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Capítulo 47




Desperté abrazada por Mike. Me liberé de su agarré con más rabia de la necesaria, dando órdenes inconexas y  gesticulando como una loca para liberar toda esa tensión y miedo que me comía las entrañas. Pero una idea sobresalía sobre todas las demás.
-Necesito ver el cuerpo de mi padre.- Mike me miró atónito.- Necesito tocarle.

Lo que sucedió después no sé ni cómo contarlo. Puedo asegurar que cuando un hombre muere de forma violenta, como lo hizo mi padre, su alma no descansa, revolotea sobre su cuerpo alterando a un más un espíritu ennegrecido por la vida de ira, rabia y maldad. Su pequeño purgatorio. Nadie viene en su busca para ofrecerle la salvación a través de la redención, paga sobre la Tierra sus pecados.
Podemos preguntarnos si tocarle fue una buena idea, a priori os diré que no, pero después de varias horas sentada en este sillón de la biblioteca privada de Mike con mi sexta taza de tila en las manos y viendo las llamas de la chimenea bailar ante mis ojos, os digo que era necesario para entender lo que a todos se nos escapa. Mike me observa sin violentar mi meditación, aguarda nervioso, porque él como todos los demás están equivocados en el propósito de nuestras vidas y el resultado final de esta historia.
El problema es contar con cierta coherencia lo que se me ha ido sirviendo en fragmentos diminutos. Los años cogidos al azar, o eso entiendo, me han ido mostrando un cuento, que es lo que parece, complicado de asimilar para alguien que como yo, nació creyendo que la ficción era para los libros y el cine.
Me queda tocar a Mike y ver lo que puede mostrarme él, pero tras tocas a mi padre, no me queda estómago para seguir viendo nada más. Dudé de mi hermano y su bondad, vacilé de las buenas intenciones de Mike, titubeé de la amistad de mis amigas de la infancia y puse en el punto de mira a Alfa que como yo es otro títere de esta historia, otra víctima.
Imaginaros por un momento lo que sucedió. Puse el pie en el piso de Mike y los recuerdos de todos ellos salieron a la luz, todas sus anteriores vidas, pero también en pequeños trocitos y siempre los momentos que más huella dejan en las personas. Pero imaginaros lo que se reveló ante Alfa. Sus miles de muertes a manos de cazadores de lobos, de su propio hermano y de sus amigos. La gente en la que confías te da muerte sin piedad, ni compasión, sin la menor de las dudas, sin vacilación ni preguntarse si eso es lo correcto. Y todo porque cuando yo me presento en sus vidas, germina en sus cabezas una historia no del todo exacta, y no es exacta porque se ha ido fragmentando en el tiempo hasta convertirse en un eslabón de una gran cadena que nos ata a todos. Y surge el conflicto, la duda y el hombre no puede vivir infinitamente en conflicto consigo mismo ni con la duda de su propia existencia, ¿en quién confías, en lo que muestra una muchacha que acabas de conocer o en la familia de toda la vida? Alfa optó por la familia y me consideró una mentira en la que muchos creían.
Me gustaría tenerle sentado a mi lado y explicarle a él primero quienes somos,  qué representamos en este gran Universo, porque propósito de vida, no tenemos ninguno, más que vivir e intentar como todos los mortales tener una existencia más o menos feliz. Pero se debate entre la vida y la muerte en una sala contigua a donde yace mi padre, seguiremos llamándole a sí para la comprensión de todos, pero no es mi padre, ni mi madre lo era ni mi hermano lo fue nunca, aunque esto ya lo sabemos. ¿Qué sucederá si Alfa muere antes de que yo concluya mi historia? Pues que el propio Mike que me vigila desde hace horas, sacará una daga, puñal o cuchillo de alguna parte y me dará muerte. Me quiere y lo sé, darme muerte será lo más doloroso que haga en esta vida pero ese fragmento de recuerdos que le alcanza a él, le dice que es lo correcto para toda una manada, y lo hará por mí, por Alfa y por todos ellos. No puedo quitarle el peso que lleva sobre los hombros, no puedo ni siquiera aligerarlo porque cuando concluya de contarles lo que he averiguado, siempre quedará la duda de si mis recuerdos son más veraces que los suyos. Tendremos que debatir, debatir mucho, porque señoras y señores aquí lo que está en juego es mi cabeza, sencilla y llanamente, y todos pueden pensar que es una estrategia para evadir a la muerte en esta vida.
Creo que mis mejillas recuperan el color y mi temperatura vuelve a estar más cerca de este mundo que del otro. He carraspeado dos veces para aclarar la garganta. Mi mente escapa de esta habitación y vuelve a esa sala donde descansa el lobo de Alfa vigilado por Orfibia.
Orfibia. Me miró con tristeza cuando me vio salir apoyada en los brazos de Mike. Por ser mujer comprenderá mis sentimientos mejor, empatizará más conmigo. Me dedicó una sonrisa melancólica a la que no pude corresponder por mi aturdimiento. Orfibia. ¿Qué recuerdos la alcanzaran a ella? No hace falta que la toque, ella es clave en esta historia pero ha permanecido tan en segundo plano que su protagonismo se perdió en el tiempo.
Levantó la vista y observo a Mike con serenidad, tiene la decisión tomada, en cuanto Orfibia le avise que Alfa ha muerto no dudará en matarme. Yo lo sé y él lo sabe. Le escuché hablar por el móvil hace una hora, de las palabras sueltas que llegaron a mí, sé que mi vida pende de un hilo, no soy ignorante de la cruda situación en la que me encuentro, Alfa está muy débil, salir en su forma de lobo fue una temeridad, el reposo le hubiera permitido coger fuerzas pero ahora que hemos estado tan cerca, nuestras almas vuelven a estar ligadas.
-¿Necesitas tocarme?- me pregunta Mike con un tamborileo de los dedos sobre el brazo del sillón.
-Me engañaste.- le digo sin tapujos. Él baja la mirada hasta el suelo.- Me hiciste creer que mi hermano estaba en el cuerpo de López, pero nunca lo estuvo.
-Necesitaba que te quedaras que me ayudaras.- levantó la mano y le hago callar.
-Tranquilo. Yo soy el Osorio que está de vuestro lado. Tenéis una vista muy desarrollada pero sobre todo el olfato, siempre habéis sabido dónde estoy y me habéis dado migajas de un engaño que no he dudado en tragarme, señuelo, sedal, cordel y no me tragué la caña de pescar…- reí para mí misma.
-Permíteme que me disculpe. Estaba desesperado.- asentí, no era un reproche.
Me levanté y me arrodillé a su lado, le ofrecí mis manos y el colocó la suya delicadamente sobre ellas, y viajé a un pasado que ya no tenía misterios para mí.

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