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Capítulo 41




Llegamos a una amplia explanada. López hacía varios minutos que había desaparecido tras un rastro que se perdía ladera abajo, tan pronto iba tres metros por delante como cuatro por detrás. Seguía caminando con la vista fija en el suelo, pendiente de los pasos de Alfa pero sobre todo de mi lindo pulgoso, ya no consideraba que fuera el perro de Mike, y no era porque él me hubiera dicho que dentro de esa maraña de pelo y nervio se escondía el alma de mi hermano, era porque su compañía era lo más parecido a un hogar, me sentía segura y acompañada, alejaba esa sensación de soledad que me acompañaba desde que abandoné mi Valladolid querido.
Levanté la mirada del suelo y vi la impaciencia de Alfa en sus profundos ojos negros. Miré hacía donde me invitaba a mirar y me quedé sin palabras. En aquella enorme explanada se veía unos veintitantos lobos observándonos, entre ellos podía contar unos cinco o seis lobeznos que se impacientaban por continuar con sus juegos.
-¡Santo cielos! – aquello fue un shock para mí. -¿Son todos hombres lobo?
La mirada  reprobadora de Alfa suponía un mayor esfuerzo para intentar averiguar qué era lo que quería mostrarme o enseñarme. La figura de aquel enorme lobo negro que esperaba a mí lado, imponía respeto a todos aquellos lobos, todos ellos de menor tamaño pero igual de bellos. Aguardaba mi pregunta, aunque más que pregunta esperaba de mí una comprensión que no llegaba. Ya era difícil asimilar la existencia del hombre lobo, como para pretender entender que era lo que deseaba explicarme.
-¿Son contenedores como López?- aquello le desconcertó tanto como a mí, mi pregunta salió por mi boca sin pasar por el cerebro.- Olvídalo.
Del otro extremo de la pradera, de entre las sombras de los árboles, surgieron las figuras de tres lobos muy familiares, Zeta con su precioso pelaje rojo, Gamma con su andar obligado y Delta, “estoy pero de ojeador”. Les observé acercarse hasta donde estábamos, se pararon a escasos dos metros y aguardaron. Entre ellos hubo un intercambio de miradas cargadas de información, algún reproche y mucha irritación. Me dolían los gemelos del ascenso y dudaba si sentarme en el suelo cuando la voz de Zeta a mi espalda me descolocó, las ideas y lo que tenía casi seguro, ¿aquel lobo rojizo no era entonces Zeta?
-No son hombres lobos.- dijo a modo de saludo. Estaba parado a mi espalda a un metro de mí, ni lo escuché llegar ni Alfa tampoco, con ese oído tan fino del que presume. – Es una manada de lobos ibéricos. Está es una reserva para muchos animales, no sólo es nuestro hogar, también el suyo. Somos familia.- sentencio con una sonrisa que no supe del todo definir.
-Siempre pensé que este lobo con esa mirada burlona y ese pelo rojo, eras tú.- señalé al lobo rojizo, miré hacía el suelo algo confundida.
-¿Qué te hace pensar que no lo soy?
-¿Ya me dirás?-señalé con ambas manos a cada uno de ellos.- Un mismo ser en dos sitios a la vez, eso es una proeza que yo desearía.
Alfa gruñó suavemente y Zeta dejó escapar una risita.
-¿Qué problema tiene?- le miré enfadada.
-Cree que nos desviamos del tema y teme que te pierdas en bagatelas.
-¡Me desesperas!- le grité, él me dedicó un gruñido más fiero y me mostró sus grandes colmillos.- ¿En qué me tengo que concentrar?
-En los primeros años, en aquellos que se libraba la lucha entre los cazadores y nosotros, se fue vertiendo mentiras sobre el lobo con la única finalidad de aniquilar toda esta especie para darnos muerte a nosotros. No sabían quién era quién y era mucho más fácil encontrar el arbusto que se escondía entre el bosque si se talan todos los árboles. Se mataron a miles de ellos sin ningún éxito, sin llegar nunca a saber si entre ellos yacía uno de los nuestros. Nos sentimos responsables de todo el sufrimiento que se les ha infringido. –los lobeznos volvían a los juegos bajo la atenta mirada de sus madres, el resto nos vigilaban con curiosidad.- Tenemos una parte de lobo y otra de humano…
En este punto mi mente se perdió entre los juegos de los lobeznos y las miradas de las lobas, mi pensamiento voló lejos de allí,  a un momento de un pasado no reconocido entre mis vivencias. En una gran tienda redonda hecha de pieles de animales mis odios se perdieron entre las voces roncas y el olor a muerte. En el centro una gran hoguera que crepitaba con fuerza, a su alrededor unos diez hombres con chalecos de piles y botas a juegue discutían sobre una huellas de lobo que llevaban a un desfiladero y desaparecían bajo la enorme roca. Unos decían que era una maniobra para desviar la atención de la verdadera ubicación de la manada, otros pensaban que tenían poderes mágicos y que aquella enorme roca se desplazaba para dejar paso a los lobos cuando venían de caza, tras aquella roca permanecían ocultos y a salvó. Mis ojos fueron pasando de un rostro a otro buscando en alguno de ellos algo familiar, pero exceptuando dos que quedaban ocultos tras una de los vigas de madera que levantaban la enorme carpa de piel, el resto eran desconocidos. Me giré sobre mi misma para saber con certeza dónde me encontraba, y tras de mí en unas grandes troncos con clavos anclados a la tierra, estaban despellejados cientos de lobos. De allí provenía ese olor a rancio y a muerte que tanto asco me daba. Me llevé la mano a la boca y la cubrí cuando una arcada contrajo mi estómago. El rocé de una mano suave sobre mi hombro me obligó a girarme apara enfrentarme a los hermosos ojos de mi hermano. ¡¡Oh, Dios mío!! Mi corazón me dio un vuelco en el pecho, cuanto ansiaba volver a verle, tocarle y sentir su abrazo protector. Me arrojé a sus brazos, sollozando.
-¿Qué te sucede hermana?-era su misma voz, su tono cálido y afable.
-Te he echado tanto de menos.- le dije entre hipos y lágrimas.
-Nos separamos esta mañana al alba, no han pasado ni seis horas.- me separó de él y me miró con ternura.- ¿Ya no estás enfadada conmigo?
-¿Por qué iba a estarlo? Te quiero tanto.
-Entonces ya no te parece tan mal plan que me haga pasar por uno de ellos…
-¿Uno de ellos?- le miré sin comprender.
-Tontita mía, ¿has olvidado lo que te conté durante la cena? Me hice amigo de uno de los engendros y le hice creer que le ayudaría a él y su manada, que odiaba esta guerra en la que estamos sumidos desde hace siglos…- sentí miedo ante lo que escuchaba y mi mente se cayó en un pozo oscuro donde la cara de mi hermano se iba alejando, hasta desaparecer en un diminuto punto de luz.

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