-¡¡Marchaos de aquí!!- les grité mientras con
el pie intentaba lanzarles tierra y piedra. Quería estar sola.
Se alejaron unos metros pero no estaban dispuestos
a perderme de vista. En los ojos de Alfa veía algo parecido al desconsuelo,
supongo que esperaba que al recuperar alguno de mis recuerdos con ellos, se abriera
algún tipo de buen rollo que no veía en mis manos crispadas y mis ojos
rabiosos. Lancé piedras, golpeé la tierra con la punta de mi zapatilla e
incluso me tiré de los pelos maldiciendo mi inocencia ciega; eso era la
inocencia, mirar al mundo con una venda en los ojos. Pero esa venda se había caído
y ahora no estaba dispuesta a creer nada que no viera con mis propios ojos. Mi hermano
un traidor y Mike mi asesino como lo fue Alfa y como seguro fueron cada uno de
ellos. Ninguno era de fiar, nada era lo que parecía.
Mis manos estaban en tensión, mis nudillos
blancos y las venas se marcaban dándolas una apariencia de fuertes y rudas. Recuperé
la respiración sosegada sin dejar de observarlas. Si tenía que tocar aquí y
allá para recuperar mi memoria perdida tras mis múltiples fallecimientos, lo
haría. Y empecé por el más importante de todos, al que se me vinculaba.
-Esto me gusta tan poco como a ti.- le dije
dando un paso hacía Alfa, él permaneció quieto observando mis manos acercarse a
su cabeza.- Tengo que tocarte.
Mis dedos rozaron su pelo pero no sucedió
nada. Hundí cada uno de ellos en su pelaje suave y negro, pero ni palpitaciones
ni destellos, nada. Me agaché y le abracé, con muy poco entusiasmo, pero tampoco.
De rodillas ante él, con mi frente a escasos centímetros de la suya, suspiré
profundamente. ¡Es inútil! Cerré los ojos y dejé caer mis hombros abatidos.
-¿Te das cuenta que nos pueden ver?- me dijo
Alfa preocupado.
-¿Quién nos puede ver?- le pregunté yo,
agotada.
-Tu padre o tu hermano, aunque de los dos el
que más me preocupa es el primero.- aquello llamó mi atención y levanté la
cabeza intentando enfocar mi visión borrosa.
Alfa estaba sentado delante de mí, era
diferente, tenía como diez años menos, su tez era más oscura, sus ojos igual de
intensos y su vestimenta obtenida de una tienda de disfraces; vestía con taparrabos
de piel marrón y una botas del mismo tono con muchos flecos. Era un apache o un
piel roja, estaba sacado del reparto de una película de vaqueros.
-¿Por qué te da más miedo mi padre?
-Es un viejo astuto.
-Viejo sí, astuto no. - por un camino de
arena cercano a la piedra donde estábamos sentados, vimos llegar a una mujer
con un largo vestido negro y una biblia en las manos.
-Se terminó el tiempo.- dijo Alfa poniéndose en
pie y saltando sobre un caballo que aguardaba tras la piedra.- ¿Mañana te
volveré a ver?
-Supongo…- le contesté sin dejar de mirar a
la mujer que caminaba hacia mí con la cabeza gacha.
-Estás diferente, otras veces no dejas de
atosigarme a preguntas y hoy pareces distraída, diría que perdida.- azuzó a su
caballo y salió al galope desapareciendo tras un suave montículo.
-¿Qué tal hoy?- era mi madre. Salté de la
piedra al reconocer su voz y la abracé con fuerza.
Ella me acarició la cabeza y me separó suavemente
para besarme la frente. Mis lágrimas la asustaron y se quedó contemplando mi
rostro durante unos minutos.
-¿Quién eres?- su voz tenía un temblor
conmovedor.
-Soy tu hija, pero… no de esta vida sino de
otra futura.- no se asustó ni le escandalizo mi respuesta, asumió cada palabra dicha
como veraz y me abrazó con más fuerza.
-¿Cuánto hace que dejé de protegerte?- era
miedo lo que sentía en sus ojos y en el tacto de su mano sobre mi mejilla.
-Dos años casi tres.- mi madre besó de nuevo
mi frente.
-¿Ya te han encontrado?- la pregunta la
acompañó de furtivas miradas a nuestro alrededor.
-¿Quién?- guardé silencio y dejé caer mi
cabeza sobre su pecho.- Sé que no eres mi verdadera madre, mi padre fue un cazador
de lobos que nos abandonó cuando yo era un bebe porque era un cobarde, mi
hermano se enamoró de un hombre lobo y murió en un accidente de moto.- suponía
que no sabía que era una moto y se la describí como un caballo de metal, ella
escuchaba sin interrumpir.- Y ahora vivo con los hombres lobos que me protegen,
no sé de qué.
-Cada vida tiene matices diferentes, para
salvaguardar el secreto. En esta vida tampoco soy tu madre, aunque te quiero
como tal.- me cogió del brazo y caminamos despacio por el sendero.- Ningún
cazador de lobos es un cobarde, eso que me cuentas no me cuadra. Tu hermano está
a punto de pasar a la madurez y entonces su vida cambiará como la de todos los miembros
de nuestro clan. Con cada hombre lobo que nazca, surgirá un cazador, cada lobo tendrá
su bala.
-¿Quién soy yo madre?- encogió los hombros.
-Tenías escasas horas cuando llamaron a mi
puerta y me dijeron que cuidara de ti como si fueras mía, que le contará al que
llamas padre que eras la hija de una hermana que murió al dar a luz. Mi familia
lleva generaciones esperando que suceda tal cosa, mi madre te aguardó durante
años y antes que ella mi abuela, solo yo fui bendecida con tu llegada. Eres lo
más dulce y hermosa de esta vida llena de sin sabores.
-¿Quién me entregó?
-Vestía una larga capa negra y su cabeza cubierta
con una capucha que no dejaba ver su rostro. Sólo alcancé a ver sus manos
blancas como la nieve y frías como el hielo, me rozaron durante unos segundos
cuando me entregaba tu delicado cuerpecito y un escalofrío recorrió mi espalda.
En su voz había pesar por dejarte ir, deseaba estar junto a ti pero algo de
vital importancia se lo impedía.
-¿Crees que era mi verdadera madre?- asintió
con delicadeza.
-Mi madre lleva siglos entregándome una y
otra vez en este mundo, con alguna finalidad. Pero siempre alguien termina con
mi vida y todo vuelve a empezar.- ambas caminamos en silencio intentado ver la
luz en tan gran oscuridad. -¿Cómo conocí a Alfa? Al chico con el que hablaba en
la roca.- me di cuenta que los nombres no eran los mismos y generaban
confusión.
-Yo te animé a que lo hicieras.- estaba
confundida.- Lo sé, eres la hija de un cazador… bueno para todo el mundo lo
eres, y tu hermano será un cazador, vives en un clan de cazadores… pero aquella
mujer me dijo que tu destino estaba ligado a un ser que hablaba con los lobos. Vi
a ese niño una tarde mientras lavaba en el río, corriendo y jugando entre los
lobos.
A lo lejos venía cabalgando un hombre. Mi madre
me apretó fuerte la mano contra su pecho.
-Es tu padre, no digas nada, no hables o se
dará cuenta que no eres tú.
-¿Has visto a tu hijo mujer?- ella negó con
la cabeza, el caballo no dejaba de girar sobre sí mismo y yo clavé mis ojos en
el suelo, temerosa de que descubriera que no era su hija.- Y tú ¿has visto a tu
hermano?- negué como sentí a mi madre hacer- ¿Qué te sucede, estás muy callada?
-Está enferma, le duela la cabeza y la
tripa.- contestó resuelta mi madre.
-No te he preguntado a ti. ¡Levanta la cabeza
cuando te hablo y contéstame!- gritó con un vozarrón potente.
Levanté asustada la cabeza y aquel rostro que
no conocía pues mi padre en esta vida era un desconocido, me era tan familiar
como el de mi madre y mi hermano. Ante mí estaba el hombre que intentó matarme
en la casa de Mike, el que se ocultó bajo la cama y el mismo que me atacó en la
biblioteca muriendo ante mis ojos bajo las manos de Alfa. Caí de nuevo al pozo,
mirando el rostro del que llamaba padre desaparecer en un agujerillo diminuto
de luz.