿Qué te dijo el muerto?- Gamma alejaba de sí
la personalidad de paso.
-Antes debo saber una cosa y solo Mike me la
puede decir.- extendí las manos pero pareció dudar. Beta toma la mano de Mike
que descansaba sobre el reposabrazos y la colocó sobre las mías.
-No se te ocurra ningún jueguecito. Relájate y disfruta del
viaje que vas a realizar y recuerda que estaremos aquí observando y
vigilándote. Si pestañea más de la cuenta o se desliza una lágrima por su
mejilla, no te daré tiempo a encomendarte a ninguno de tus dioses.- la voz de
Alfa salió por los labios de Beta en un potente chorro de voz que debilitó al
lobo que dejó caer su cabeza sobre el cojín.
López entró por la puerta entreabierta y se
aproximó moviendo el rabo con alegría.
-Me hubiera gustado que mi hermano estuviera
ahí dentro. Es una de esas mentiras que me has contado que siempre he sabido
que lo eran. En su locura no hay nada que me recuerde a él. – acaricié su
hocico húmedo y se sentó junto a mí, con su trasero pegado a mi muslo y sus
ojos clavados en Gamma que volvía a su actitud distante. – Creo que mis
visiones son reales, llamémoslas así, porque vi como palidecías cuando te dije
que el muerto era mi padre.
-Lo hice por la posibilidad de que tu padre
se pudiera convertir en lobo.- negué.
-Mi hermano según tú, ya había conseguido tal
proeza.- besé la cabezota de López.- Conocías de tales experimentos. Mis
palabras confirmaron tus dudas. Es incuestionable el parecido de ese hombre con
mi hermano y tú casi estabas seguro, yo te di el empujón final.
-¿Cómo sé que no eres el resultado de miles
de vidas con los Osorio?- había miedo.
-Ten fe en mí. Te sorprenderás.- reflexioné
sobre mi última palabra.- Quizá te decepcione, has puesto en mi persona
demasiadas esperanzas y yo no soy más que una burla en esta historia. La
venganza de dos clanes.
Mike se incorporó y colocó la otra mano sobre
las mías.
-Caminaremos juntos.
-No deseo otra cosa que enseñarte lo que
dejaste de ver por distracciones mal intencionadas.- me apretó las manos con fuerza
y ambos salimos de aquella habitación camino de un instante en el tiempo.
Veintidós años antes, el día de mi nacimiento.