No deseaba seguir, me levanté sobresaltada y
me alejé de Alfa y sus amigos, así como de los lobos que se habían aproximado.
Caminé en zigzag por la explanada evitando pisar los charcos y procurando
mantener mis zapatillas limpias, por qué hacía esto, ni idea pero ese ejercicio
de concentración hizo que recuperase mis pulsaciones y comprendiese que si
deseaba salir de allí y recuperar las riendas de mi vida, yo debía conocer la
verdad de mí misma, porque estábamos hablando de mí y no de una de mis amigas
de las que no sabía nada.
Regresé sobre mis pasos y me senté junto a
Gamma, que esquivaba la cabeza cuando yo intentaba acariciarle entre las
orejas.
-Yo no te caigo bien, lo sé, pero quiero que entiendas
que el sentimiento es mutuo, pareces disgustado con mi presencia.- Alfa mostró ligeramente
los dientes, sin gruñido ni resoplido y Gamma agachó las orejas, dándome la
ocasión de acariciarlo.
Le acariciaba suavemente mientras observaba
como me clavaba la vista por encima de sus ojos, era inquietante la agresividad
que mostraban simplemente con la mirada. Manteníamos un pulso mientras por el
rabillo del ojo el paisaje cambiaba. La explanada húmeda daba paso a la
cubierta de un enorme barco. Sus grandes chimeneas lanzaban enormes volutas de
humo mientras la gente se agolpaba en la barandilla para despedirse de amigos y
familiares. Parpadeé y al abrir mis ojos de nuevo, ante mí no estaba Gamma,
sino una de mis amigas, Sara. Sara lanzaba besos a una pareja de ancianos que
enjugaban sus lágrimas en un pañuelo blanco que se pasaban el uno al otro.
-¿Crees que volveré a ver a mis abuelos?- encogí
los hombros y aguardé, sabía que mi silencio me protegía aunque ver a mi amiga
Sara formar parte de mis muchas vidas, era doloroso.- Volvemos al viejo mundo,
a la tierra que dejaron nuestros abuelos, volvemos sobre nuestros pasos. ¿No lo
ves tú así?- sonreí y seguí guardando silencio.- Dentro de una hora servirán la
comida, ¿Quieres que vayamos al camarote
a descansar?- negué, estaba contemplando como nos alejábamos del puerto, veía a
la gente abandonando el muelle camino de sus vidas y sentía envidia de lo
sencilla que parecían sus existencias.
-¿Querías emprender este viaje?-me atreví a
preguntarla cuando nuestro silencio era más de desconocidas que de buenas
amigas.
-Bueno…- vi duda en sus ojos. Era un viaje
obligado.- Soy el único miembro vivo con salud para viajar a Europa. Si no voy
y firmo esos papeles mis abuelos perderán las tierras que heredaron de sus
padres. –mentía. Sara tenía un tic nerviosos, cuando contaba alguna
mentirijilla fruncía la nariz y se rascaba la frente como borrando la culpa que
se dibujaba en su ceño al engañar a alguien que apreciaba. – La suerte que
tengo es que hayas decidido acompañarme… aunque te pusiera entre la espada y la
pared.- me cogió las manos entre las suyas y giramos como una peonza mientras
tenía mis ojos fijos en los suyos.- ¿Estás bien?
-Algo mareada.-sin soltarme de las manos me
llevó hacía una tumbona y me obligó a sentarme.
-Voy a por un vaso de agua.- se metió por un
pasillo y me dejó allí sola viendo pasear a la gente mientras que charlaban de
banalidades.
Escuché una tos suave a mi derecha y al girarme
vi el rostro taciturno de Gamma, mal disimulando el interés que le producía mi
persona. No encontré a ninguno de los otros miembros, parecía estar solo y
esperando algo.
-Bebe sin rechistar.- mi amiga regresaba con
un vaso de agua. Bebí un pequeño sorbo y note un sabor amargo. Un mohín de
disgusto la hizo sonreír.- Me han dado una medicina para evitar los mareos y
los vómitos. Son muchos días de viaje para estar encerrada en la habitación con
la cabeza dentro de un cubo. ¡Confía en mí!
¡Madre mía! Que difícil era confiar en nadie
en estos momentos. Miré con disimulo a Gamma y le pillé manteniendo un intercambio
de miradas con mi amiga Sara. Mi alma rodó por el suelo y se perdió camino del
fondo del mar. “¡Confía en mí!” me decía mi amiga con esos ojitos tiernos y esa
voz melosa y dulce.
-Me voy a retirar al camarote, nos vemos a la
hora de la cena.- Sara se levantó también dispuesta a acompañarme.- ¡No, no! Tú
quédate y disfruta de las vistas y de la compañía.- y le indiqué con la cabeza al
apuesto Gamma que mal disimulaba su desconcierto ante una jovencita tan
desvergonzada en una época donde las mujeres viajábamos con carabina y con
vestido que cubrían sus tobillos. Nunca he sido buena en historia y no podía
precisar el año pero… 1920, más o menos. –Disculpe.- me dirigí a Gamma.- Tengo
que ausentarme por una ligera indisposición, ¿le importa hacer compañía a mi
amiga?
No podía hacerlo mejor, desconocía sus
nombres en esta vida. Sara estaba pasmada de mi soltura y Gamma consiguió articular
cuatro palabras muy caballerosas ofreciendo su brazo para dar un paseo por
cubierta. ¡Genial! Desaparecí por donde lo hizo Sara pero no me alejé mucho, mi
idea era seguirles y enterarme de lo que pudiese.
Les perseguí a una distancia de dos metros,
tras un grupo de mujeres mayores ruidosas y chismosas que iban despellejando a
unas y otras sin pudor alguno. Una de ellas llevaba un rato observándome sin yo
poder evitarlo, era exponerme para que me vieran mis dos presas o parecer una
joven perturbada.
-Señorita, anda muy encorvada y eso es malo
para la espalda, ¡yérgase!- fingí un fuerte dolor de riñones y la mujer me
dedicó una sonrisa clemente y echó sobre mis hombros una capa de piel negra con
una gran capucha. Quise rehusarla pero la mujer me acarició la mejilla y quitó
importancia al hecho.- En la cena, me busca y me la devuelve. Nosotras nos
vamos a cambiar y no la necesito.
Se lo agradecí y me cubrí con ella. Al pasar
junto a una gran tumbona donde descansaba una anciana adormilada, cogí prestado
su bastón y me di una apariencia de mujer entrada en años desvalida. Ni yo reconocí
la imagen que me devolvía uno de los muchos espejos que había sobre las puertas
de entrada. Con un paso lento pero algo precipitado di alcance a la feliz
pareja que se había olvidado que se conocían de hacía escasos dos minutos e
iban conversando tan amigablemente.
-Estoy esperando un telegrama que nos
confirme que él llegó a Londres sin ningún contratiempo. Viajaba con nuestros
amigos pero nos enteramos que dos cazadores seguían su rastro; uno de ellos es
el hermano de ella. - por las palabras
de Gamma deduje que todo era una trama orquestada para llevarme junto a
Alfa al viejo mundo y que mi hermano en esta vida intentaba acabar con su vida.
-¿Qué necesidad tenía de alejarse de la
seguridad de la manada?- Sara estaba inquieta y preocupada por el viaje tan
arriesgado que emprendíamos.
-Su hermano está metido en algún problema, le
llamó diciendo que había encontrado unos documentos que parecen veraces y que
dicen que una de las cualidades de la luna es la clarividencia, la liberación. –
Sara detuvo el paso y cogió a Gamma de las dos manos.
-Es mi amiga desde niña, no quiero que la
suceda nada, la quiero.- Gamma acarició su mejilla y acercaron sus frentes
hasta rozarlas ligeramente, luego disimularon aquel breve roce.- Tiene sueños
extraños y ve cosas donde los demás sólo apreciamos oscuridad pero nada que
destaque su personalidad como un ser astral ni divino ni nada.
-Es ella, sin ninguna duda. Nosotros lo sabemos.
– Gamma besó los labios de Sara tan fugazmente que no estaba segura de lo que
había visto.- Quiero ser libre y casarme contigo y formar una familia. No quiero
ser un monstruo.
-Para mí no eres un monstruo. ¡Te amo!- mi amiga
sujetó el rostro de él con sus manos y lo meció suavemente.
-Y yo a ti pero si hay una ligera oportunidad
de conseguirlo, lo intentaré.
-Mi padre dice que estamos equivocados,…- él
se separó bruscamente.
-Tú padre es un sabio, un hombre que lleva
años dedicado a los libros y al estudio pero no creo que esto se trate de un
simple maleficio sobre una pareja que se ama y por celos no puede estar junta,
no me creo que esta vida cíclica que llevamos terminé cuando ellos dos logren estar
unidos. Eso es un cuento para dormir a una niñita. – se cogieron del brazo y
reanudaron el paseo.
Un muchacho les dio alcance y le tendió una
carta sobre una bandeja de plata. Tomó el sobre y le lanzó una moneda por los
aires que el mozo cogió con presteza y sonrió divertido desapareciendo feliz.
Abrió el sobre con rapidez y leyó con voracidad dos renglones escuetos. Su rostro
se mudó pálido y Sara se cubrió la cara con las manos sollozando sin consuelo.
-Tengo que encontrarla. ¡Lo siento mucho!- mi
amiga sujetó con ambas manos su brazo y sacudió triste la cabeza.- No hay otro
camino. Si esperamos el tiempo quedará desfasado y…
No hacía falta ser un lince para comprender
que estaban debatiendo matarme o no, y era evidente por su confianza y
seguridad que el dejarme viva era un perjuicio mayor en temas temporales. Mis pasos
los encaminé a una escalera que descendía a una cubierta inferior, algo más vacía
que en la que dejaba a mis supuestos
amigos. Caminé como siempre, sin saber cuál era el mejor sitio para alguien
como yo. Pero no tardé mucho en sentir
una mano sobre mí hombro. Me giré sin disimular ser quien no era. Los ojos de
Gamma eran oscuros, sus dos fosas nasales estaban dilatadas y sus orejas sobresalían
por su oscura melena.
-¿Nos has estado espiando?- puse cara de niña
buena pero no me dio tiempo a explicación alguna.
Me empujó hacia la barandilla y me lanzó al
mar. Escuché el grito de Sara en la distancia antes de que mi cuerpo se
hundiera en las frías aguas. La angustia de la muerte es lo que hace que me
despierte con odio hacía ellos, siento el dolor del momento. Las otras muertes
fueron rápidas y algo dulces. Morir ahogada fue angustioso y atormentado. Mi vestido pesaba como si llevase
piedras en los bolsillos, aquella capa se enredó en mis piernas impidiéndome nadar
a la superficie. Cuando el aire que retuve en mis pulmones se convirtió en una
presión insostenible y los liberé, me di cuenta la angustia que era respirar
agua salada sin encontrar una bocanada de aire fresco, y luego las punzadas
dolorosas en unos pulmones encharcados y la explosión que padeció mi corazón
antes de pararse. Y cuando padecí todo lo que había que padecer, llegó la caída
al pozo.