Despertar pensando que todo ha sido una
pesadilla y que estoy en mi Valladolid querido, era algo que no podía
permitirme. Salté de la cama y busqué a mi pulgoso que dormía en el suelo junto
a la ventana, en un gran almohadón y con una manta arrugada bajo su cabeza.
Tenía una venda en una pata y Betadine sobre dos puntos bajo su oreja
izquierda, por lo demás su respiración acompasada de silbidos y ronquidos
suaves, me informaban de que estaba sumergido en un plácido sueño y estaba
bien. Me coloqué los calcetines mientras iba saltado camino de la puerta, cogí
al vuelo la colcha de la cama y me dirigí a la habitación de Alfa.
Llamé tan ligeramente que ni yo escuché los
golpes, repetí la operación dos veces más con algo más de intensidad pero al
recibir la misma respuesta, ninguna, me decidí a entrar. La habitación estaba
ordenada y sobre la cama perfectamente hecha no había nadie, ni nada que delatase
que allí hubo alguien gravemente herido. Mi imaginación empezó a castigarme con
miles de finales a cual más desastroso. Corrí al cuarto de Mike y entré sin
llamar, estaba todo en su sitio y la cama sin tocar. Fui a la de Zeta y lo
mismo. En mitad del pasillo me detuve e intente ordenar mi cabeza.
Estaba muy grave, sangraba copiosamente, lo
llevaron a un hospital, hilo de mi pensamiento. Solo tenía que encontrar a uno
de ellos para que me aclarase la situación. No tenía malas sensaciones ni
vibraciones negativas ni nada que pudieses decirme que Alfa hubiese fallecido,
tampoco tenía que tenerlas, llevaba veinte dos años sin conocer su existencia y
ahora intentaba establecer un vínculo forzoso con él porque Mike me había
metido en la cabeza ideas absurdas. Podía creer en todos ellos, y lo hacía,
visto lo visto, pero dudaba de mi relevancia en todo aquello. Regresé a mi
habitación para vestirme.
Estaba terminando cuando escuché unas voces
en la calle. Mi ventana daba a una explanada con vistas a la entrada principal.
Abrí con sigilo y me asomé. Eran Mike y Beta enzarzados en una discusión.
-Son muchos los errores…- gritaba Mike. No
parecía ni él, estaba despeinado con una creciente barba, con la ropa arrugada,
la imagen de alguien que no ha dormido en toda la noche vigilando con
preocupación la evolución de un hermano.
-¿Insinúas algo? – le empujó Beta.
-No lo insinúo, lo afirmo. Son muchos los
descuidos, ventanas sin comprobar, puertas sin cerrar, guardas que empiezan su
ronda media hora tarde por una mala planificación.
-No puedo explicarte cómo ha podido suceder,
pero meto la mano en el fuego por todos nosotros. Anoche la primera hora de
vigilancia nos correspondió y no permito que digas…
-No me permites que te recuerde que estuvo a
punto de morir.
-¿Te preocupa más ella que uno de los
nuestros?
-Ella es de los nuestros…
-Es un libro sin título con sus páginas vacías.
Podríamos escribir sobre ellas cualquier cosa… hacerla creer que es un hada
madrina, o un elfo de los bosques. -¿estaba siendo manipulada?
-¿Explícame por qué recordamos todo cuando
ella llegó?
-¿Explícame por qué no recuerda nada? ¿Por
qué tengo que creer?
-Supongo que es cuestión de fe. Yo sé que es
ella y tengo la seguridad de que al final…
-Terminaremos empezando desde el punto cero.-Mike
pareció desesperarse, iba a añadir algo más pero optó por salir con paso decidido
de aquel círculo que formaban los amigos de Alfa y encaminarse hacia la entrada
que tenía la cocina, dejando la puerta principal que franqueaba un Beta muy
alfa.
Gamma miró hacia arriba y me dedicó una
sonrisa algo cínica, sus ojos tenían un brillo de felicidad o eso me pareció. No
avisó de mi presencia y yo no delaté mi posición. Cerré la ventana y me fui en
busca de Mike, tenía que averiguar dónde estaba Alfa.
Sin llegar a ser carrera tenía urgencia por
encontrarle y que me sacara de aquel mar de dudas, necesitaba saber si Alfa
seguía vivo. Me dirigí hacía la cocina pasando por un pasillo muy familiar. Una
de las puertas que estaba unos dos metros antes de la cocina permanecía totalmente
abierta, miré por ella y vi a un hombre abrillantando unas botas militares con
un trapo manchado de betún negro. Me disculpé cuando el hombre me descubrió
detenida en su puerta, observándole con descaro.
-No se disculpes. ¿Qué tal se encuentras? Me han
contado que tuvo una noche muy movida.- su cara me era familiar peo no
terminaba de ubicarle, a lo mejor era uno de tantos de los que había tendido la
mano la noche anterior.- Nos conocimos en el pub.- entonces caí, era el hombre
que regresó a por su cazadora.
-Es cierto.- dije pasando a su habitación y sentándome
en una silla junto a la ventana. Él siguió frotando sus botas con el trapo
sentado en el borde de una cama mal estirada.- Me encuentro bien. Gracias.
-No hay que darlas.- parecía absorto en su
tarea y yo embobada en el trapo.
-¿Sabe si Alfa está bien?- un desconocido era
tan buena fuente como Mike y sus palabras justas.
-¿Cuál de los dos?-por su sonrisa me di
cuenta que la pregunta eran una trampa.- Perdona a este viejo hombre. Está al filo de la muerte, le desgarraron el cuello y perdió mucha sangre, pero
Mike sabe cómo se tienen que hacer las cosas y aunque no está fuera de peligro,
yo apostaría por él. El lobo vaga por el monte.
-¿El lobo?- levantó la vista de su bota
brillante y me observó con detenimiento.
-El lobo. No es como la imaginaba.
-Sí, ya me lo dijo la primera vez.
-No quería ofenderla. Cuando Mike vino con
aquella loca historia de una posible “opción” para dejar de ser lo que somos,
cada uno de nosotros se hizo una imagen de usted muy idílica, yo me la
imaginaba tremendamente sexy, muy seductora…- mis colores saltaron a mis
mejillas y bajé la vista avergonzada, era la antítesis a la descripción que me
estaba dando.-…pero la prefiero tal y como es. Mis cuatro mujeres fueron de esa
calaña y no pararon hasta quitarme hasta el último de los céntimos y no
conforme con eso, una de ellas me quemó toda la ropa.
-¿Cuatro? Pensé que eran fieles a su pareja.
-Y lo fui durante diecisiete años. Mi primera
esposa se suicido unos meses después de que nuestro hijo muriese. Le llegó esa
edad del cambio…- sus palabras se perdieron en recuerdos tristes porque su
mirada se oscureció. Empezaba a entender cómo funcionaba su naturaleza lobuna.-
Era débil… no supe cómo ayudarle. Luego
solo me emparejé con humanas, no quería más descendencia, no deseaba que mis
hijos sufrieran una maldición como la que yo les iba a legar.
-Lo siento.- levantó de nuevo la mirada y me
clavó sus oscuros ojos.
-No se disculpes, no tiene la culpa de lo
sucedido.
- El hombre que intentó matarme anoche, dijo
todo lo contrario.
-Nadie sabe la verdad, ni Mike la conoce ni
el hombre de anoche. No sabemos que supone su presencia en nuestras vidas, pero
yo no creo que traiga nada malo. No hay nada peor que ver a un hijo desaparecer
en la cabeza de un lobo.
-Dijo que fuisteis el resultado de mi mala
obra.
-Cuando nos encontramos en aquel pub la
primera vez, recordé una vida anterior con mi esposa, rodeada de mis hijos y
mis nietos, y te vi a ti entre nosotros. Era una vida feliz. En esta no has
estado y ha sido una pesadilla. Todas estas cicatrices…- señaló las de su
rostro y la de sus brazos descubiertos.-…son de las peleas que he provocado, con
humanos con otros como yo, con quien entrase al trapo.-meneó la cabeza
pesarosa.- Llevo tanto tiempo muerto por dentro…. Me gusta pensar que podremos elegir, que otro
muchacho como mi hijo podrá optar y no simplemente morir.
-¿Qué hacía con su familia, en su anterior
vida?- mi pregunta ansiosa sacó al hombre de su tristeza.
-Esperar a Alfa.- su mirada se entristeció,
supongo que en esa vida tampoco llegamos a vernos, no quise preguntar.- Eran
especulaciones lo que escuchó anoche. Ni conocemos nuestros orígenes ni para
qué fuimos creados. Todos los seres de este planeta tienen un propósito, el
nuestro está por determinar; quizá hace miles de años, supimos nuestros deberes y obligaciones pero
con el tiempo quedaron reducidos a polvo. Necesita respuestas y no las
encontrara junto a este viejo limpiando sus botas. Vaya al monte y busque al lobo,
sabrá hallarle y una vez que lo tenga ante usted no piense, solo acompáñale,
déjase llevar por lo que le dicte tu corazón.